¡BENDITOS SEAN LOS ADICTOS! La parte espiritual de la adicción y la recuperación - Father Joseph Martin




PREFACIO


      Nunca quise escribir un libro. Las sociedades afluentes tienen demasiados

libros y paradójicamente demasiados libros producen pocos lectores ávidos,

además de menos libros de transcendencia.


      Sin embargo, algo sucedió en mi vida. Durante el curso de mi propio

desarrollo lento, doloroso, pero ciertamente milagroso se me presentó la

oportunidad de trabajar con alcohólicos y adictos a otras drogas.


      De mi infancia, la memoria mas vívida es el recuerdo del dolor que me

causaba la forma de beber de mi padre. En ese momento yo no lo comprendía,                                   

no obstante y hasta el día de hoy, sigue siendo la experiencia mas real y

atemorizante que guardo de los años de mi infancia. Aunque mi padre falleció,

aún me cuesta gran trabajo llamarlo alcohólico. Creo firmemente que si estuviera

vivo hoy, sería él mismo quien lo dijiera. Era un hombre muy bueno. Siempre

cumplió con su deber de satisfacer nuestras necesidades económicas. Sé que me

amaba profundamente y quiso a toda costa que yo me educara lo mejor posible.

Escogió un colegio privado a 80 kilómetros de la casa. Allí me matriculó en el

internado.


      Una semana después de haber comenzado las clases, fue a visitarme con la

esperanza de oirme decir que estaba feliz. Cuando le confesé que no quería

quedarme, se sorprendió y me preguntó por qué. Tuve que responderle que no

quería estar lejos de la casa ya que me preocupaba enormemente su forma de

beber. Me miró con una tristeza infinita y me pidió que permaneciera en el

colegio puesto que él nunca volvería a beber. Ese mismo día mi padre dejó de

beber y permaneció abstemio hasta que murió veintiocho años mas tarde.


      Yo continué con mi educación y fui ordenado sacerdote católico en el año

1957. La primera tarea que me fue asignada fue en el campo de la educación.

Durante los trece años siguientes me desempeñé como profesor de inglés,

coordinador entre los estudiantes y la Dirección del Colegio, además de

Director de la Escuela de Verano.


      En 1970, se cerró el colegio y acepté trabajar en una parroquia con una

gran cantidad de feligreses de habla hispana en la ciudad de Nueva York. Esta

parroquia se encuentra en uno de los sectores mas populados de Manhatan y era

frecuentada por toda clase de personas. Fue allí donde tuve mi primer contacto

con un número elevado de alcohólicos y adictos a otras drogas. Conocí y

conversé con aquellos que estaban buscando dinero para mantener su consumo,

con los que estaban tan enfermos que necesitaban asistencia médica inmediata; y

con aquellos que realmente querían encontrar una forma de salir del infierno del

alcohol y otras drogas.


       Los alcohólicos y los adictos a otras drogas que conocí, fueron los que

aportaron mis primeros conocimientos, y quienes despertaron en mi el interés por

el campo de la Farmacodependencia. También fueron los que me impulsaron,

casi sin pensarlo ni planearlo, a descubrir el mundo de los Centros de

Desintoxicación, Clínicas de Rehabilitación y el Programa de los Doce Pasos

(peldaños) de Alcohólicos , Narcóticos y Cocainómanos Anónimos, a donde

llevé a muchos.


       Con el tiempo, me familiaricé no solo con la experiencia directa de los

adictos que continuamente iba conociendo, sino que también con la experiencia

de los profesionales en este campo: Consejeros, terapeutas, administradores de

centros de rehabilitación, enfermeras, médicos, y directores de Programas de

Asistencia a Empleados. Asistí a numerosos talleres, seminarios y conferencias

de la Escuela de Farmacodependencia de la Universidad de Rutgers.


      Me encontré a mí mismo pasando la mayor parte de mi tiempo con los

alcohólicos y adictos a otras drogas que en números crecientes iban llegando a mi

parroquia. Gradualmente, fui perdiendo el interés por mis deberes estrictamente

parroquiales. Tenía que tomar una decisión. Afortunadamente, esta fue tomada

por mí.

  

      A comienzos de 1983, un veterano con veinte años de experiencia en el

campo del alcoholismo y otras formas de drogadicción fue a buscarme a la

parroquia. Durante el curso de nuestra conversación mencionó que el elemento

espiritual era ignorado casi por completo en los diversos modelos de

tratamiento existentes en ese momento. Esta información suscitó una respuesta

inmediata de mi parte. Regresé a casa y al cabo de tres días había preparado un

bosquejo de un programa de conferencias sobre la parte espiritual de la adicción

y de la recuperación. Mis amigos más cercanos me convencieron de tratar de

impulsar esta idea y mi programa en los centros de rehabilitación.


       Dos meses después fui contratado por uno de estos centros. Desde ese

momento y hasta el día de hoy he trabajado en diversos centros, dando

conferencias sobre la parte espiritual de la enfermedad y de la recuperación. Han

sido y continúan siendo bien recibidas. Además me he convencido más y más de

la importancia de tratar la parte espiritual, porque satisface una necesidad que

ninguna otra parte del tratamiento enfoca directamente.

       Desde mi primer encuentro con adictos, en esa pequeña parroquia en la que

serví, mi vida cambió radicalmente. Los eventos que siguieron me llevaron a

hacer cosas que nunca creí que fuera capaz de hacer, ni se me cruzaron por la

mente que fueran posibles. Una de ellas se encuentra en estos momentos en sus

manos: escribí un libro.


      Este libro lo escribo porque cada alcohólico, y cada adicto a otras drogas

que se ha cruzado por mi vida despertó en mi un profundo sentimiento. Un amor

que toma la forma de ternura y compasión infinita cuando se es consciente del

dolor tan intenso que produce esta enfermedad. Este amor que estremece el

alma, hace que uno quiera llegar hasta el adicto que esta sufriendo y abrazarlo

fuertemente. De la misma manera que se ven esas imágenes de niños que sufren

de hambre, con su piel estirada alrededor de los huesos, y esos ojos inmensos e

implorantes; queriendo uno poder darles alimento. Para comenzar a amar a un

adicto es necesario primero comprender su dolor. De alguna forma, cuando

ese dolor en la vida del adicto toca nuestro propio dolor, se logra la identificación

y nace el amor.


      Este amor crece y toma la forma de una felicidad inmensa y un inmenso

respeto, cuando se tiene la suerte de acompañar a una persona enferma a

encontrar salud y recuperación. Ser testigo del cambio de una persona, de la

adicción activa a la recuperación, es ser testigo de un milagro. Ante nuestros

propios ojos, el mentiroso se vuelve amante de la verdad, el ladrón en fiel

seguidor, el violento y destructivo en amante de la paz, el irresponsable en digno

de confianza, y el derrotado en un enamorado de la vida.


       ¿Cómo es posible alejarse de semejante transformación? ¿Cómo es posible

no salir de esta experiencia, lleno de amor y de admiración no solo por el proceso

mismo de la recuperación, sino que por todos y cada uno de los adictos que la

vida me presentó? Esta clase de amor es amor de fuerza mayor. Es una ley por sí

misma, y al escribir este libro, sencillamente estoy siguiendo los dictámenes de

ese amor. Por este motivo, este es un libro sobre alcoholismo y otras

drogadicciones.


      A finales del siglo xx se ha extendido el fenómeno que denominamos

adicción. De hecho, en este tiempo parece que se han descubierto varias

 adicciones. Por ejemplo, hablamos de alcoholismo, adicción a otras drogas,

juego compulsivo, adicción a la comida, al sexo,al ejercicio, a personas, a

emociones y en algunos casos hasta a la religión. Probablemente en este siglo se

incorporán muchas más. Sin embargo, este libro se refiere solo al alcohol y otras

drogas, aunque puede aplicarse a otras adicciones.


       Creo que este libro puede beneficiar a muchos. Si consideramos la vida en

sí misma podemos suponer que existen muchas adicciones y que posiblemente,

muchas personas evaden su realidad en formas más o menos sutiles. En el caso

del alcohol y otras drogas, esta forma es la menos sutil, porque estas adicciones

con el tiempo se convierten en algo tan físico y tan visible que son difíciles de

negar o de esconder.



                     ¡BENDITOS SEAN LOS ADICTOS!


       A través de la experiencia de la adicción uno puede tomar conciencia del

llamado que nos hace la vida. A causa de la adicción uno puede encontrar la

oportunidad de despertar, madurar y responder a ese llamado en una forma

positiva y creativa. Finalmente, uno puede dar un -SI- consciente a su propio

destino, a transformarse en una unidad consigo mismo, con su mundo y con su

Poder Superior o Dios para muchos. .


       Antes de entrar en materia, quiero darle las gracias a todos los alcohólicos

y adictos a otras drogas que he tenido la suerte de conocer, tanto en el estado

activo de su enfermedad como durante el desarrollo de su proceso de

recuperación. También, mi gratitud a todos los amigos queridos que me han

motivado con su constante y fiel afecto. Finalmente, una oración en silencio, por

los fundadores de Alcohólicos Anónimos, Bill Wilson y el Dr. Bob Smith, por

su legado invaluable del programa de recuperación de los Doce Pasos o Peldaños.

Este en un regalo no solo para los alcohólicos o para las personas afligidas por

una adicción sino que para toda la humanidad. Su legado no solo fue dejar una

salida para la adicción sino lo que es mucho más importante: UNA PUERTA DE

ENTRADA A LA VIDA Y UNA FORMA DE VIVIRLA.





                                       (1)



                     UNA ENFERMEDAD ESPIRITUAL



      El misterio y las incógnitas permanecen siempre como una de las

características de la adicción. Como todo lo que es misterioso, mucho ya se

conoce y esperamos que en el futuro se descubra mucho más.

                                        5                     Father Joseph Martin



       Algo en lo que generalmente mas y más profesionales concuerdan en la

actualidad es en la definición de la adicción:Una enfermedad física, social,

mental y espiritual.


      Hasta la fecha se le ha dado mayor atención a los aspectos físicos, mentales

y emocionales de esta enfermedad. Los aportes son todos valiosísimos. Como

seres humanos que somos debemos tratar primero con aquello que es más

evidente, y todos sabemos que con el tiempo esta enfermedad no disfraza su

presencia. Distorciona sentimientos válidos, enloquece la mente sana y

finalmente destruye el cuerpo saludable.


       Les debemos una inmensa gratitud a todas las personas que se han

dedicado, y continúan dedicándose a la investigación y a la rehabilitación de esta

enfermedad mortal. Es mi propósito hablar del aspecto espiritual de la adicción.

A pesar de no ser algo inmediatamente evidente, yo estoy convencido de que esta

enfermedad se debe en mayor grado, no a un cuerpo vulnerable, ni a una mente

enferma, ni a una formación deficiente de sentimientos, sino más bien a un cierto

tipo de disfuncionalidad, o para ser más exactos, a una falta de contacto con sí

mismo; la alienación del espíritu humano.

       Yo solía decir que esta enfermedad era en un noventa por ciento espiritual.

Hoy sostengo, sin temor a equivocarme, que es ciento por ciento espiritual. Ya

no creo que se trate de un componente espiritual que se presenta junto con otros

componentes de tipo físico, mental y emocional. Considero que la enfermedad es

espiritual y que incluye aspectos físicos, mentales y emocionales, que forman

parte o son expresiones del fenómeno espiritual en cuestión. El comienzo, la

progresión y el trágico desenlace de la enfermedad, son esencias espirituales y

causan en forma directa las consecuencias fatales que observamos en la mente y

en el cuerpo de la víctima.


      Es por esto que la enfermedad se va haciendo evidente a través del tiempo.

En el caso del suicidio con solo tragarse un poco de arsénico la muerte llega

enseguida. En la adicción, la persona enferma ingiere la sustancia repetidamente

y toma tiempo, a veces años, para que se produzca el triste resultado final. Este

escenario muestra la verdad de aquellos que dicen "lo primero en irse es el

espíritu… y también es lo último en volver". En realidad, lo espiritual, como

la vida misma opera dentro del marco de un proceso…. y nunca en la forma de

un solo golpe certero, instantáneo y fatal como sucede con el suicidio.


      Sé que esta enfermedad no es primariamente física. Si así lo fuera, después

de experimentar sus efectos nocivos el adicto acudiría al médico, que informado

del problema, le daría una formula con un antídoto. Le diría que se tomara el

medicamento y éste no le haría ningún daño. En caso de no existir un antídoto

como es el caso con muchas alergias, el doctor simplemente le diría que la causa

de su malestar es la droga o el alcohol y que es necesario que las evite.


      Si esta enfermedad fuera solo física, el paciente al escuchar palabras del

médico probablemente sentiría rabia y rechazo, pensando que nunca mas podría

consumir algo que le produjera un efecto tan placentero. Después de un

momento de tristeza por haber perdido algo agradable, saldría del consultorio del

médico y seguramente no volvería a consumir dicha sustancia. La idea de evitar

cualquier sustancia altamente perjudicial para la salud supera el deseo de

consumirla, a pesar de lo placentera que pueda ser a nivel físico o mental.

                                         6                      Father Joseph Martin



       Sin embargo cuando aplicamos esto a un alcohólico, o a un adicto a las

drogas, el consejo médico de: "La causa es la droga, manténgase alejado de ella",

produce un dolor insoportable que surge en los mas profundo de su ser, y se

intensifica cada día que pasa. Se convierte en un dolor tan intolerable que el

individuo mentalmente no puede concebir, o imaginar otra cosa distinta para

aliviar ese dolor que recurrir a su droga de preferencia, o a un sustituto aceptable

(por lo general otra droga).


      Sospecho que esta reacción autodestructiva y completamente irracional se

debe a que la relación de la persona con la droga es mucho más que física y

mental. La relación es de una naturaleza esencial. Es la unión aparente de la

persona con la parte mas profunda de sí misma. Sin la droga se siente

desconectado del mundo que lo rodea y de las partes que lo componen como sus

sentimientos, sus ideas, su cuerpo, y aun de todo aquello en el exterior que lo

rodea. Sin embargo, y lo que es peor aun, es que la ausencia de la droga lo separa

de quien se cree que es en realidad. De esa parte de sí mismo que lo identifica

como un ser humano en particular y con una vida única que solo a él le pertenece.


       Un sacerdote alcohólico que había tenido mucho éxito en su parroquia una

vez me dijo: "Descubrí que no podía quedarme sentado o quieto el tiempo

suficiente para escribir un sermón. Con solo pensar que tenía que hacerlo,

inmediatamente me invadía un deseo irresistible de tomarme un trago. De

hecho, cada una de las labores de la parroquia me producía un desagrado

terrible, y de una extraña manera se fueron convirtiendo en algo ajeno para mí.

Me sentía extremadamente agitado y disfuncional". Otro amigo alcohólico

confesó: "No entendía lo que me pasaba. Estaba tan confundido y tan fuera de

contacto con lo que me estaba sucediendo que hasta temía ir al médico. Estaba

casi seguro de que si un médico me examinaba, iba a encontrar algo en mi que

nunca antes había diagnosticado, algo que me haría sentir como un monstruo en

este mundo. Aunque al mismo tiempo, en el fondo sentía que no había nada

malo a pesar de todos los problemas que se estaban presentando en mi vida".

No, esta enfermedad aunque se relaciona directamente con la parte física no es en

esencia física.


      Tampoco es en esencia una enfermedad mental. Muéstrenme un alcohólico

o un adicto a otras drogas, y yo sabré que estoy tratando con una persona cuya

mente es muy activa y cuyos procesos mentales pueden ser bastante racionales.

En mi experiencia una de las características de un adicto es que es un pensador.

Las personas adictas no pueden dejar de pensar ¡Si solo pudieran desconectar su

cerebro por un rato y obtener un poco de respiro de una mente que no cesa de

funcionar!


       Pero no es posible. Los alcohólicos están dotados de una vida mental de

gran riqueza, generalmente por encima del promedio, Son capaces de mentir con

la mejor de las verdades. Sus mentes operan bastante bien. Es por eso que no es

aconsejable involucrarse con ellos a nivel de racionalización o

argumentación. Garantizo que se sentirán terriblemente frustrados en sus

intentos verbales por persuadirlos.


       La mayoría de los adictos tienen una mente hiperactiva: ¡Que alivio tan

grande sería tener la capacidad de dejar de pensar! Un deseo frecuente de la

persona adicta. Me recuerda algo que me dijo una persona que después resultó

ser alcohólica:

                                         7                      Father Joseph Martin




"Un día en un momento de cansancio me quejé con mi compañero de cuarto

acerca de lo mucho que me gustaría encontrar un modo de acabar con mi

constante rumiadera mental. Mi amigo me preguntó sorprendido si eso era un

problema para mí. Yo le contesté preguntándole si el no tenía el mismo

problema: "solo cuando hablo" me respondió. No podía creer lo que estaba

escuchando: ¿Quieres decirme que para encontrar tranquilidad solo tienes que

cerrar la boca? "SI" me contestó e inmediatamente sentí la más profunda

envidia. Solo después de mucho tiempo y después de haber sufrido el infierno de

la adicción y el alivio de la recuperación vine a descubrir que personas con

mentes menos activas eran menos susceptibles de correr el riesgo de ser víctimas

de la adicción. No es que las drogas evitaran que yo pensara. Por el contrario,

las drogas aceleraban mi mente saltando de un pensamiento a otro.Lo que

sucedía es que anestesiaban el dolor incluso el de mi propio sentimiento de

culpa".


       Quiero dejar muy en claro que esto no significa o pretende implicar que los

adictos sean genios.       Lo que quiero decir es que ya sean personas

intelectualmente dotadas o no, sus mentes funcionan sin descanso. Por supuesto

que la enfermedad de la adicción causa estragos en las capacidades mentales del

adicto. Les hace pensar locuras. Les hace pensar cosas que cuando son

realmente ellos no se les ocurriría ni pensar. Por último, la adicción lleva a la

locura o insanidad mental como lo describe AA (hacer lo mismo esperando

resultados diferentes). Destruye la mente totalmente.


       Un adicto me contó que una vez al salir del trabajo con el cheque de su

salario semanal bien metido en el bolsillo pensó en la locura que sería gastárselo

todo en droga. No habían transcurrido dos minutos y durante el trayecto de su

trabajo a la casa se le cruzó por la mente que dicho pensamiento era en realidad

una locura, pero que tal vez en esta ocasión en particular no sería tan

descabellado. Ya había cancelado todas las cuentas de ese mes, por lo tanto, si

tenía algo de lógica que solo por esta semana se gastara todo el dinero en droga.

De hecho y con increíble rapidez su mente comenzó a argumentar que más bien

sería una locura el no hacerlo. En consecuencia se gastó todo el cheque en

cocaína. Al día siguiente cuando desaparecieron los efectos del consumo, la

primera cosa que le vino a la mente y que se dijo a sí mismo fue: "Ojalá no haya

cometido la locura de gastarme toda la plata en droga". Sí…, si lo había hecho.


       Es interesante observar que del pensar sanamente: - sería una locura -, en

segundos cae en una forma de pensar totalmente irracional: - en este momento

sería lógico hacerlo-. Esta anécdota ilustra mi punto de vista. La adicción aun

antes de que la persona esté bajo los efectos de la droga hace que la mente

funcione de una forma insana, pero solo después de haber demostrado su

maravillosa capacidad de operar sanamente.


       Otra teoría, sostiene que el adicto sufre un desequilibrio o una disfunción a

nivel emocional. Los seguidores de esta teoría sostienen que los sentimientos de

los adictos son confusos, distorcionados e insanos.


      No hay lugar a dudas de que la enfermedad produce caos en las emociones

de sus víctimas. Al inicio de la enfermedad y a través de su gradual avance, los

sentimientos de los adictos, por decir lo mínimo, son fuente de terrible confusión.

Aman a quienes odian y odian a quienes aman. Se la pasan con extraños y

                                        8                     Father Joseph Martin



abandonan a sus seres queridos. Un padre o madre adicto(a) a veces no tolera la

presencia de sus propios hijos a quienes en el fondo ama profundamente.


       Esto tuve ocasión de presenciarlo una vez que me encontraba de visita en

la casa de la familia de un alcohólico activo. Su esposa y sus tres hijos,

esperaban ansiosos su llegada. Cuando finalmente llegó a casa fue a la nevera

(refrigerador), cogió una cerveza fría y se sentó con nosotros en la sala. En un

momento determinado se volvió hacia su esposa y le gritó: ¡Saca a esos…

monstruos de aquí y llévalos a otro cuarto!


       Hacía muchos años que yo conocía a esa familia. Sabía que el padre

adoraba a sus hijos. Sin embargo, los efectos de la enfermedad hicieron que este

amor se convirtiera en algo demasiado doloroso para soportar, y literalmente,

llevó al padre a distanciarse de sus hijos de una forma en que les causaba un gran

daño, como bien podrán imaginarlo.


      Sin embargo, la adicción, repito, no es una enfermedad emocional

primaria. A pesar de lo distorcionados que puedan parecer los sentimientos de la

persona como consecuencia de ella. Los adictos desde su nacimiento han sido

dotados con una vida emotiva bien rica y diversa. Nadie en el mundo puede

presumir de poseer mas. Experimentan toda una amplia gama de emociones

humanas y casi nunca a nivel superficial. Son personas de gran actividad

emocional. Muéstrenme a alguien a quien nada le importa y yo de inmediato

sabré que no se trata de un adicto. Para poder contraer esta enfermedad es

indispensable ser alguien a quién le importe, y le importe profundamente.


      Las familias son testigos de este fenómeno. Frecuentemente el miembro

más sensible es aquel que está ausente emborrachándose o drogándose. El día

que murió mi abuela materna, mi mamá y yo estábamos con ella junto a su lecho.

Yo tenía ocho años. Cuando llegamos a casa encontramos a mi tío Armando (un

hermano de mamá) y a mi papá borrachos y todavía bebiendo. Cuando mi mamá

les contó que la abuela acababa de morir, mi padre dijo: "Yo siempre dije que

Armando y yo íbamos a estar borrachos el día que muriera". No lo dijo con

arrogancia ni cinismo, lo dijo mas bien con un terrible sentimiento de

inexorabilidad. Había una inmensa tristeza. Esta escena jamás la olvidaré y

tampoco las palabras de mi padre. Ni mi padre ni mi tío estaban a su lado cuando

murió, como debían haberlo hecho. No obstante, ambos la querían muchísimo.


      Teniendo en cuenta la sensibilidad del adicto es mucho más trágico ver que

la adicción eventualmente destruye también su capacidad de sentir las diversas

experiencias de la vida, siendo personas que de otra forma son muy emotivas.


      Para resumir, no hay nada en el comienzo, nada sustancialmente deficiente

en las personas que después resultan ser adictas. Ni en sus cuerpos, ni en sus

mentes, ni en sus sentimientos. Por el contrario, generalmente gozan de salud

excelente, mente sana, y sentimientos ricos y profundos. Por lo tanto la causa del

problema debe residir en otro lugar. La adicción es fundamentalmente un

problema espiritual.





                      ¡Un misterio…con toda seguridad!

                                         9                      Father Joseph Martin



                         (2)EL SIGNIFICADO ESPIRITUAL



       Para la mayoría de las personas lo espiritual tiene una connotación

religiosa. Los Santos, la madre Teresa, figuras religiosas, rabinos, monjas,

pastores, curas, son considerados como personas espirituales. Los ritos y las

actividades religiosas también se consideran espirituales. Practicar la ley divina,

orar, ayunar, ir a la iglesia, prender velas y participar enceremonias se consideran

actividades espirituales porque están relacionadas con la religión. En nuestra

sociedad, espiritualidad y religión se confunden.


      Como resultado, muchos alcohólicos y adictos creen que la causa de su

adicción de alguna manera tiene que ver con la religión, ya sea porque no la han

tenido o porque habiendo sido educados de niños en un fe, se alejaron de ella y

ya no la practican.


      Cuantas veces personas en recuperación me han dicho "¡…y pensar que yo

de niño era sacristán y quería volverme cura !"


      Por otra parte, los adictos que no tienen antecedentes religiosos o una

educación religiosa formal encuentran muy difícil aceptar la enfermedad desde

un punto de vista espiritual, debido a que están confundidos y piensan que la

recuperación les exige aceptar o comprometerse con alguna creencia religiosa.


       La espiritualidad y su existencia misma, nada tiene que ver con la religión.

Si así lo fuera, la solución para la adicción la encontraríamos en la religión. Pero

para la gran mayoría de los casos la solución no se encuentra ahí. Es mas, un

retorno prematuro e insano a la religión puede llevar al adicto en recuperación a

una recaída. La culpa por sus fracasos constantes tratando de seguir el camino

recto pueden convertirse en una carga demasiado pesada de llevar, y necesitará

buscar alivio para su dolor. Es posible que el adicto pueda llegar a suponer que

estos fracasos son señales de que ha sido incluido en el círculo de los malditos.


      Recuerdo en particular a un adicto al que parecía imposible poder ayudar.

Tenía millones de excusas para posponer un tratamiento. Finalmente, cuando ya

agotó todas las excusas para rechazar ayuda me confesó en estricta confidencia

que él era diferente a los demás adictos, ya que él en el fondo sabía que estaba

maldito. Realmente creía que estaba condenado a vivir como adicto y a morir

activamente consumiendo.


       Si la espiritualidad fuese lo mismo que religión, el adicto agnóstico o ateo

no tendría ninguna esperanza de recuperarse de esta enfermedad. Por definición

el ateo no cree que la religión sea una experiencia o una realidad humana válida.

Sin embargo, conozco a numerosos ateos y agnósticos que han logrado una

excelente recuperación. No solo han dejado de consumir sino han readquirido

una conexión sana con la vida y gozan de un verdadero crecimiento espiritual.

No…la espiritualidad no tiene que ver nada con religión.


      Segundo, la espiritualidad tampoco es lo mismo que moralidad. Algunas

personas practican la regla dorada a la perfección y de espirituales no tiene nada.

Son muy fáciles de detectar estando en su presencia. No exudan vida, ni

entusiasmo, ni optimismo.        Son personas negativas, hurañas, infelices,

                                        10                     Father Joseph Martin



amargadas, se la pasan criticando a los demás y al mundo en general. Es posible

ser moral y espiritual, pero lo uno no necesariamente conlleva a lo otro.


       Mi tía Blanca, ya fallecida es un ejemplo perfecto de esto. No era adicta

ni al alcohol ni a las drogas pero encontraba satisfacción en el hecho de ser

moralista. Yo detestaba ir a visitarla. Su beatería y sus estrictos dogmas morales

eran tan rígidos que siempre me hacía sentir inadecuado, culpable y desconfiado

de la vida. Sus frecuentes exclamaciones aun retumban en mis oídos: ¡A que va

a llegar el mundo! ¡Las cosas todos los días se ponen peor! Y finalmente ¡Tienes

que tener mucho cuidado o terminarás siendo igual de malo que los demás!


      Aunque ella no se percatara de ello, mi tía Blanca, con toda su rigidez

moral era una persona muy infeliz. Mas aun, hacía que todos los que la

rodeábamos fueramos igualmente infelices. No era una persona que entregara

nada. Como resultado de esto, espiritualmente estaba completamente vacía.


      Habiendo establecido que la espiritualidad no es lo mismo que religión, ni

lo mismo que moralidad, entonces: ¿Qué es?


       Para comenzar debo decir que es imposible explicar con palabras

exactamente lo que es. Pertenece al dominio del misterio. Es como lo que sucede

con el amor. Por alguna razón no podemos describir exactamente lo que es.

Sabemos lo que no es. El amor no es un beso, es más. No es un abrazo, es más.

No es ser gentil y considerado con los demás. La consideración es una

consecuencia del amor pero no el amor en sí. La consideración es una

consecuencia del amor pero no el amor en sí. Soy gentil y considerado porque

siento amor. El amor es mucho más que todo esto.


       Por lo tanto. Definir y expresar la naturaleza del amor es imposible. No

obstante, todos sabemos lo que es el amor, pero no podemos definirlo con

exactitud, porque no se encuentra a nivel de la mente sino que a un nivel superior

que la trasciende. Es por esto que las mismas palabras que expresan las ideas de

la mente son inadecuadas para expresar lo que no puede ser escrito y

delimitado…sino solo experimentado y vivido.


       A pesar de la imposibilidad de expresar la esencia de la naturaleza de la

realidad espiritual en el ser humano, quiero intentar transmitir lo que yo concibo

cuando utilizo las palabras espiritual y espiritualidad.


      Espiritualidad, esa parte del ser humano que es espiritual es:


      AQUELLO EN MI QUE ME DA VIDA.


      De inmediato, sé que no estoy hablando de mi dedo, pues si lo pierdo, ese

dedo no contiene mi yo. Yo soy Yo. Es lo mismo con mis ideas y con mis

sentimientos. Yo soy mas que esto. Yo no soy una idea, ni un sentimiento. Yo

soy mucho más.


      Ese "más", es el espíritu que hay en mi, Aquello que me da la vida, que me

hace ser quien soy. La humanidad definitivamente es un misterio: "aquello en

mí que me da vida", es algo que no puede expresarse o definirse. Sin duda

aprender y adquirir conocimientos nos da alegría y satisfacción, pero es en lo

desconocido y en lo misterioso que siempre hay éxtasis. Esto nos explica la

                                        11                     Father Joseph Martin



emoción que sentimos cuando miramos a un recién nacido, fácil e

inmediatamente se genera un vínculo de ternura sin conocimiento previo de quien

es esa criatura.


       Entre menos realidad tenga algo para nosotros es más fácil

conceptualizarlo. Entre mas realidad tenga será más dificil definirlo con

exactitud. Puedo, por ejemplo, manejar a la perfección un computador con todos

sus elementos, y no obstante, ignorar por completo por qué en un día cualquiera

me levanto con rabia, miedo o malestar.


      La realidad de mi estado de ánimo es más palpable para mí que la de la

computadora pero más difícil de explicar. Así mismo puedo conocer

perfectamente el contenido del alcohol o de la cocaína que estoy consumiendo,

pero totalmente ajeno al alcoholismo o a la adicción que me está invadiendo.


      De nuevo, la enfermedad de la adicción se encuentra a un nivel mas

profundo que la realidad de la droga misma, la que solo tiene una realidad

material dentro de una botella o una bolsa plástica.


      Por este motivo, es que el niño se deleita con historias fantásticas. Menos

reales que la vida misma pero el mundo imaginario muchas veces permite

entender conceptos y ejercer un mayor grado de control.


      Es difícil expresar con palabras lo que es la parte espiritual del hombre, no

porque no sea real sino porque contiene tanta realidad que ninguna palabra o

expresión pueden abarcarla o definirla claramente. Lo espiritual es otro mundo,

es otra dimensión. No lo encontramos en el campo del conocimiento mental,

pero si en el campo de la experiencia, en el hacer, y en el vivir. Se encuentra

mas allá de este conocimiento y por lo tanto lo incluye.


       Por esta razón es que siempre es posible conocer más y más de la vida,

pero como la vida pertenece al orden espiritual, será imposible conocerla toda.

Hay y siempre habrá algo más que conocer. Tenemos esa experiencia en el

conocimiento de nuestros hijos, y del uno y el otro en nuestras relaciones

afectivas. Cuando nace el bebé, sabemos solo su sexo, sus medidas y su

apariencia. Con el tiempo llegamos a conocer mas de la parte espiritual de ese

ser. Experimentamos la inmensidad de su realidad ante nuestros ojos en

proporción directa con nuestro conocimiento de él… nos acercaremos al misterio

que nos permite tocar la infinitud del otro ser y la profundidad que la relación

incrementa.


      Las relaciones que se malogran o se estancan son aquellas en que el

conocimiento del otro se frustra o paraliza. El misterio de la otra persona se

desvanece y generalmente terminamos preguntándonos: ¿y eso es todo lo que es?


       Por lo tanto, la parte espiritual del hombre no es su mente ni sus

sentimientos. Es algo completamente diferente… es aquello que lo hace vivir…y

vivir en una forma única e irrepetible .


      La naturaleza aborrece la duplicidad. La muerte es lo que otorga igualdad.

La vida produce diferencia, singularidad e individualidad. Es por esto que

cuando observamos la jerarquía de seres vivientes observamos una mayor

diferencia entre las crías y los padres a medida que subimos en la escala. Las

                                        12                      Father Joseph Martin



hormigas son casi imposibles de distinguir entre sí aunque mantienen algunas

diferencias porque tienen vida. La especie humana es la más increíble en este

sentido, ya que la misma pareja de padres puede traer al mundo hijos

completamente diferentes para deleite de la sociedad y de la humanidad entera.


       Sí… el espíritu es aquello en mí que me da vida, aquello que es imposible

definir, no porque no sea real sino porque contiene tanta realidad que supera las

posibilidades del lenguaje. Necesito otro vehículo de expresión, del cual

hablaremos mas adelante.


       El espíritu no es solo aquello en mi que me da vida, sino además aquello

que me da vida en una forma única y singular: mi propia vida… algo que no ha

existido antes y que no se repetirá jamás. Gracias a mi espíritu, yo soy único, no

existe en el mundo alguien idéntico a mí. Así mismo, poseo un destino único y

singular.


      Yo estoy convencido de que es allí, en la parte espiritual que la adicción…

la enfermedad de la adicción tiene su origen. Creo que es donde primero se

manifiesta, mucho antes de que el adicto entre en contacto con la droga de su

preferencia. Además de ser en la parte espiritual del adicto donde están las raíces

de la enfermedad, es donde ésta se intensifica y donde causa el dolor más

profundo. Posteriormente, se filtra a la mente, a las emociones, y por último al

cuerpo.


       No hay duda que con el tiempo la adicción se convierte en física, mental y

emocional. Pero sostengo que la adicción es una enfermedad que comienza por

una disfunción espiritual que de no cuidarse empeora y gradualmente invade el

cuerpo, la mente y las emociones. Por extensión, es capaz de destruir todo lo que

el adicto toca: familia, amigos, trabajo, finanzas, reputación, dignidad, identidad

y hasta el ambiente material.


      Mi propósito en los capítulos siguientes es tratar de describir los efectos de

esta enfermedad en el espíritu para devolverlo a su sano estado original y

funcionamiento apropiado.





                                        (3)



             LOS COMIENZOS DE LA ADICCION ESPIRITUAL



      Es indudable que para experimentar la vida en el mundo, tal como es, tal

como siempre ha sido y siempre será, es difícil y muchas veces frustrante. Parece

no haber un límite a la capacidad humana de sufrimiento, ni a su poder para

afrontar diversas situaciones… y continuar hacia adelante. Sin embargo, en

medio de esta cruda realidad, a cada ser humano le ha sido otorgado un don. Con

toda seguridad sería un don que todos anhelaríamos si no fuera porque ya lo

tenemos. Este don, rara vez y solo en una mínima proporción, puede ser

experimentado a nivel de la mente o los sentimientos. Su pleno impacto nos

cobija solo cuando lo experimentamos en el hacer, en el vivir… así como la

                                        13                     Father Joseph Martin



experiencia del amor, la unión con otros seres y con la vida misma. Una especie

de éxtasis que las palabras no pueden expresar. Los demás pueden percibirlo con

solo mirarnos, sin que tengamos que recurrir a comunicarlo por medio del

lenguaje.


      Cuando una persona que posee este don, entra a un bar o a un casino en

busca de felicidad, de "una solución a la vida", en una sustancia química tenemos

que admitir que el consumo de la sustancia química no es el problema en sí. La

sustancia es el síntoma del problema, en el sentido que nos alerta de la existencia

del verdadero problema.


       Con demasiada frecuencia cuando se está cerca a una persona que abusa

del alcohol y/o otras drogas se tiende a pensar que el problema es la sustancia en

sí. Los miembros de la familia se convencen de que si el adicto solo dejara de

consumir todo estaría solucionado.


       Mi madre y yo pensábamos esto con respecto a mi padre. Rogábamos por

el día en que dejara de beber. Creíamos que su problema era la bebida. Nuestras

vidas y la de él sin el alcohol serían perfectas. Cuando mi padre decidió dejar de

beber (lo hizo solo, sin ninguna ayuda), no dejó de estar enfermo y nosotros no

dejamos de sentir miedo, desconfianza y preocupación. El alcohol se había ido

pero el alcoholismo se quedó y progresó. Mi padre, abstemio, no conoció un solo

día feliz en su vida.


      Cometimos el mismo error que cometen muchos. Creímos que el

problema era el alcohol. Hoy sabemos que el problema está en otro lugar. Una

vez que se deja la droga, el verdadero problema: -la adicción- necesita

tratamiento. Sabemos además que el problema existe mucho antes de que la

persona entre al bar o busque al dealer. En otras palabras, mucho antes de que la

persona encuentre su droga de preferencia.


       La persona adicta se entrega en forma casi inmediata a la droga cuando la

descubre porque durante mucho tiempo antes de ese encuentro, ha estado

haciendo un esfuerzo sobrehumano por tratar de vivir una vida plena y efectiva.

Después de todo nuestra naturaleza es vivir tan plenamente como sea posible, ya

que es la vida misma lo que en esencia nos define. Qué frustración tan grande

para el adicto quien desde la infancia ha estado, una y otra vez, haciendo diversos

intentos por descubrir el lugar que le corresponde en la vida. Solo para descubrir

que en lo más profundo de sí mismo todavía permanece fuera de contacto con

ella.


       Un sin fin de historias de alcohólicos y adictos a otras drogas, demasiadas

para registrar aquí, son testimonio de los esfuerzos y diversos intentos

conscientes por lograr una vida satisfactoria. Muchos tuvieron la educación

apropiada, leyeron los libros apropiados, tenían el trabajo deseado y las

relaciones apropiadas. Trataron de ser buenos en el trabajo y con los demás.

Muchos lograron éxito y hasta la fama, y sin embargo, de nada les sirvió.


      En su interior permanecían insatisfechos y dolorosamente fuera de contacto

consigo mismos. La aparición de la adicción no es el resultado aparente del éxito

o de un fracaso en la vida. Es un estado de existencia, de ser, que aun en medio

de toda una serie de actitudes y decisiones correctas se va apropiando de ese

corazón invisible , de la esencia de una persona.

                                        14                     Father Joseph Martin




      Se preguntarán cuando y como surge este fenómeno. Antes que todo,

quiero dejar en claro que ni yo ni ninguna otra persona hasta el momento sabe a

ciencia cierta como y cuando surge esta enfermedad. Esto es parte del misterio, y

para mí otras indicación más de que la adicción es fundamentalmente de

naturaleza espiritual. Pienso que en el futuro continuaremos haciendo progresos

por descifrar los misterios físicos y mentales de la enfermedad. Pero en mi

opinión y experiencia siempre existirá una parte que permanecerá en el misterio.


      Con respecto a cuando comienza este proceso pienso que puede comenzar

en cualquier momento. De mi experiencia con adictos pienso que toda adicción

comienza en los primeros años. Recuerden que me refiero a la enfermedad en

cuanto afecta el espíritu de la persona y no su parte física. El punto de vista de

su origen físico o genético, o sea, la opinión de que puede ser hereditaria

pertenece a un campo diferente al que yo estoy analizando.


      Sin embargo, toda víctima de esta enfermedad, teniendo en cuenta a su

infancia y sus años de crecimiento, creo que tiene un terreno común: los

síntomas del dolor espiritual - el dolor de la vida - que comenzó a aparecer desde

esos momentos y permaneció a través de los años, a pesar de los inmensos

esfuerzos por negarlo o aliviarlo. Dolor que se intensificó con el pasar del

tiempo.


       Esta experiencia es común a muchas personas adictas sin distinción de

ninguna naturaleza. Ricos o pobres, minoría o mayoría, con oportunidades o sin

ellas, educados o no. Todos los adictos una vez que inician su recuperación

reconocen que la adicción comenzó antes de consumir la droga, y que es similar

en esencia aunque no en circunstancias a la de los demás adictos.


       Quiero tratar de describir lo que significa esta experiencia. Si tuviera que

utilizar una sola palabra, supongo que esa palabra sería - alienación -. La vida es

estar en unión con algo aunque ese algo sea misterioso y desconocido. Por lo

tanto no debe sorprendernos el hecho de que la primera manifestación de la

adicción sea una especie de falta de unión y de vinculación que es profunda,

persistente y progresiva. Esta alienación se encuentra en la esencia misma de la

persona. Como resultado frecuentemente se desconoce o no se percibe en sus

primeras manifestaciones. Con los años esta alienación empieza a hacerse

aparente en la superficie.


      Por supuesto que todos los seres humanos en un momento dado

experimentamos una falta de contacto o alienación, tanto adictos como no

adictos. Sin embargo, en el caso del adicto existe una diferencia, diferencia a la

cual volveré y explicaré al final de este capítulo.


       A fin de poder describir en términos más claros lo que es esta experiencia

de alienación en el adicto; aquella que antecede al consumo de la droga quiero

mencionar algunas de las formas en que se manifiesta.





                   LA SENSACION DE SER DIFERENTE

                                         15                      Father Joseph Martin



      El adicto se siente diferente o teme descubrir que ES diferente. Es una

sensación vaga. En realidad es algo mas que una sensación. Es un estado

permanente en el cual el adicto piensa para sí ,que tal vez con un poco de suerte y

esfuerzo será algo que desaparezca con el tiempo.


      Un adicto en recuperación contaba que empezó a consumir alcohol y otras

drogas a los veinticinco años. Decía que había sido un adolescente muy bien

parecido. Hacía ejercicios con pesas y había desarrollado un cuerpo musculoso y

bien formado. No obstante, cuando estaba con sus amigos, su atractiva

apariencia poco le servía de consuelo. Por algun motivo, desconocido para el,

los demás muchachos también atractivos y musculosos le parecían siempre tener

una ventaja sobre él. No es que el no estuviera consciente de su propia

apariencia, sino que siempre sentía que algo le faltaba, que lo hacía sentirse

inadecuado, desconectado y menos aceptable.


       Hoy en día, al mostrar fotografías de su adolescencia se ríe de esta

preocupación infundada y que había sido fuente de tanto descontento e

inconformidad. Para el adicto esta sensación es vaga y no necesariamente algo

terriblemente amenazante. Se asemeja a la humedad que percibimos en el

ambiente antes de que caiga el aguacero. Es… como una premonición.




                                 NEGATIVIDAD


      Cuando las oportunidades de obtener buen resultado son cincuenta a favor

y cincuenta en contra, el futuro adicto, desde la infancia instintivamente se

prepara para lo peor.


       Recuerdo una ocasión, - contaba otro adicto, "la noche anterior a un paseo

mis tías estaban preparando la comida.Por momentos escuchaba su

conversación y les oí decir que ojalá no lloviera al otro día. Me fui a mi cama y

casi no pude dormir a causa de la angustia de pensar que al otro día fuera a

llover, en vez de acostarme confiado en que hiciera un lindo día, que fue lo que

ocurrió".


       Esta tendencia a prepararse para lo peor es un instinto muy arraigado en el

futuro adicto. Desde muy joven es bastante sensible a todo lo que la familia no

tiene: casa, auto, computador, etc. El solo hecho de planear una actividad futura

es fuente de una angustia terrible por el temor a que los planes se vayan a frustrar.

El pre-adicto tiene dificultades para ver el lado bueno de las cosas o para apreciar

todo aquello que sí tiene. Esto se debe a que la conexión con lo que no tiene es

mucho más insistente y lo controla. El punto de vista negativo se coloca por

encima de la visión positiva, que se va debilitando y se descarta fácilmente.


      En los programas de los Doce Pasos, sus miembros lo explican así: Una

persona puede ver medio vaso de agua como medio lleno o medio vacío. Aun

antes de entrar en contacto con la droga, el adicto lo ve medio vacío.




                                   COMPARAR

                                       16                    Father Joseph Martin



      Otro adicto en recuperación admite: "Cuando era niño, estaba convencido

de que todas las demás familias eran mejores que la mía. Yo sabía que todos los

domingos por la tarde las demás familias tenían un plan excepto la mía. Los

demás tenían menos de que preocuparse que yo, porque obviamente ellos

estaban mas unidos. Nunca dejé de preguntarme el por qué”. La razón era

inescrutable. Sencillamente: - era así-.


       Este instinto de compararse con los demás y de inevitablemente sentirse

inferior no tiene nada que ver con condiciones de privación, falta de

oportunidades, o buena o mala suerte. Hasta las circunstancias de prosperidad en

las cuales el individuo ha sido favorecido con una familia normal, una buena

educación o un buen trabajo, la necesidad de compararse y de alguna manera

sentirse defraudado, siempre está presente y parece imposible superarla.


      Un adicto amigo mío me contaba que venía de una familia exitosa y cálida.

Tenía una hermana menor y un hermano mellizo. Admite que sentía celos de su

hermana porque pensaba que ella recibía mas atención de sus padres que él.

Estudió una carrera de artes gráficas para la cual estaba muy capacitado, pero

repentinamente decidió abandonarla sin dar ninguna explicación.


En rehabilitación vino a descubrir que había dejado de lado sus metas porque su

hermano había escogido la misma profesión también con mucho éxito. Al

compararse con su hermano decidió que estaba por debajo de éste y sacrificó un

campo de trabajo en el cual había destacado. Hoy en día, y gracias a la sanidad

que encontró en la recuperación ocupa una posición importante como diseñador

gráfico en una compañía multinacional.




                              TORPEZA SOCIAL


       Un alcohólico recordaba que cuando algún miembro de la familia quería

tomarle una foto inmediatamente se sentía incómodo desde el momento en que

mencionaban tomar la foto hasta que oía el "click" de la máquina.

Invariablemente adoptaba una postura que no era natural sino muy consciente de

sí mismo, de su imagen. No lo hacía por arrogancia, simplemente trataba de

calificar como el ser humano que suponía debía ser. La autenticidad habría

significado mostrarse inferior, disminuido e inadecuado.


       El pre-adicto es muy consciente de todo lo social. Sabe muy bien que tiene

que establecer vínculos y relacionarse con otras personas a su alrededor. Como

resultado, cuando se encuentra en una reunión donde todas las personas están

interactuando, mientras él está solo, se siente horrorizado y su dolor es

angustioso. Piensa que al igual que los demás, debería estar participando en una

conversación muy animada con alguien.


       Es más, el futuro adicto guarda en su corazón el profundo deseo de ser el

centro de atención. Busca reconocimiento y alabanzas. Es su profunda

alienación lo que produce esta constante incertidumbre de sí mismo; y que lo

hace tan necesitado de constante reafirmación en forma de reconocimiento por

parte de los demás.

                                         17                     Father Joseph Martin



      El adicto recibe este reconocimiento con torpeza o con protestas

inadecuadas. Por ejemplo, si se le pide que toque el piano o que cante una

canción rehúsa con vehemencia y trata de esconderse. Sin duda, sueña con la

oportunidad de ser el centro de atención pero más poderoso aun es su miedo a ser

juzgado, el temor a ser tildado de incompetente y de fracasado.


       Es como si tuviera un sentido profético de que esa parte de sí mismo, que

los demás no conocen, la que él siente no está bien, de repente quede expuesta

ante todos. Es por esto que reacciona con torpeza y después con arrepentimiento

y rabia consigo mismo por haberse perdido la oportunidad de reconocimiento y

alabanza que secretamente soñaba.




             SENTIMIENTO GENERAL DE INSATISFACCIÓN


      Otro síntoma de la enfermedad espiritual de la adicción es la sensación

general de haberse quedado fuera, de no poder participar, de no poder disfrutar.

El joven adicto se pregunta porque diablos nació. ¿Cuál es su lugar en el mundo?

¿Qué es lo que se supone que debe hacer? Cuando se encuentra solo fantasea y

comienza a soñar que alguna persona, evento o circunstancia o lo que sea le

ayudará a llenar ese vacío. La idea de utilizar su propia creatividad o sus

propios recursos internos es algo que ignora por completo. Si se le llega a

cruzar por la mente la idea de recurrir a su propia imaginación para llenar ese

vacío, rápidamente desecha la idea como inadecuada, peligrosa, y con toda

probabilidad condenada a fracasar.


      Con frecuencia, en realidad casi siempre, estas manifestaciones que surgen

como consecuencia de ese profundo sentimiento de alienación, de la falta de

integración con la realidad de sí mismo y la realidad que lo rodea, se presentan de

una forma inconsciente y algunas veces ni se perciben. Pero siempre esta ahí.

En lo mas profundo de lo que yo concibo como la parte espiritual del ser humano.

Mas adelante y en forma progresiva, el adicto tomará conciencia de estas

manifestaciones y empezará a analizarlas constantemente.




                              ESCAPE Y EVASION


       Un alcohólico contaba "En los paseos de Scouts a los que yo pertenecía,

me aterrorizaba la idea de tener que participar en un concurso: - el concurso de

nudos-. Dos filas de scouts formaban los dos equipos y a medida que cada uno

llegaba a la cabeza de la fila, el líder gritaba un cierto tipo de nudo que el scout

tenía que hacer lo más rápidamente posible. La primera fila en terminar era la

ganadora. La absoluta imposibilidad para mí de abrigar una esperanza de

ganar me llenaba de pánico por el fracaso inminente, especialmente cuando era

mi turno de hacer el nudo. Como resultado, cuando se anunciaba una actividad

yo desarrollaba real o imaginariamente un terrible dolor de estómago para que

se me excusara de competir, o buscaba al Scout Master, para ofrecerme como

voluntario en otra actividad y así poder evitar el tener que participar. Hasta

trataba de adivinar en que reuniones de scouts probablemente iban a tener estas

actividades para no asistir a ellas".

                                         18                      Father Joseph Martin



      Evadir una realidad donde pueda ponerse en evidencia la profunda

incomodidad de la persona adicta consigo misma es en ese momento una

solución efectiva, pero con el tiempo terriblemente peligrosa y destructiva.


      El escape lo salva momentáneamente, sin embargo lo conduce a un mundo

de fantasía. Le reafirma una noción equivocada de que puede controlar la vida -

que el escapar o evadir una situación incómoda es una forma efectiva de

manejarla o eliminarla. Entre mas recurra a la evasión mas se cree que funciona

bien.


       La evasión tiene muchas formas. Adictos me cuentan como trataban de

escapar de toda realidad que les fuera incómoda: situaciones familiares,

actividades de grupo, su propia soledad y creciente desolación, ya fuera

sumergiéndose en libros, televisión, música, masturbación, hobbies, ejercicios,

infedilidades o lo que fuera, con tal de no tener que enfrentar la realidad del

momento.


       Aún, desde sus primeros años algunos encuentran una forma de escape en

la religión, donde se sienten protegidos y cómodos, sabiendo que la gente será

amable y generosa con ellos y no los hará sentirse amenazados. Esto se llama

esconderse de la vida a través de la Iglesia.




                                 AISLAMIENTO


       A los niños que sufren de la enfermedad espiritual de la adicción les gusta

y buscan la compañía de otros. Son sociables por naturaleza y hasta en grado

mayor que el promedio de los demás niños.- Sin embargo, a causa de su

incomodidad y a su falta de habilidad para conectarse consigo mismo, siempre

están preocupados por hacer lo correcto - lo normal-, lo que piensan que harían

los demás. Invadidos por el temor de no poder lograrlo buscan refugio en la

soledad. Es preferible estar solos, lo cual detestan, a estar en la compañía de

alguien y no poder actuar apropiadamente. Esta es una experiencia muy común

en los adictos cuando niños.


      Sara se aislaba en su cuarto donde no tenía nada que hacer. Básicamente,

se sentaba a leer una y otra vez lo que había escrito en su diario la noche anterior.

Arreglaba y reagrreglaba los objetos que tenía en su tocador y mesa de noche. La

mayor parte del tiempo se la pasaba mirando por la ventana, mirando solamente

la constante repetición de todos sus sueños y fantasías.


       No es que Sara se sintiera feliz en su cuarto. En realidad lo odiaba. Sus

padres con frecuencia se quejaban de la gran cantidad de tiempo que se la pasaba

allí sola sin nada que hacer. En el fondo Sara estaba de acuerdo con ello, pero de

alguna manera, la seguridad que sentía estando sola en su cuarto era mejor que la

incertidumbre de compartir con el resto de la familia, situación en la que nunca

sabía cuando le iban a hablar, cuando iba a ser el centro de atención o cuando iba

a tener que ponerse a la defensiva. Sola en su cuarto estaba en control, a pesar de

que la soledad y la inactividad eran tremendamente dolorosas.

                                         19                      Father Joseph Martin



                                  APARENTAR


      Esta experiencia la hemos tenido todos cuando éramos niños. Es más,

estamos expuestos a ella toda la vida. Si alguien nos pregunta como estamos, le

decimos "bien" cuando no estamos nada de bien. De esta misma manera el

futuro adicto utiliza esta forma como un remedio, como una evasión a la

constante incomodidad que existe en su interior. Quiero hacer notar, que no dije

incomodidad que SIENTE en su interior, porque aun en los momentos en que el

adicto no es consciente de su alienación, ésta continúa afectándolo, haciendo que

para él el arte de vivir sea un tremendo esfuerzo.


      El adicto cree que estará mejor si es lo suficientemente inteligente y alerta

para observar como funcionan el resto de los seres humanos aparentemente

exitosos, y como es que logran ellos este objetivo. Como resultado, el pre-adicto

carece de confianza en sí mismo. No confía en sus propios sentimientos. Está

convencido de que sus propias reacciones instintivas ante las situaciones o ante

los demás son defectuosas, egoístas, apresuradas o equivocadas. De alguna

manera están mal y carecen de toda validez.


       Por esta razón no se expresa ni reacciona de acuerdo a sus propios instintos

ni a su propia verdad. Niega sus propias emociones y las reprime. Dejarse llevar

por la propia actitud le aterroriza. Traicionando sus instintos y reacciones, el pre-

adicto busca una respuesta.           Trata de escoger lo que considera "un

comportamiento adecuado" como el resultado del fruto de su observación de los

demás. Con el tiempo y en forma casi inconsciente se convierte en experto

imitador. Aprende el arte de complacer a los demás a expensas de su propio yo.


      Esta actitud tiene la ventaja de brindarle una aceptación momentánea. No

obstante, con el tiempo la deslealtad consigo mismo resulta en desastre. Sirve

para ahondar su alienación - la brecha entre lo que él considera aceptable y lo que

cree que es en realmente. La máscara lo coloca en la falsedad y lo separa más y

más de sí mismo.




                    ANALIZAR-RACIONALIZAR-JUZGAR


       Por supuesto que si una persona siente que tiene menos y menos control

sobre el medio que lo rodea y sobre su situación en la vida, la única conclusión

inteligente a la que puede llegar es la de tratar de ejercer ese control en el único

campo que le queda disponible. Por lo tanto, se dedica a tratar de ejercerlo a

nivel mental, lo que por lo menos le da una satisfacción intelectual de sentirse

conduciendo su propia vida. Al mismo tiempo adormece la sensación de

alienación al establecer contacto con personas, lugares, y cosas, que a pesar de

ser un contacto irreal , es cierto en su mundo mental.


       Si alguien a quien yo admiro me hiere, de alguna manera es más fácil para

mi insultar a esa persona que admitir que me siento herido. De la misma forma,

si no veo la posibilidad de volverme rico es más fácil para mí criticar y condenar

a la gente que tiene dinero, que admitir que me duele no poseer riqueza material.


      Este predicamento lleva al futuro adicto a racionalizar la realidad

desagradable que le rodea de una forma en que la interpretación siempre de lugar

                                        20                     Father Joseph Martin



a un juicio favorable sobre sí mismo. Protege al adicto de la culpa. Lo justifica a

él y condena a los demás. Es una forma de tener poder y control cuando no

existe ningún otro medio para ejercerlos. Si no pasa un examen en el colegio es

porque las preguntas eran injustas . Si no pasa un examen en el colegio es porque

algunas preguntas eran mal hechas y en ningún momento cuestiona la habilidad

que tuvo para contestarlas. Si no obtiene el empleo que deseaba culpa a la

persona que le entrevistó de poco objetiva y arrogante, en vez de aceptar o

cuestionar su falta de capacitación para el trabajo.


      De allí en adelante, todo aquello que sea desagradable, que el adicto futuro

no pueda controlar o manejar por algún otro medio es meticulosamente

analizado, - a fin de condenar a la otra persona, circunstancia o cosa particular.


        Un adicto en recuperación describía este fenómeno: "Tenía un tío que

cada vez que iba a la casa me molestaba y me tomaba el pelo hasta hacerme

llorar.    Yo trataba por todos los medios de recuperar mi confianza,

escondiéndome en un closet, rogándole a mis padres que no lo dejaran entrar a

la casa, pero ellos sonreían y esto me hacía sentir aun más inadecuado. Como

último recurso, decidí asumir que era el hombre más perverso que jamás había

existido, que lo odiaría toda mi vida, y que cuando fuese lo suficientemente

grande para tomar mis propias decisiones, lo excluiría completamente de mi

vida. Si él moría yo iba a sentirme feliz”.


      Con mucha frecuencia, el adicto recurre a este truco cuando se trata de

personas que lo hacen sentirse amenazado o que hacen que su inseguridad o

inadecuación sea visible. Se convencen a sí mismos de que la ineptitud de sus

respuestas no se debe a sus propias fallas y que en su caso en particular les tocó

enfrentarse a personas increíblemente malas y dañinas.


       Uno puede detectar en esta manifestación temprana de recurrir a la

racionalización y el control mental, a una de las primeras semillas de la adicción;

con frecuencia también llamada la enfermedad de la racionalización, del

constante análisis y de los juicios irracionales. La realidad se convierte en algo

extraño y lejano. El pre-adicto se va distanciando más y más en su mundo de

fantasía que lo separa de las personas, lugares y cosas que componen su realidad.




                             TIMIDEZ / BRAVATA


      Esta es otra de las manifestaciones de falta de contacto especialmente en el

joven y futuro adicto. En una situación en donde la atención se centra en él,

reacciona con timidez ("querer desaparecer de la faz de la tierra")o para aliviar

su sentimiento de malestar recurre a lo que yo llamo una "bravata", o sea una

reacción agresiva. De todas maneras, en ninguna de las dos reacciones el

comportamiento exterior es un reflejo de la verdadera persona.




                        BUSQUEDA DE APROBACION


      Carente de toda auto-aprobación interior, el futuro adicto constantemente

busca aprobación del exterior. Por esta razón necesita destacarse por algo y

                                       21                     Father Joseph Martin



satisfacerse con las alabanzas que recibe. No es extraño encontrar muchos

adictos que en su infancia fueron niños modelos.


       Roberto, un alcohólico en rehabilitación, me contaba de su niñez: "Eramos

una familia feliz. Mi madre tenía doce hermanos. Uno de sus hermanos tenía un

almacén de víveres. A todos los sobrinos nos encantaba ir a ayudarle en el

almacén. Claro que todos en forma clandestina siempre tomaban un dulce del

mostrador: Yo nunca lo hice, aunque desesperadamente quería hacerlo; pero,

prefería la aprobación de los adultos cuando me mencionaban como el mejor

trabajador porque a diferencia de los demás no “robaba” dulces del mostrador.

Decían que podían confiar en mí. La aprobación era mi recompensa y en ese

momento la prefería al dulce. Hoy en día, debo confesar que preferiría el dulce

a la aprobación.”




                                PROYECCIÓN


       ¿Quién no se imaginó tiempos mejores cuando creciera y entrara a formar

parte del mundo de los adultos?. La persona adicta cuando joven constantemente

utiliza este medio como fuente de esperanza. "Cuando estaba en primaria me

convencí de que en ese momento no había nada que yo pudiera hacer para

cambiar mi horrible vida. Sin embargo, estaba igualmente convencido de que

una vez que entrara a la secundaria, mi vida iba a cambiar. Ya no me iba a sentir

alienado, incompleto, o inadecuado. Llegó la secundaria. Durante los primeros

seis meses las cosas parecían mejorar, pero, una vez más, regresó la

incomodidad y el malestar y junto con ellos de nuevo la seguridad de que una

vez que entrara en la Universidad desaparecerían o se resolverían. Llegó la

universidad y no se resolvieron. Básicamente, tenía la misma sensación de

alienación, de haberme quedado fuera y en este momento ya con mayor

intensidad y dolor. Me aferré a la idea de que una vez que terminara mis

estudios profesionales y habiéndome establecido ya "en la vida adulta", el viejo

problema de incomodidad con la vida por fin desaparecería. Llegó la vida

adulta y con ella una más cruel y más profunda alienación".


       Con el tiempo, y ya en rehabilitación este adicto comprendió la diferencia

entre hacer planes para la vida y la proyección. Hacer planes consiste en definir

una serie de medidas a tomar que se consideran son las más aptas para obtener

una meta deseada. La proyección es tomar una serie de medidas también, pero

trasladándose al futuro como si estas medidas se hubieran cumplido en forma

mágica, y los resultados de todas maneras están garantizados.


      En la forma de pensar del adicto, el simple hecho de analizar o tomar

algunas medidas o acciones es lo mismo que garantizar los resultados. Una vez

más, la enfermedad aun antes de aparecer el consumo conduce al adicto a

colocarse en un marco de una realidad completamente desfasada. Esto da lugar a

contar con expectativas que no siempre se cumplen. Por ejemplo, si yo me

propongo hacer dinero para ser feliz, posiblemente no logre producir todo el que

consideraba necesario, o si tengo éxito tal vez encuentre que no me hace feliz.


       El adicto enfoca su vida bajo una ecuación equivocada. Confunde el fin

con los medios. Mas adelante, en recuperación se le ayudará a cambiar su visión

de las cosas. Se le aconsejará tomar las mejores medidas posibles para lograr un

                                        22                     Father Joseph Martin



fin, pero que es imposible controlar el fin mismo o sea que los resultados no están

en su poder, y que no puede tener una garantía absoluta sobre estos.




                              PERFECCIONISMO


       No debe sorprendernos que el joven adicto o no hace nada o lo hace a la

perfección. Este rasgo de perfeccionismo así como todos los rasgos anteriores, es

una de las características de la adicción que se manifiesta desde sus inicios y a

través de todo su desarrollo. De hecho, hacia el final de su progresión la mayoría

de los adictos no hacen nada. Ni siquiera intentan hacer algo porque se

consideran incapaces de hacerlo a la perfección.


       A este respecto, nunca olvidaré uno de los dichos favoritos de mi padre

alcohólico, repetía una y otra vez: "Si no puedes hacer algo bien, no lo hagas".

Curiosamente, este rasgo de perfeccionismo puede operar en forma contraria.

Muchos de los futuros adictos son muy activos y se vuelven compulsivos en el

trabajo. Piensan que si siguen trabajando continuamente pueden tener la

esperanza de lograr hacerlo todo ,de una vez por todas.


       Un tejano, quien en su madurez resultó siendo un alcohólico consumado,

contaba que se había separado de su familia a los dieciséis años. Después de ir

de un lado del país a otro, finalmente se radicó en la ciudad de Nueva York.

Consiguió trabajo en uno de los restaurantes de Manhattan. En un análisis

retrospectivo, admitió haber trabajado como un loco. De hecho, muchas veces

trabajaba turnos dobles o triples a pesar de que el trabajo era bastante pesado. El

restaurante estaba situado en el centro de Manhattan por lo tanto estaba lleno de

día y de noche. Sin embargo, cuando alguno de los otros meseros querían que

alguien lo reemplazara, siempre le preguntaban a él y él siempre accedía.


       Esta necesidad de nunca decirle no al jefe o a los compañeros de trabajo

era, en realidad, una negación de sus propias necesidades como ser humano - su

necesidad de descanso, de diversión, o simplemente de vivir-. Al igual que en

muchos otros casos, el perfeccionismo como rasgo característico de la

personalidad del adicto es una manifestación de su alienación. No permite que

surja la parte humana con todas sus posibilidades y sus limitaciones.


      Estos ingredientes forman parte del maquillaje de la alienación que

experimenta el adicto. Estas señales tempranas de la enfermedad espiritual de la

adicción junto con los intentos infructuosos por llenar este vacío, son fuente de

un inmenso dolor para el adicto; y consciente o inconscientemente destruyen su

energía y fortaleza.


      Es evidente que todo niño experimenta sentimientos de alienación.

Inevitablemente, pasa por varios períodos de confusión en sus años de

crecimiento. Con el tiempo y a medida que el niño se va formando como

individuo supera la alienación inicial, que como seres humanos todos

atravesamos. Por otra parte, el futuro adicto no sale de su alienación, por el

contrario, se sumerge más y más en ella. En otras palabras, el adicto con su

miedo, aislamiento, negatividad, insatisfacción, torpeza social, y sensación de ser

diferente, no encuentra donde ubicarse.           Por el contrario, todas estas

características se afianzan y aumentan de tal manera que cuando llega los veinte,

                                        23                      Father Joseph Martin



treinta, cincuenta o setenta, estas experiencias son tan intensas que lo invalidan

como ser humano. Crecen con el individuo y con el tiempo se convierten en

parte de su naturaleza - la clase de vida que ES-, y las anomalías quedan

establecidas.


       Experiencias "sin vida", producto de la alienación y la falta de contacto.

Soluciones "sin vida", para intentar resolverlas; se convierten en la vida misma de

este individuo. ¡Que situación tan cruel! Un círculo vicioso en el que es más fácil

negar que enfrentar.


       Aunque todo niño experimente sentimientos de alienación a veces física,

mental o emocional; el futuro adicto los experimenta en lo mas profundo de su

espíritu - en su parte espiritual-, en lo que le da vida. Es decir, que aunque en el

fondo de cada uno de nosotros existen sentimientos de alienación que

procuramos superar, en el adicto invaden la parte mas profunda de su esencia;

están tan arraigados que en el momento en que se manifiestan, la persona ya está

muy enferma; es incapaz de auto-diagnosticarse y al menos ante sus propios

ojos, incapaz de resolver su alienación.


      Los comienzos de la adicción son muy sutiles…pero muy reales. Se

ubican en esa parte de nuestro ser que es la mas real - en la esencia misma -. Se

dice que la adicción es un problema interno y sí que lo es. En el momento en que

ya está plenamente desarrollada y se hace visible en el comportamiento, y en los

hábitos físicos del adicto, el daño ya causado en su espíritu es bastante extenso, y

necesitará mucho tiempo y esfuerzo para repararlo.


      Antes de hablar de la recuperación espiritual de la enfermedad de la

adicción es preciso considerar el desarrollo de la enfermedad. ¿Que sucede

cuando una persona ya enferma en su espíritu desde hace tiempo encuentra la

droga de su preferencia?


       Ahora que comenzamos a investigar las consecuencias que trae el

descubrimiento de la sustancia química por parte de la persona enferma, quiero

hacer énfasis en que desde el comienzo incipiente de la adicción, la persona

afligida ya ha estado sufriendo bastante. Un dolor que ni ella misma puede

definir…es un dolor espiritual que crece y se intensifica; y que con el tiempo

también pasará a ser mental, físico y emocional.





                                        (4)



                   EL DESCUBRIMIENTO DE LA DROGA

                                       24                     Father Joseph Martin



      El dolor de la persona adicta es bastante intenso. Es un dolor que no ha

compartido con nadie porque está convencido de que nadie tiene una experiencia

de vida semejante a la suya. Desde el punto de vista del adicto, las personas que

conoce, con las que tiene contacto, a las que observa en la calle, en los

supermercados, en sus casas, etc., todas parecen haber encontrado la clave; clave

que según él, todos debemos encontrar a fin de que la vida funcione.


      Poco se da cuenta de que la vida, una vez otorgada, funciona por sí

misma… a excepción de cuando alguien decide tratar de tomar el asunto en sus

manos, y se convence de que debe encontrar una fórmula mágica que la haga

funcionar.


       Nuestro adicto es ya adulto, en muchos casos, un adulto muy joven, en

otros ya mas "maduro".


       Esta enfermedad no distingue raza, edad, sexo ni condición. Puede

aparecer en cualquier momento, lugar o persona. Desde su imperceptible,

invisible y por momentos inconsciente comienzo en el espíritu humano, la

enfermedad se va desarrollando, apareciendo en la mente y en las emociones. A

cualquier edad que esto ocurra, el adicto ya está más y más separado de sus

propios sentimientos. Hay algunos sentimientos que no le gustan y piensa que no

los debería tener. Siente lo mismo con algunas de las ideas que se le cruzan por

la mente. A su manera de ver las cosas, algunos pensamientos son justificables y

otros no. En cuanto a estos últimos, cree que simplemente no los debería tener.


     Un sacerdote alcohólico en recuperación que trabajaba como rector

académico en un prestigioso colegio, compartió conmigo esta experiencia íntima:


       "Una vez al mes, mis padres iban a visitarme. Yo lo quería muchísimo,

pero estas visitas me causaban mucho dolor. Cuando los escuchaba discutiendo

o peleando, cuando los veía enfermos o descontentos, me entraba un pánico

horrible y me sentía totalmente impotente. En otras palabras, me sentía tan

emocionalmente identificado con ello que nunca pude gozar de su compañía con

la tranquilidad que hubiese deseado. A veces, cuando los miraba alejarse en el

auto, se me cruzaba por la mente el deseo de que tuvieran un accidente por el

camino, en el cual los dos murieran instantáneamente; un doble funeral; y para

mí acabaría de una vez por todas esa situación. En mi mente enferma, pensaba

que si ellos morían, mi dolor se aliviaría. Sobra decir que estos pensamientos

solo contribuían a aumentar mis sentimientos de culpa y acababa con mi

autoestima. ¿Cómo era posible pensar semejantes cosas y ser al mismo tiempo

un buen hijo? Me sentía completamente derrumbado interiormente. Mirando

atrás, yo jamás compartí con alguien ese profundo malestar en mi alma".


      No… el adicto jamás habla con alguien acerca de lo extraño que se siente.

Un error…pero un error comprensible cuando se tiene en cuenta que esta

persona, por mas que quiera liberarse de ese peso, decide que es mejor refugiarse

en un creciente y destructivo silencio. Tiene que hacerlo,puesto que no encuentra

palabras para expresar el dolor que está sintiendo. El adicto sabe por instinto y

está consciente de que el nivel en el cual experimenta su dolor es imposible

explicar.


      Si un amigo le pregunta ¿Qué te pasa? No podría contestarle salvo decir

"no sé". Para muchos de nosotros, y para el adicto en especial, no saber, no poder

                                         25                      Father Joseph Martin



expresar algo en lenguaje humano es lo mismo que estar fuera de control, ser

algo raro que estaría sujeto al menosprecio, a la crítica, a la condena… a la

alienación del resto de la raza humana; y por último a la maldición.


       Así, el adicto no comparte su dolor y como resultado ese dolor se

intensifica. A este punto es una bomba de tiempo ambulante - realiza los

movimientos de vida pero en realidad no está viviendo-, desconectado por

completo de las situaciones y de las personas mismas con quien interactúa. Es la

muerte en vida. Lo peor de lo peor.


      A través de diversas circunstancias, nuestro amigo encuentra la droga de su

preferencia y… ¡finalmente llegó a algo!.Conocí a un alcohólico quien empezó a

beber ya mayor, por la sencilla razón de que había crecido en una familia

alcohólica. Convencido de que el alcohol era algo malo siempre lo evitó. El día

en que por fin decidió probar un trago, exclamó; ¡Con razón la gente bebe!

Habiendo sufrido todas las consecuencias negativas del alcoholismo en su

familia, le era imposible comprender por qué la gente bebía. Cuando probó el

alcohol supo de inmediato la razón por la cual bebían. No se percató de que para

los que no son alcohólicos, el mismo descubrimiento no era aplicable.


      Al ingerir el primer trago, la persona adicta inmediatamente se llena de

bienestar… un bienestar que en el fondo de su corazón sabe que es el que tenía

que encontrar para poder vivir la vida efectivamente; y se llena de esperanza. De

ahora en adelante, para él la vida también va a ser alegría. Va a poder vivir como

todos los demás.


       En un instante, la vida, que en el pasado le había tan difícil, ahora le parece

manejable. Primero que todo, experimenta que le es posible relajarse y divertirse

bajo los efectos de la droga. Puede disfrutar consigo mismo como nunca lo había

podido hacer antes. Los problemas familiares ya no le parecen tan catastróficos;

los problemas del trabajo, con el jefe… se resuelven por lo menos en intención.

Bajo la influencia de la droga no tiene ninguna dificultad en decidir "mañana

hablaré con el jefe y aclararé este asunto". Si tiene problemas culturales, en

cuanto a su origen o raza, etc., ya le parece menos difícil convivir con ello. Es

más fácil hablar de sexo, anticiparlo o realizarlo. Aún, Dios, para aquellos

preocupados por cuestiones de fe o religión ya no es tan misterioso. El Ser

Supremo se convierte en algo más fácil de conocer, controlar, o de descartar e

ignorar. En un instante, la vida se convierte en lo que el adicto siempre buscó

que fuera - una experiencia placentera con todos los problemas resueltos-. Por

primera vez, se convierte en un amigo de la vida y por primera vez, también,

siente que la vida está de su lado.




               CONSECUENCIAS EN EL ESPIRITU HUMANO


      La descripción de la experiencia del adicto cuando finalmente encuentra la

droga de su preferencia muestra la reacción inmediata; y el efecto general que le

produce la droga ¿Pero cuales serán las consecuencias de este descubrimiento en

el espíritu humano? De acuerdo con lo que he observado existen cinco

manifestaciones importantes que quiero discutir.

                                        26                      Father Joseph Martin




                LA ALIENACION EMPIEZA A DISOLVERSE


      Primero, y de mayor importancia: el dolor interior de la alienación

comienza a desaparecer. La falta de contacto básica del adicto consigo mismo

que lo acompaña en todos sus pensamientos, sentimientos, relaciones con los

demás y con el mundo en que vive, parece desaparecer.


      Ya no sufre la diferencia tan radical que lo colocaba fuera de la corriente

principal y que se trataba de algo mas que un simple sentimiento: ese "estado de

vida" arraigado en los mas profundo de su naturaleza, mas allá de la mente y de

las emociones. Aquello que siempre estuvo ahí, que aparecía en los momentos

buenos y en los malos. - en los momentos de sentirse bien o de sentirse mal.


       Con la ayuda de la droga siente hermandad con el resto del mundo, un

sentimiento que por mucho tiempo añoró. Ya no se compara con los demás. Por

primera vez, se siente superior a los demás. ¡Soy lo mejor del mundo! Vengan y

disfruten de mi compañía! Su "exaltación" ahora le hace imposible aceptar que

otros posiblemente no están gozando tanto de la vida. Ahora que él ya sabe vivir,

no puede comprender como alguien no quiere estar en su compañía; ¡si es tan

divertido y tan buena persona! Acaba de encontrar el arte de vivir.


      Ya no es necesario vivir la negatividad. De hecho, ya no existe algo que se

asemeje a la negatividad. ¿A quien le puede importar que esté lloviendo o que

vaya a haber un ataque nuclear en la cuadra siguiente? Ya no hay necesidad de

tener miedo. En realidad, el miedo ha desaparecido por completo. ¡Que alivio!

Especialmente para el adicto que desde que tiene memoria el miedo siempre ha

sido su compañero, aun cuando no hubiera nada a que temerle. Ya no se siente

miedo, ni aun en los momentos en que sentir miedo es absolutamente sano y

normal.


       Como consecuencia, el alcohólico se atreve a buscarle pelea al más grande

en el bar. A pesar de las protestas de sus compañeros de juerga, él insiste en darle

una paliza a alguien quien evidentemente ya tiene la pelea ganada. Un adicto, a

pesar de sus deudas y hasta de un posible contrato sobre su vida; entra a un barrio

peligroso porque necesita mas droga para mantener su estado de ánimo.


       Por muchos años, en mi vecindario había un viejo inválido que se

movilizaba en una silla de ruedas. Era alcohólico y aparentemente vivía en la

calle. Mas bien callado, nunca molestaba a nadie. En ciertas ocasiones, cuando

yo regresaba de mi trabajo me causaba horror verlo en su silla de ruedas metido

en la mitad de una congestionada intersección, dirigiendo el tráfico. En cualquier

momento, podía ser arrollado por uno de los carros que pasaban a toda velocidad.

A veces yo sentía tanto miedo por él, que era incapaz de mirarlo; mientras él

estaba disfrutando la emoción de su vida sin la menor sombra de temor.

       Sin el miedo, la persona adicta ya no es torpe socialmente. Por el

contrario, busca destacarse y ser el centro de atención; y aunque no se lo pidan

insiste en hacer algo para llamar la atención de la gente que él percibe como un

público deleitado y extasiado con sus actos.


       Mientras la persona adicta siempre se sintió insatisfecha, aun en medio de

una experiencia o situación humana positiva, ahora se encuentra totalmente

satisfecho, aun en la peor de las situaciones. Cualquier cosa es motivo de

                                        27                     Father Joseph Martin



celebración, por supuesto que con una ronda de tragos o una fiesta. La razón

puede ser un cumpleaños, un aniversario o hasta un funeral. La meta ahora es no

dejar que nada nuble el camino, divertirse y gozar de la vida. Después de todo,

para eso estamos acá.


      No solo se disipan los sentimientos de alienación con el descubrimiento de

la droga de su preferencia, pero con ellos también desaparecen todos los intentos,

que en en vano realizó en el pasado para encubrir o resolver esa profunda

sensación de malestar que definía su esencia.


       Ya no tiene necesidad de recurrir al escape o a la evasión cuando se

encuentra frente a una situación incómoda. Ahora, el adicto en vez de evitar

situaciones, las provoca. Un alcohólico, por ejemplo, una vez borracho hará lo

imposible por hacerse arrestar de un policía que casualmente pase por ahí. Si el

policía no responde, como con frecuencia ocurre, el alcohólico borracho lo

persigue y lo reta a que lo detenga. En esta etapa de desarrollo de la enfermedad,

la persona adicta hará esfuerzos increíbles por encontrarse con alguien a quien

normalmente y estando sobrio, evitaría a toda costa. Llama por teléfono y hasta

larga distancia, a personas de su pasado y conversa largamente de toda suerte de

sensiblerías y sentimentalismos; o se vuelve irritable y agresivo para mayor

confusión de su paciente interlocutor.


       El aislamiento es ya otro recurso innecesario que el adicto utilizaba antes

de encontrar la droga, antes de consumir la droga que le resolvió la alienación.

Además por la adicción física, el aislamiento ya no tiene sentido. Ya no siente la

necesidad de aislarse. Vive en un mundo poblado por millones de seres, aun si en

ese momento está solo mirando televisión o en la esquina de la calle inyectándose

heroína o cocaína. La droga en si misma ES el contacto; y hace que todas las

demás conexiones con personas, lugares, eventos o cosas sean totalmente

insignificantes y carentes de sentido. El adicto ya no sufre por sentirse

desconectado, ya no tiene que distanciarse de las personas. La droga - algo

exterior a él - le da la ilusión de unidad espiritual, algo que no puede

experimentar sin los efectos de esta.


       Al comienzo, la droga hace que el contacto con los demás sea fácil, natural

y deseable. Por esta razón, el adicto busca fiestas y a personas con quienes

consumir. Con el inevitable avance de la enfermedad o sea con la creciente

unidad con la droga; una sensación de bienestar y mayor satisfacción se

desarrolla; ya no son necesarias las demás conexiones. La esfera de actividades y

de movimientos del adicto, gradualmente se va limitando hasta que solo se trata

de la esquina donde consume; el número de personas con las que se "mete" se va

reduciendo hasta que finalmente no queda sino el vendedor de la droga al que

necesita con desesperación.


       Con el alcohólico ocurre el mismo fenómeno. Al comienzo, el borrachito,

busca la compañía de otras personas, pasa de bar en bar; busca fiestas donde se

consume licor y se la pasa horas en la zona social de su casa (su oasis), bailando,

jugando o conversando filosóficamente con el que quiera escucharlo. Al avanzar

su enfermedad , al alcohólico empiezan a invitarlo a menos fiestas o ya no las

busca tanto como antes. Dándole la ilusión de estar en compañía de multitudes, y

de estar en medio de la ferviente actividad de la vida; el alcohol hace que la

interacción con las personas reales sea obsoleta. Sus amigos cambian y después

desaparecen. Sus lugares para beber gradualmente se van limitando hasta que no

                                        28                      Father Joseph Martin



queda sino un solo bar y finalmente ninguno. Termina bebiendo en su casa o

comprando una botella para beber en la esquina, parque, o en un sitio escondido.


      La droga, al establecerle su conexión, priva al adicto de su necesidad

humana de unión. De hecho, a medida que la enfermedad avanza, el adicto

buscará aislarse porque es la situación ideal en la que mejor puede disfrutar de los

efectos de la droga.


       Ya no tiene que aparentar. Ahora el adicto actúa. Tan pronto una idea le

llega al cerebro ya no la esconde aparentando sino que por el contrario la pone

inmediatamente en acción. Es por esta razón que tiene cambios súbitos en su

estado de ánimo. De la camaradería a la violencia.


       Alberto, un hombre gentil y tolerante por naturaleza, no era muy popular

dentro de los miembros de mi comunidad; a mí en particular, tampoco me

agradaba mucho. No obstante, cada vez que nos encontrábamos me trataba con

respeto y deferencia . Una noche, literalmente me topé con él en la calle.

Inmediatamente vi que estaba borracho. Mientras trataba de mantener el

equilibrio comenzó a lanzarme toda clase de insultos y hasta amenazó con

golpearme. Estando sobrio, Alberto, me hubiera saludado con gentileza y

establecido una conversación superficial pero amable. El alcohol hizo que

"actuara", es decir, que simultáneamente al reconocerme, asumiera una actitud

agresiva hacia mí. La siguiente vez que lo vi, estaba sobrio y excusándose con

mucha incomodidad por su comportamiento.


       El adicto solía racionalizar y juzgar a fin de poder preservar algún tipo de

control sobre su medio ambiente. En esta etapa, el adicto ya no piensa. El

proceso de pensamiento normal es reemplazado por impresiones, impulsos, ideas

aisladas que surgen de la mente de la persona drogada, y que no tiene relación

con ningún otro pensamiento anterior o posterior. El alcohólico o el adicto a

otras drogas , bajo los efectos de ella no piensa coherentemente. Debería pensar,

por ejemplo: Ese policía se está enojando con mi comportamiento ruidoso. Es

mejor que me calme porque me puede arrestar. Su patrón de pensamiento se

acerca mas a: ¡Y ese policía por que está parado allí. Es un cretino! No debe

extrañarnos que esta escena termine en arresto, y además que el adicto piense

después que es injusto e inmerecido.


      La droga es el interruptor principal de todas sus conexiones, elimina en el

adicto la necesidad de racionalizar o analizar una situación. El proceso de

pensamiento lo reemplaza la droga que produce ideas instantáneas y dispersas,

que a su vez lo llevan a situaciones irracionales. La adicción es una forma de

insanidad causada por el deterioro gradual del cerebro.


       Cuando trabajaba para un centro de rehabilitación, hace unos años, conocí

a una mujer de unos sesenta años mas o menos, quien a pesar de haber sido

admitida como paciente sufría de alcoholismo y se negaba a aceptar que tuviera

esa condición. Una mujer encantadora, decía que su hijo era un hombre

increíblemente bueno y cariñoso; pero que tenía la impresión equivocada de que

ella bebía mucho. Todo esto lo expresó con tanta calma y gentileza hacia su hijo

que yo empecé a dudar si ella tenía razón; y que su hijo estaba juzgando la

situación equivocadamente. Cuando finalmente pude reunirme con su hijo y

comentarle las dudas que tenía; él sacó unas fotografías de la casa de su madre

                                        29                      Father Joseph Martin



incluyendo unas fotos de su alcoba. La escena era macabra. El cuarto parecía un

basurero con el piso cubierto de botellas y latas de cerveza vacías.


       Al comentarle a la mujer que su hijo me había mostrado fotografías,

sencillamente sonrió e insensible a la evidencia que yo mismo había visto, me

aseguró que estaba equivocado y que me había dejado convencer por las historias

de su bien intencionado, pero mal enfocado hijo. La habilidad de esta mujer para

pensar en forma racional ya había sido seriamente afectada.


       En el pasado, el adicto utilizaba la proyección para poder mantener algo de

confort. Si las cosas en ese momento no le funcionaban, tal vez en el futuro se

arreglarían. Con el descubrimiento de la droga, la proyección ya no tiene sentido.

El futuro al igual que el pasado se convierten en presente.


      El futuro es ahora. Por eso es que el adicto no tiene (ve) problemas. Si

mañana tiene que enfrentar una situación desagradable, todo lo que tiene que

hacer es consumir su droga de elección. De inmediato, el problema parece fácil

de enfrentar o de resolver. Esto es tan cierto, que el adicto piensa que ya no tiene

que prestarle mas atención… como si el solo hecho de haber pensado en él, fuera

exactamente lo mismo que enfrentarlo… hasta la mañana siguiente, cuando se da

cuenta de que la situación sigue igual, sin tocar, sin resolver, y mil veces mas

atemorizante que antes.


       El pasado también se convierte en presente. Es por eso que el adicto

recuerda el pasado. Le gusta hablar de él, reviviéndolo constantemente y siente

nostalgia a la menor mención de este. Un alcohólico, al que conocí, en el punto

mas crítico de su enfermedad siempre me hablaba horas y horas contándome

diversas anécdotas de su hermano - un hermano al que quería entrañablemente,

pero al que no le había hablado en los últimos diez años. Cuando este hombre

estaba sobrio, era imposible sacarle una sola palabra amable con respecto a su

hermano. Decía que lo odiaba y que así sería por el resto de su vida. Sin

embargo, cuando estaba borracho, el hermano de su pasado cobraba vida de

nuevo y este alcohólico podía pasarse horas (si yo hubiera tenido la paciencia de

escucharlo), hablando de los momentos buenos que compartieron en la infancia.

Una noche, a pesar de todas mis protestas llamó por larga distancia a su hermano,

e insistió que yo hablara con él; puesto que nunca nos habíamos conocido fue un

momento bastante incómodo para ambos…y supongo que no menos incómodo

para mi amigo alcohólico cuando recibió la cuenta del teléfono, y no podía

acordarse siquiera de haber hecho la llamada. El punto es que cuando estaba

borracho, las experiencias del pasado con su hermano se convertían en la realidad

del presente.


       Con frecuencia, el adicto una vez en recuperación, mira atrás, al momento

en que descubrió la droga con gratitud por haberla encontrado en ese preciso

momento. El dolor anterior al consumo había sido tan largo y tan intenso sin

alivio alguno que se pregunta que hubiera pasado si no hubiera encontrado la

droga. En retrospectiva, la droga en cierta forma, fue una bendición, un alivio

que lo llevó a un dolor muchísimo mayor; pero que también lo condujo a la única

solución auténtica y genuina que puede lograr el adicto - el proceso de

recuperación-.


      Por ahora, el primer efecto del descubrimiento de la droga es la nueva

experiencia de satisfacción que resuelve ese horrible sentimiento de alienación.

                                        30                      Father Joseph Martin





                 POSIBILIDAD DE CONTROLAR LA VIDA


       El segundo efecto en los inicios del consumo es la sensación de que existe

la posibilidad de controlar la vida (incluyendo a Dios). Esta idea surge en un

momento en que el adicto comienza a sentir pánico. Por alguna extraña razón,

todas las personas adictas antes de encontrar su droga de elección, creen que la

vida es exitosa solamente cuando uno es capaz de encontrar esa fórmula mágica -

esa clave -, ese algo misterioso que es lo que hace que la vida funcione. Mientras

observan a las personas a su alrededor se convencen de que estas personas ya han

encontrado la formula para el arte de vivir.


      El adicto se imagina que es toda clase de cosas. Por ejemplo, tal vez la

clave sea asegurarse de no tener enemigos y estar seguro de llevarse bien con

todos. Posiblemente desea ser diferente y decir las cosas como las ve; o tal vez,

crea de que entre mas ruido se haga mas se gana y se obtiene lo deseado. La lista

de cosas imaginables es eterna y solo Dios sabe que el adicto está dispuesto a

ensayarlas todas.


       Antes de consumir cualquier sustancia, Ramón vivía en Nueva York con su

mujer y sus dos hijos pequeños de tres y cinco años. La familia era mantenida

por el bienestar estatal, vivían en un barrio marginal, y en general la vida no era

muy feliz. La relación con su mujer se había deteriorado y él estaba comenzando

a ser abusivo físicamente con sus hijos. Ramón, estaba aburrido, solo y

deprimido. Creía que un trabajo, si solo pudiera encontrarlo, le daría un nuevo

propósito en la vida, autoestima y la esperanza de mejorar las condiciones de vida

de su familia. Estaba seguro de que el trabajo sería la clave que finalmente le

abriría la vida, y la posibilidad de cumplir sus expectativas.


       De repente, consiguió trabajo y por un tiempo, Ramón se sintió ubicado.

Se sentía orgulloso de sí mismo. Hasta había logrado reunir la cuota inicial (pié)

de un auto usado. Sin embargo, la sensación de insatisfacción y el peso del diario

vivir lentamente reaparecieron. Una vez mas, las cosas parecían salirse de su

control. Parecía que no podía sujetar la vida que una vez creyó tener en la palma

de su mano.


      En ese momento fue introducido a las drogas. Compañeros de trabajo lo

convencieron de probar cocaína. A los seis meses, esta desvastadora droga lo

colocó en el camino de creer realmente, otra vez, que estaba en control de su

destino.


       De la noche a la mañana, Ramón, abandonó su auto en el aeropuerto y sin

decirle nada a nadie, ni siquiera a su familia tomó un vuelo a Perú, y allí se fue a

un pueblito lejano a vivir con su madre. Estaba seguro de que un cambio radical

de lugar y de estilo de vida le ayudaría a redescubrir la felicidad. Después de un

mes se puso en contacto con su mujer; le dijo que empacara todo, preparara a los

hijos y se viniera con él. Detectó en la voz de su mujer el temor de efectuar

semejante cambio tan brusco, y Ramón trató de convencerla de que allí las cosas

serían excelentes para todos. Finalmente ella accedió.

                                        31                     Father Joseph Martin



       Lo que vendría para la familia de Ramón en Perú solo puede catalogarse

como un desastre absoluto. En ese momento, el consumo de Ramón era bastante

fuerte y estaba muy endeudado. No tenía trabajo y su madre lo había echado de

la casa. Lo último que supe es que su mujer y sus hijos estaban viviendo con la

madre de Ramón mientras juntaban el dinero suficiente para volver a Nueva

York. En cuanto a Ramón, no lo habían visto últimamente y temían por su vida.


       De la larga búsqueda de Ramón por encontrarle una solución a la vida,

-antes de consumir drogas-, alcanzó un punto después en donde una vez mas

creyó en la posibilidad de hacerla funcionar mediante una manipulación

apropiada de las circunstancias o situaciones externas, esta vez ya bajo los

efectos de la droga o mejor ya con su enfermedad plenamente desarrollada. Pero

su esfuerzo por "arreglar", controlar las cosas solo llevó a un desastre mayor para

él y para sus seres queridos.




             LOS COMIENZOS DE LA PROCRASTINACION


       Un tercer efecto de la droga es sembrar semillas de la procrastinación y del

constante posponer de las cosas lo que es una característica de todos los adictos.

Si el futuro es el presente, todo lo que el adicto tiene que hacer es emborracharse

o drogarse y todos los planes, como llevar los niños al parque, completar un

trabajo, estudiar, etc., se llevan a cabo con el solo pensar de ellos. Cree que con

la droga nada es imposible y es solo cuando el adicto se baja de sus efectos, se da

cuenta de que nada se ha hecho y que además la energía para hacerlo se le ha

agotado. Entonces, las tareas se posponen para un mejor momento…. momento

que nunca llega.


       Elena fue educada para ser una persona ambiciosa, trabajadora, y seria con

respecto a sus metas. Quería ser arquitecto, pero la vida para Elena no era solo

trabajo y poca diversión. En los años de universidad aprendió a fumar marihuana

y a tomar margaritas y pisco sour a la par del resto de sus compañeros. Se vio

involucrada en algunos incidentes. Tuvo dos accidentes de tránsito, de otra

situación salió embarazada, y todo esto como consecuencia directa de su abuso

del alcohol y otras drogas.


       Por fortuna terminó sus estudios. Sus padres desconocían sus dudosas

escapadas y todos los problemas que surgieron a causa del consumo de drogas

fueron de alguna manera disimulados sin mayores consecuencias negativas. Lo

que realmente era importante,era que tenía planes concretos para el futuro. Se

iría a Nueva York, donde se inscribiría en el Instituto Pratt y conseguiría un

trabajo relacionado con su profesión. Naturalmente, tendría que compartir un

departamento porque sus recursos eran escasos.


       La pobre Elena nunca llegó a la oficina de empleos, ni tampoco buscó un

trabajo pero encontró un departamento. Desafortunadamente lo compartía con

una mujer cuyo novio no solo vendía drogas, sino que usaba el departamento

como centro de ventas.


      Durante la primera semana en la ciudad, Elena decidió posponer sus planes

por un mes. Se daría ese tiempo para "acomodarse" a su nuevo medio ambiente.

Al finalizar el mes, estaba tan bien acomodada que su enfermedad progresaba,

                                        32                     Father Joseph Martin



ahora vendía su cuerpo a los clientes del novio de su amiga que entraban día y

noche; consideraba que sus planes originales no tenían sentido.


       En el caso de Elena, las primeras fases de la adicción física se apoderaron

de su vida completamente y se desarrollaron rápidamente. Al cabo de una

semana había pospuesto su plan inicial por un mes. Después del mes ya quería

posponerlos por lo menos un año más. Ya han transcurrido cinco años y me

duele informar que Elena no se ha recuperado. En la actualidad vive en una casa

donde se venden drogas. Se le ve arruinada y sin esperanzas. Se ha envejecido y

se ve muchísimo mayor de lo que es. Cuando ocasionalmente me la encontraba

por la calle, me decía "Voy a volver a cunplir con mis metas, todavía quiero

inscribirme en Pratt. Tal vez lo haga el año entrante, pero por ahora tengo

muchísimas cosas que hacer". La triste verdad es que Elena no tiene nada que

hacer. Ha perdido su capacidad de elegir. Tiene que continuar consumiendo.




             DISMINUCION DE LA ANSIEDAD Y EL MIEDO


      El encuentro con la droga disminuye el miedo y la ansiedad. Mas allá de

los miedos y temores que nos afectan a todos en el diario vivir; el adicto desde su

niñez ha vivido con un miedo constante a la vida, que no es producto de la

paranoia ni una disfunción de las emociones o del cerebro, sino que un miedo

integral de su propio ser, de esa parte suya que es su identidad. Con razón a este

miedo a veces lo denominan miedo espiritual.


       ¡Qué libertad! Es como sentir que se sueltan las correas de la camisa de

fuerza que lo habían sujetado por años. La droga le quita la parálisis del miedo y

la preocupación, deshace las inhibiciones; finalmente, el adicto puede dejar su

casa, salir al mundo, y ser el mismo,ser "auténtico".


       Alfredo y yo éramos compañeros de pieza en la universidad. Él venía de

un pueblo pequeño de Rhode Island; era extremadamente tímido, no solo con

extraños sino también con la gente que lo conocía bien. Si necesitaba pedirme

algo, un lápiz o una hoja de papel se le dificultaba hacerlo. Yo por otra parte era

más agresivo y directo. Aun cuando estuviese solo conmigo, Alfredo siempre me

dejaba tomar todas las decisiones e iniciativas. Fue siempre muy correcto y

tenía pánico a cometer un error, tomar una decisión equivocada o a hacer el

ridículo.


       Tan pronto como se tomaba un trago, Alfredo se relajaba y dejaba de lado

todas sus inhibiciones. Una noche visitando a un matrimonio joven decidimos

jugar cartas. Se sirvieron unos tragos y Alfredo en el curso de la noche se tomó

cuatro whiskys. Yo opté por agua mineral. En un instante, su comportamiento

cambió. Se volvió conversador, contó varios chistes, que nos hicieron reír

mucho, mas por la gracia con que los contaba que por el humor que contenían.

Cuando llegó el momento de irnos, casi nos toca sacar a Alfredo por la fuerza.

Le pedí las llaves del auto diciéndole que era peligroso que él manejara. Para

sorpresa mía se burló de mis miedos "infundados", y en forma bastante agresiva

comenzó a atacarme diciendo: "tu no eres tan inteligente como crees, siempre

eres tan arrogante, yo estoy bien y soy tan capaz de manejar como tu".

                                        33                      Father Joseph Martin



      Con el tiempo, el alcoholismo de Alfredo se desarrolló plenamente; por

fortuna hoy en día está en recuperación.


      Otro caso que recuerdo, era una alcohólica que también era adicta a los

tranquilizantes; vecina de un amigo mío. Trabajaba como secretaria en una

oficina de abogados y "aparentemente" era una persona bien ajustada que no daba

señal alguna de estar sufriendo. Como sucede con frecuencia en las personas

adictas desarrolló un miedo irracional, en su caso particular al transporte público.

No queriendo beber alcohol antes de dejar su casa por la mañana, por miedo a

que la descubrieran en la oficina, se tomaba dos pastillas de Valium.

Inmediatamente el miedo como por arte de magia desaparecía..


      Una historia clásica contada por personas en recuperación en el programa

de los Doce pasos, es de alcohólicos a quienes les encanta buscar peleas con

personas grandes. El alcohólico o el adicto se libera del miedo. La droga les da

un valor inmenso y los hace actuar de un modo que sorprende a quienes los

conocen e incluso a ellos mismos. Su sorpresa termina en gran confusión y no

pueden explicarse porque ese tipo grande le dió semejante paliza.




                            FALSAS ESPERANZAS


       Por último, el descubrimiento de la droga le da al adicto esperanzas. Es

una esperanza básica y esencial. Es la esperanza de finalmente poder vivir como

todos los demás, - sin preocupaciones, creativamente y aun con amor-. Por

primera vez, puede reír… y llorar. Se siente en mucha mas unidad con el mundo

de lo que jamás pudo sentir en su vida. No es de extrañar entonces que cuando le

dicen que su problema es la droga, lo niega no solo con el movimiento de su

cabeza, sino con el movimiento de todo su ser, con su espíritu. Su negación no es

solo mental y emocional. Su negación es con todo su cuerpo y alma; lo que le

están diciendo es por completo equivocado y su experiencia le prueba que está en

lo cierto. Si se siente mal, - pum-, toma la droga e inmediatamente se siente bien.

¿Quién puede argumentar lo contrario?


       Desafortunadamente, esta esperanza que el adicto experimenta como real

es absolutamente falsa. ¿Cómo podría ser de otro modo? La esperanza es el

producto de una fuente externa de energía. Proviene de algo que tiene una

realidad química y no una realidad humana o espiritual. Es una trampa que lo

lleva a una mayor desesperación.


       En este momento, comienza la mentira. El espíritu no está identificado de

manera inadecuada. Lo que el adicto cree es que su espíritu humano, finalmente

libre, capaz de respirar y funcionar, como siempre quiso que lo hiciera, no es otra

cosa que los efectos de la droga (muy cortos por cierto). Los indios americanos

cuando conocieron el alcohol, correctamente se referían a el cómo el "espíritu".

El dolor previo al consumo de la droga es un interminable suspiro del espíritu

humano por la vida y el vivir; el descubrimiento de la droga, equivocadamente,

se identifica como el haber logrado una meta.


      La droga en realidad no funciona, porque hace que el adicto se crea lo que

en verdad no es; y que no es lo que en verdad si es. El adicto piensa que su

                                        34                     Father Joseph Martin



renovado entusiasmo por la vida ha surgido de su verdadero "yo". Este es el

comienzo de la mentira y tragedia que en el futuro lo llevará a una hecatombe.


      Esta nueva esperanza en la vida tiene sus raíces NO en el espíritu humano,

sino en una substancia química que no tiene realidad espiritual ni humana. Por

desgracia, el adicto pronto se va a dar cuenta de ello.


                         LA HORRIBLE REALIDAD


       El alcohólico o el adicto a otras drogas, al día siguiente, cuando está

sufriendo los síntomas de privación (abstinencia, deprivación , guayabo, resaca,

hacha o cruda); comprende cruelmente que ha sido engañado…. él simplemente

es un estúpido y la experiencia aparentemente auténtica de la noche anterior no

fue real , lo que aumenta su confusión y desesperación.


       Todo lo que sucedió durante su "parranda", no solo es ahora una pesadilla,

sino algo de lo que quiere olvidarse por completo. A las personas con las que

estuvo, no las quiere ni ver. El dinero que derrochó y que le pareció fantástico

hacerlo, le produce vergüenza. Aún el recuerdo de lo bien que se sentía en ese

momento lo hace retorcerse de dolor, un dolor que solo aquellos que han pasado

por lo mismo pueden entender.

       En una palabra, el adicto se siente destruido. Así que hace lo que le parece

que es lo único posible que le queda por hacer. Tiene que continuar buscando

una forma de salir de su “no vida”. Lo hace dedicándose por completo a la droga

de su preferencia (elección).


       Al mismo tiempo, sabe que algo está mal. Sabe que su elixir no es la

respuesta. Por lo tanto está atrapado entre la última posibilidad de esperanza que

tuvo por un momento y que tristemente se convirtió en mayor dolor, y el aun

existente deseo de vivir bien, pero este ya le está pareciendo más y más difícil de

lograr.


       El adicto está demente ( hace cosas irracionales, ilógicas e irresponsables

esperando resultados diferentes), emocionalmente confundido y todavía

racionalizando a toda velocidad. La demencia invade el núcleo de su ser - el

espíritu-. Se convence más y más de que en lo profundo de su ser algo está muy

mal, no es en la superficie, es en su Yo. La vida nunca ha estado de su lado.

Siempre estuvo luchando contra la vida…. para poder sobrevivirla. La vida

siempre le ha jugado malas pasadas. Aun , la experiencia buena, fugaz y

aparentemente real con la droga ha sido, de nuevo, una bofetada en la cara. Lo

que debía funcionar - y lo que ha sido la única cosa en el mundo que por un

momento funcionó - no era la solución perfecta. ¡Siempre el o ella ha sido la

excepción! ¡Nunca nada le ha resultado! Y ahora está demente.


       Inconscientemente, asume la actitud de un guerrero; y, en efecto, declara la

guerra. Es aquí que toda la insidia de la enfermedad y su poder destructivo se

hace aparente. Si esta enfermedad fuese solo física, el adicto declararía la guerra

a la droga y no volvería a consumir. Pero la adicción es irracional; lo mismo que

el adicto. Como resultado, el adicto enfila sus armas contra todo menos contra el

enemigo.


      Se pone en contra de los demás y con frecuencia es más agresivo hacia las

personas que están más cercanas a él; con el tiempo, lo será hacia todo el mundo.

                                       35                     Father Joseph Martin



Se pone en contra de lugares. Detesta el sitio donde vive, sus alrededores, su

casa y eventualmente a todo el planeta. Se pone en contra de las cosas.

Recuerdo a mi padre cuando le pregunté del porqué se había emborrachado la

noche anterior y me respondió: "Es por ese piano que tu mamá se niega sacar".

Mi madre adoraba su piano, había pertenecido a mi abuela y ella se lo había

regalado. En mi ingenuidad y con el gran deseo de hacer cualquier cosa para que

mi padre dejara de beber, le creí y le rogué a mi madre que lo sacara. Ella

accedió. Adivinen que hizo mi padre….. ¡Correcto! ¡Se emborrachó!


       Con frecuencia, a lo último que el adicto se pone en contra es a la droga

misma. Mientras la maldice con el mismo respiro la ingiere. Consideremos el

lenguaje con el que el alcohólico o el adicto se refiere a la botella o la droga,

siempre es la…botella, o esa…A veces, para el ojo experto, es posible detectar el

comienzo del odio hacia la droga que poco a poco le ha robado la libertad para

dejar de consumir. Puede vislumbrarse en sus movimientos faciales o corporales.


      Ante la declaratoria de guerra el adicto se arma con lo que yo llamo

"herramientas de defensa". Estas herramientas que el adicto toma son las mismas

herramientas utilizadas por la enfermedad misma. Son las mentiras, odio,

negación, manipulación, violencia, crimen y la destrucción sin límites.


       El deterioro espiritual arriba mencionado es el punto neurálgico del

deterioro mental y físico por venir.





                                       (5)

                                         36                      Father Joseph Martin



            PROGRESION ESPIRITUAL DE LA ENFERMEDAD



       Desde el punto de vista espiritual, las etapas tempranas de la enfermedad se

caracterizan por una esperanza que es falsa. A medida que la enfermedad se

intensifica y permanece sin tratar, entra en la etapa de progresión rápida. Las

consecuencias sobre el espíritu humano son de doble efecto.




                  PLENO FLORECER DE LA ESPERANZA


      En primer término, el adicto ,sea o no creyente ,experimenta un florecer

pleno de esperanza. Trágicamente, esta esperanza también es falsa. Les explico

lo que quiero decir.


       Repentinamente, el adicto se convierte en filósofo experto. Ya para el no

existen secretos profundos, ni misterios ocultos en la vida. El adicto tiene una

teoría para todo. Se le puede preguntar cualquier cosa en relación con lo que sea,

ya sean temas que están dentro o fuera de la esfera de sus conocimientos. No

solamente tiene la respuesta sino que mas le vale al que pregunta estar de acuerdo

con él. El no le está dando solo una opinión…le está dando la verdad revelada.

Yo sospecho que aquí se presenta un fenómeno que no es excepcional. La

enfermedad lo ha despojado de sus conocimientos, si los tiene, y le ha dado la

ilusión de ser una autoridad en todos los campos. Mas aún, la enfermedad en sí,

se va llevando al adicto por el sendero del error total. Lo conecta con la mentira

de las mentiras. Confirma sus ideas de que una vida exitosa demanda que uno

esté al tanto, es decir que conozca absolutamente todo.


       Por desgracia, esta exhibición de supersabiduría está acompañada de una

creciente alienación y un desprecio por la capacidad de la mente del ser humano

para aprender e investigar mas allá de la propia esfera de conocimientos. Con el

tiempo, el adicto, junto con su creciente ilusión de saberlo todo, siente desdeño

por la mente humana; pierde respeto por ella, y la considera una maldición en vez

de un don.


       Fernando, un amigo mío, es un buen ejemplo de esta extraña

transformación. Un hombre brillante, graduado del MIT(Instituto Tecnológico de

Massachusets,USA) en ingeniería aeronáutica. Su carrera profesional era

igualmente brillante y ganaba muchísimo dinero.Fue criado en un hogar católico

pero eventualmente había abandonado esa fe.


      En el curso de los años y en las ocasiones escasas en que nos reuníamos,

solíamos discutir materias religiosas por horas y horas. Aunque con frecuencia

no estaba de acuerdo con él, no podía por esto dejar de admirar la fuerza y la

belleza de los argumentos de su mente científica. También en el curso de estos

años fue progresando su alcoholismo.


      Hace poco lo visité en Tucson, Arizona donde vive actualmente. Ya

bordeando los sesenta, no tiene nada que ver con la persona que una vez conocí.

Su cinismo es total y se refiere a su excelente formación intelectual, al igual que a

las capacidades mentales, en términos peyorativos e increíblemente degradantes.

Continúa siendo antireligioso, pero ahora es también anti-intelectual y sostiene

                                        37                      Father Joseph Martin



que los poderes de la mente fueron solo otro truco de la naturaleza para hacer de

él, al final, un perdedor.


       De la misma forma el adicto se convierte según sus inclinaciones

temperamentales en un experto en política. De repente, él podría cumplir una

función mucho mejor que el alcalde o el presidente. El presidente del sindicato

de trabajadores es un inepto, los jefes de gobierno locales unos cretinos. Al

mismo tiempo denigra a todos los políticos y a la política misma. Solo él, con

sus profundos conocimientos, sabe de la inutilidad de todos los esfuerzos por

salvar algo que ya está irremediablemente perdido o que no vale la pena salvar.


      En el campo de la religión, o en materia de creencias personales, nuestro

adicto se declara ateo y maldice a la vida y la naturaleza; o se declara un creyente

fervoroso-el único realmente sincero-, si solo el mundo fuese capaz de

reconocerlo; mientras que al mismo tiempo maldice a Dios y a todos los sistemas

de creencia.


      Esta es la etapa de progresión de la enfermedad que trae a la superficie

todos los fracasos profundamente arraigados en él. Las virtudes de las cuales

ruidosamente afirma ser un modelo son precisamente aquellas de las que

más carece.


       No existe nada más trágico de presenciar que una mujer, sentada en un bar,

admitiendo ser la criatura más vil que existe sobre la tierra. ¡Pero que a nadie se

le ocurra cuestionar sus cualidades como madre! Exclamará ante todos los

presentes, a pesar de haberse culpado de los peores errores y más terribles

pecados, de que es y siempre será la mejor madre del mundo… ante el aplauso

de aprobación de sus compañeros alcohólicos. mientras tanto sus hijos están

solos en casa sin comida y abandonados.


      El sacerdote, pastor, o rabino "experto" que declara ser el mejor del mundo,

cuando es incapaz siquiera de cumplir con las tareas más sencillas de su

profesión. No puede llegar a tiempo al servicio religioso y no nos olvidemos de

todos los "expertos" que no llegan a tiempo a cumplir con sus funciones.


       En breve, el adicto en este momento de su vida o no es nada o es un

experto. Lo triste es que el adicto se lo cree. De hecho se lo cree todo. Muchas

peleas se han causado por alguien que tuvo la osadía de poner en duda la

sinceridad o la veracidad del discurso del adicto. El mentiroso se vuelve víctima

de su propia mentira. Inventa … y a continuación se cree su propio invento.


       El estar todavía mentalmente alerta y sensible, y además pasar por lo que

acabo de describir es el infierno mismo. La descripción más cercana que se puede

utilizar para describir el dolor de esta enfermedad es: INFIERNO.




                            EL AMANTE EXPERTO


      A medidad que la enfermedad avanza llegamos a la última etapa de su

desarrollo. Si no es tratado el adicto llegará a experimentar el más profundo

dolor de todos: se convierte en el amante experto… pero esto también es falso.

La programación de la enfermedad lo pone en contacto con la realidad misma

                                        38                      Father Joseph Martin



que se le está saliendo de las manos. A medida que se convierte en alguien

incapaz de amar o de recibir amor, esta necesidad se hace muy consciente y al

mismo tiempo se enfrenta con la realidad de que en su vida la carece por

completo. Para aliviar su dolor, se convence a sí mismo de que él y solo él tiene

la más grande capacidad de amar y recibir; el único problema es que no ha

encontrado a alguien con la misma capacidad de reciprocidad.


       Aquí se nota una mentira y un odio absoluto y creciente , basado en el

deseo imperioso de descubrir la verdad y el amor. Esta es la paradoja de la

enfermedad. Más concretamente es la contradicción inherente a la enfermedad:

la existencia de dos realidades, una junto a la otra. Al contrario de la naturaleza

de la paradoja en que se unan dos cosas aparentemente desiguales; la enfermedad

une al adicto con dos realidades que en efecto son desiguales y contradictorias.

Como resultado, el adicto aún siendo real se va volviendo más y más irreal; y por

lo tanto carente de espíritu.


       Si es creyente, el adicto dice conocer y profesar un profundo amor a Dios.

Al mismo tiempo y literalmente siente odio hacia Dios y expresa su profundo

rencor. También afirma profesar un inmenso amor por los demás o por las cosas;

sin embargo al mismo tiempo las odia tanto que físicamente quiere hacerles daño,

y si fuese posible destruirlas por completo. Ha perdido su respeto por las cosas.

Si se golpea con algo, lo maldice y a veces lo destruye. A la altura máxima de su

clamor de ser un amante experto su mundo se va reduciendo. Desde el comienzo

de la enfermedad lo ha atacado en su interior. En su creciente aislamiento se

enfurece de que allí, en el interior de sí mismo, dejó de existir. Nacido para ser

un creador de vida, sin quererlo, se ha convertido en su más hábil

destructor.




              ODIO HACIA LA DROGA Y HACIA SÍ MISMO


       Al final de la evolución lo único que queda, lo que no se ha apartado de él,

lo único que no se ha desintegrado a su contacto, es su droga de elección. No

obstante, aunque es incapaz de abandonarla y por el contrario se aferra más y más

a ella, siente por ella un odio muchísimo más profundo del que le puede profesar

una persona no adicta. Para odiar con esa intensidad es indispensable ser adicto.


       Tomemos por ejemplo al adicto consumado en camino a comprar la droga.

Su cara está dura y contraída. No está de ánimo para chistes. No puede reír,

porque está lleno de odio por la droga que ya se convirtió en necesidad; lleno de

odio también por quien la vende, pero ante quien, si fuera necesario se le

arrodillaría a rogarle, aunque en el fondo tenga una pésima opinión de él. Es la

misma razón por la cual el alcohólico se aferra a su botella casi vacía; la acerca a

su boca para acabar el contenido mientras la mira con desprecio, la maldice y la

tira violentamente para que se rompa en mil pedazos.


       Ahora, el adicto se encuentra en un callejón sin salida. Aunque todavía

existan personas a su alrededor y aunque todavía mantenga su empleo, desde su

punto de vista, ya no existe nada. Nada excepto el mismo; y cuando mira lo que

es, siente una tremenda repulsión. Ya, la mente es insana, pero todavía funciona

y las emociones están distorsionadas pero aún funcionan. Como resultado,

cuando el adicto se mira a sí mismo lo hace con la habilidad de saber y sentir, a

                                        39                      Father Joseph Martin



pesar de su mente enferma y de sus emociones trastocadas. Por fortuna, el

espíritu aun medio sobrevive. Por lo tanto, nuestro adicto aún vive y puede ser

ayudado. Este es uno de los enigmas de la adicción: la recuperación es posible,

porque no se ha destruido el espíritu, la esencia en sí del ser humano - ni la

enfermedad, ni la muerte, ni la adicción. Como dijimos al comienzo de este

libro, la adicción es una misteriosa falta de contacto con la vida, pero no es la

eliminación de ella. Una vez en recuperación, el adicto se reencontrará con ella

en condiciones maravillosas. Durante los años activos de la enfermedad el adicto

está perdido. No puede encontrarse a sí mismo.


      Una mujer adicta me contó que una de las experiencias más dolorosas de

su adicción era levantarse y mirarse al espejo: "era como mirar a alguien a quien

se desprecia, a alguien con quien no me gustaría tener nada que ver". Esto lo

dijo con un gran esfuerzo por encontrar las palabras exactas para describir esta

experiencia tan horrenda.


      El único recurso que le queda es la VENGANZA. El adicto desde su

perspectiva ha perdido la guerra en todos los frentes. Así que: ¿Qué puede hacer?

Se hunde en la desesperación y se la transfiere al mundo. Si él no puede tener

esperanzas hará todo lo posible por hacer que nadie la pueda tener. A este punto,

se declara maldito y por lo tanto maldice al mundo y a todos los que en el existen.

Es mejor ni mencionarle la palabra optimismo; lo odiará, si es que no trata de

darnos un golpe en la nariz. El optimismo le causa dolor e incrementa su

desesperación. Otra herramienta de venganza es la maldición. Claro que sabe

que él está maldito; por extensión maldice al mundo. Si él está maldito su

deducción es que nada ni nadie merece ser salvado.


       Finalmente, produce su última herramienta de venganza - la muerte. El

adicto quiere morir. Contrario a las estadísticas que he visto y a las opiniones que

he escuchado, es mi opinión que no son muchos los adictos que realmente

cometen suicidio. A parte de las sobredosis, los muchísimos intentos de suicidio

son un desesperado llamado de ayuda, desafortunadamente algunos terminan en

la muerte. Los adictos en general solo desean la muerte. En la mayoría de los

casos es el único deseo que les perdura . Sin embargo, son pocos los que en

realidad quieren , en verdad ,cometer suicidio.


      También desean la muerte de otros, por muchas razones: porque la persona

es mala, porque es deshonesta, porque nunca ha trabajado, etc. Otra razón para

desear la muerte de los demás es que es incapaz de amar, de decirle sí a la vida -

el don de los dones-.


       Creo que el ser humano es un ser espiritual. Como tal, sobrevive en la vida

a causa del amor. Pienso firmemente que si en algún momento el ser humano se

viera sin amor, moriría. El amor es el pulmón espiritual del ser humano, lo que

discutiremos en los capítulos siguientes. Por el momento solo quiero aclarar que

el estar incapacitado para amar y al mismo tiempo estar dotado de vida cuya

naturaleza misma es el amor, es estar en una posición insoportable. Una vez más,

es el infierno. Por eso dicen que si quiere saber lo que es el infierno:

pregúnteselo a un adicto.


       Los efectos espirituales de la enfermedad de la adicción a medida que esta

progresa y alcanza su inevitable fondo son desvastadores. La esperanza general

inicial, la fe universal, y el amor ilimitado, se convirtieron al final de la

                                      40                     Father Joseph Martin



progresión en lo que verdaderamente fueron todo el tiempo - las semillas de la

eventual desesperación, maldición, y muerte.


      El adicto realmente no está viviendo. Esta experiencia de no vida, cuando

todavía hay vida, es una condición de una crueldad infinita. Es un dolor que

desafía toda descripción. Solamente viviéndolo es posible conocerlo. Es mejor

estar muerto que muerto en vida.


       La muerte del espíritu produce la muerte de la mente, de las emociones, y

finalmente la del cuerpo. La adicción es en verdad mortal. Es una enfermedad

fatal. Matando al espíritu con plena seguridad seguirá el cuerpo. Estamos, en

este punto, en lo profundo de la peor enfermedad que conoce la humanidad,

porque es una enfermedad que ataca desde el interior hasta el exterior. Ningún

campo de la vida con el que se tiene contacto está libre de sus fuerzas

destructoras. Desde el espíritu del individuo penetra en cada área de su ser, su

cuerpo, su mente, su vida emocional.


       Mas aún, la enfermedad contamina lo que la persona toca… no con sus

manos pero sí con su amor. Por esto es que los miembros de su familia y

aquellos cercanos a él se infectan de su enfermedad: los codependientes .No es

necesario que entren en contacto con la droga misma. Estas víctimas

desafortunadas no necesitan estar presentes cuando el adicto consume. Ya que la

naturaleza de la enfermedad es espiritual se transmite también por medios

espirituales, es decir por medio de una relación afectiva con el adicto activo.


      Guillermo, un amigo de mi infancia que creció en un hogar alcohólico me

contaba que aun separado físicamente de su padre alcohólico, podía sentir el

dolor de ver a su padre bebiendo, igual que si estuviera parado junto a él: "Un

día estábamos patinando con un grupo de amigos cerca a mi casa. De repente,

me quité los patines y comencé a alejarme. Mis amigos me gritaban, querían

saber por qué me iba. Les dije que tenía que irme a casa. De hecho, apenas

llegué, supe que mis padres habían discutido y que mi padre había salido a

emborracharse. Estas premoniciones me ocurrían con frecuencia".


       Como resultado de esta fácil transmisión, el codependiente también se

enferma espiritualmente. El también se desconecta de la realidad, de la

esperanza, y de la capacidad de vivir. Al igual que el adicto experimenta una

progresión de la enfermedad, y poco a poco, la disfunción espiritual produce

alteraciones mentales, emocionales y físicas. Este mismo amigo, me confesó que

a la edad de siete años ya era un experto en miedo y odio.


      "Solía esperar el bus del colegio con mi madre. El paradero estaba

directamente enfrente del bar que frecuentaba mi padre. El solo hecho de mirar

el bar me hacía querer lanzarle una bomba. También deseaba matar a las

personas que entraban o salían de ahí, las odiaba y pensaba que todas eran

malas. Sí… aún a esa edad se puede odiar profundamente a pesar de no

conocer a esas personas. Con respecto al miedo, siempre me acostaba a la

misma hora, pero arrinconado lleno de temor, esperando el regreso de mi padre.

Aun las veces que él estaba en casa, me costaba trabajo dormirme, por miedo a

que se presentara una discusión y saliera a emborracharse. El miedo y ese

continuo estado de ánimo me afectaron terriblemente. Era hipersensible,

susceptible y extremadamente nervioso".

                                        41                     Father Joseph Martin



      No quiero extenderme con respecto al problema de la codependencia,

aunque no por este motivo desconozca su importancia. Quiero enfocarme en la

recuperación del adicto. Sin duda la enfermedad de la adicción es incurable.

Está marcada por la vergüenza y la condena social. Peor aun, ataca a la persona

en su propia esencia. Pero también es la mejor de las enfermedades en el sentido

que lleva, - no garantiza-, una promesa de esperanza de lograr una recuperación

mas allá de todo límite soñado.


      Es a esta esperanza de recuperación a la que quiero referirme ahora.





                                        (6)


      EL NACIMIENTO DE LA SOBRIEDAD ESPIRITUAL: LA VIDA



      La vida del cuerpo mantiene la vida del espíritu. En el programa de

autoayuda de Alcohólicos Anónimos con frecuencia se oye decir: "Comience

por traer el cuerpo…. que la mente y el espíritu le seguirán después".


       Sin duda alguna, el primer esfuerzo en el tratamiento de la adicción es

tratar de recuperar el cuerpo. Los aspectos físicos aunque no sean el fondo de la

cuestión deben ser prioritarios. Cuando nace un niño lo primero que hacemos es

investigar su bienestar físico. Después, con el transcurrir del tiempo observamos

su interior, su alma, su singularidad, en otras palabras: Su espíritu.


       Observemos la sabiduría en la respuesta de Alcohólicos Anónimos a la

inevitable pregunta del recién llegado: ¿Cual es la parte espiritual del programa?

A.A. responde: "Siga viniendo, mantenga la mente abierta, que todo le irá

llegando". Sin embargo, es mi opinión, basada en la observación de miles de

adictos que esa invisible pero real primera experiencia es espiritual. Aun antes de

hacerse consciente de la necesidad de dejar la droga se pasa por lo que yo llamo

"un instinto de amor". Creo que esta experiencia inicial y general está orientada

hacia la vida, o hacia Dios, para aquellos que creen en Él.


      Este paso inicial hacia la recuperación lo denomino "instinto"; porque esta

primera experiencia de recuperación, definitivamente no es un acto consciente o

mentalmente controlable. Creo, mas bien, que es un impulso, un movimiento

apasionado del espíritu hacia la vida.


      Fernando, un alcohólico en recuperación, contaba lo siguiente: "Una

mañana desperté en un estado deplorable. No quería seguir viviendo.

Después de arrastrarme hasta el baño, me miré en el espejo con profundo

odio y desprecio. Al mismo tiempo grité ¡Dios, si es que existes, ayúdame!

En retrospectiva, creo que en ese momento comenzó a derretirse la

cubierta y una grieta se abrió en la masa sólida de mi dolor, lo que

eventualmente me llevó a buscar ayuda e iniciar mi recuperación".



     Este instinto por la vida es un rasgo característico del adicto desde el

comienzo hasta el final. Otro indicio del amor por la vida puede encontrarse en

                                        42                      Father Joseph Martin



la familia del adicto. La familia dirá que cuando el adicto está sobrio es uno de

sus miembros más cálidos. Dirán que es una persona buena "la persona mas

querida que se pueda conocer" o dirán que es la persona más comprensiva

cuando hay dificultades.


       De mi propia experiencia puedo decir que el solo hecho de saber que una

persona es adicta me produce ganas irresistibles de abrazarla con ternura. Tengo

la certeza de que los adictos son personas merecedoras de mucho afecto y

posiblemente sea esto una característica de la adicción. Todavía no he conocido

al primer adicto que no me inspire esta ternura. Los adictos son personas buenas

con ganas de vivir y un fuerte instinto de amor.


       En uno de los centros de rehabilitación en donde trabajé, un paciente me

comentó que todos sus compañeros eran amables y serviciales, que como le

hubiera gustado conocerlos antes. Siguió diciendo que hasta ese momento, sin

duda alguna, su recuperación más que a cualquier actividad terapéutica, se debía

a la interacción con otros adictos en el centro. Cada uno estaba sacando lo mejor

en el otro. Este interés mutuo que caracteriza a los adictos comenzó a

exteriorizarse y estaba trabajando efectivamente hacia la rehabilitación de cada

uno de ellos, una vez que ya estaban abstemios. Le hice ver al paciente que no

tenía porque lamentar el no haber conocido a estas personas cuando estaba

activo. Con toda seguridad en ese momento no le habrían parecido tan

agradables.


       En resumen, uno de los rasgos característicos del adicto es un amor

irracional por la vida junto con una creciente desesperación por esa misma

vida.


      Además, el amor es indispensable para la recuperación. Cuando al

paciente de cáncer su médico le dice que queda un tiempo limitado para vivir es

frecuente oírle añadir: "Todo depende de usted…" Lo que el doctor quiere decir

es que depende del deseo de la persona, este deseo puede darle un tiempo

adicional. De hecho, y con frecuencia lo vemos, aun en casos de personas con

limitaciones físicas, que el deseo por vivir, si es lo suficientemente fuerte, puede

ayudarlo a sobreponerse a muchos obstáculos y darle años adicionales de vida.



         Muchas personas han desafiado los pronósticos médicos y comienzan a

mejorarse con el solo empuje espiritual que los impulsa a lograr una vida

más sana. Esta idea la simboliza el niño que se hace una pequeña herida y le

pide a su madre que le dé un beso para que se le quite el dolor. Si, el amor es

creador de vida y un excelente agente de sanación.


             Creo que es este "instinto" de amor lo que hace que un adicto en un

momento dado de su adicción grite: ¡Ayúdenme, quiero vivir! O algo aun más

claro: ¡No me ayuden, que no quiero vivir!. Este último grito es todavía más

desesperado; y aunque es negativo, es mucho más elocuente reflejando una

profunda necesidad de ayuda para poder vivir. Es en el momento de

desesperación más intensa, desde los confines de la esencia misma del ser, que

esta primitiva comunión con cualquier cosa sana, positiva, relacionada con la

vida misma, tiene lugar.

                                        43                     Father Joseph Martin



       La mayor parte del tiempo, el adicto mismo no está plenamente consciente

de lo que le está sucediendo en realidad. El grito arriba mencionado con

frecuencia tiene lugar en un cuarto vacío, o frente a un espejo mudo. Otras veces,

es de igual intensidad pero contenido en su interior. Pero no importa, es el primer

contacto con la verdad.


       Yo asemejo esta experiencia a una especie de intercambio espiritual con

quien quiera que este allí para escuchar. Se le grita al mundo, a la vida misma,

pero si en ese momento mismo ya nadie queda para oírlo, ya no hay mundo, ya

no hay vida para el adicto. ¿Cómo puede existir para el adicto algo en el exterior,

si está viviendo el dolor de la nada en su interior?. Aun si hubiese algo en el

exterior al cual aferrarse, el adicto ya no posee nada en su interior para hacer la

conexión.


       Pienso que esta experiencia podría denominarse como una pura lujuria

espiritual, comparable a la lujuria física, que opera por sí misma, por encima y

más allá de la voluntad de la persona en cuestión. Esta lujuria ocurre de manera

inconsciente y por cierto sin su consentimiento. Este grito impulsivo que

proviene de los más profundo de su ser, está dirigido interiormente a la

fuerza de la vida misma, o si se quiere a Dios. Mas aun, tiene lugar en un

momento de comunión consigo mismo, en el momento de mayor contacto con su

dolor y con la parte de ese dolor que es más intensa.


       Esta primera débil conexión del adicto con la verdad de su vida, aunque

terrible y dolorosa, es un humilde comienzo del amor en él. Repito, es solo una

conexión débil con una realidad desgarradora. Sin embargo, es suficiente para

poner a funcionar los mecanismos del amor y llevar al adicto a tomar los pasos

tendientes a su recuperación. Es el comienzo y la base para iniciar el proceso de

rehabilitación. Si se nutre apropiadamente dará como fruto un hermoso ser

humano lleno de promesas y de posibilidades.

                                         44                      Father Joseph Martin





                                        (7)



                      EL INSTINTO DE LA ESPERANZA



       La vida se mantiene a través de vínculos no interrumpidos. Por ejemplo,

cuando nace el bebé necesita establecer conexiones con otros seres vivientes. Es

tomado con amor en los brazos de sus padres. Es en los brazos de otros seres

vivos que la vida misma del infante se nutre y se mantiene. De la misma manera

a través del proceso de recuperación comenzando por el paso inicial, los primeros

vínculos de afecto se establecen y se fortalecen a medida que se van

estableciendo mas conexiones. El siguiente paso en el proceso de recuperación

está orientado hacia los demás. El vínculo espiritual descrito en el capítulo

anterior se produce en el interior de la persona con la vida misma. Para

sobrevivir la vida interior necesita unirse con la vida exterior. Este paso siguiente

es una manifestación en el mundo visible de aquello que ocurre en el mundo real,

pero de forma incontrolable e invisible - allí -, en ese lugar donde mora el

misterio del ser humano individual.


       En otras palabras, el grito: ¡Ayúdenme! para ser efectivo debe también

estar unido a vida en el exterior del adicto mismo. ¿Y donde en el exterior

encontramos una realidad que posea mas vida? La respuesta es sencilla, al igual

que el recién nacido, en otro ser humano. ¿Quién puede ser esta otra persona?

Puede ser cualquiera dependiendo de las circunstancias: un amigo, un miembro

de la familia (aunque no es muy frecuente), un compañero de trabajo, cantinero,

consejero, psiquiatra o aun un completo desconocido. Las circunstancias en que

se da esta unión son tan diversas como diversos son los adictos. A veces la

comunicación se hace por teléfono, una simple admisión por parte del adicto que

aun no se ha derrotado; o una primera explosión de ira, un momento de llanto…

un momento de verdad.


      En algunos casos, la forma en que se produce esta segunda conexión es

lenta y entrecortada. A veces, toma un mes, un año, o varios años para que el

vínculo complete el círculo y produzca sus frutos. Si el adicto no se descorazona,

si continúa compartiendo su propia verdad; principalmente su necesidad y su

                                      45                     Father Joseph Martin



deseo de ayuda; este grito eventualmente llegará a oídos de quien le dará una

respuesta a su búsqueda.


       Un alcohólico contaba: "Mas o menos a las diez de la mañana un día, en

un momento de desesperación total, cogí el teléfono y llamé a dos viejos amigos.

Uno vivía en el Canadá y el otro en un estado vecino. En ambas llamadas, la

conversación fue corta porque yo no podía casi hablar. Quería conversar

largamente pero no tenía la capacidad para hacerlo. Le dije a ambos que estaba

mal y que necesitaba ayuda. Una hora después recibí una llamada de uno de

ellos, quien me dijo que ambos vendrían a pasar una semana conmigo. Vinieron

y yo traté de ser lo mas honesto posible con ellos, porque mi deseo de sentirme

mejor era desesperado. Claro está que no hice alusión alguna al alcohol o a las

otras drogas, sencillamente, porque creí que no tenían nada que ver con mis

problemas ¡Imagínense!.


      Es que en ese momento de mi vida el alcohol y las otras drogas eran lo

único que me hacía sentir mejor. ¿Cómo iba a ser posible que FUERAN el

problema?


      Al final de la semana, ninguno de mis amigos pudo encontrar la solución y

me sugirieron consultar con un psiquiatra. Aunque no muy convencido al

comienzo, finalmente accedí y busqué uno en las páginas amarillas del directorio

(guía de teléfonos) local. Después de consultar con este psiquiatra por siete

meses, me aconsejó asistir a reuniones de Alcohólicos Anónimos. Esta

sugerencia surgió de haber llegado borracho a una sesión. Puse toda clase de

objeciones diciendo que posiblemente tenía un problema con el alcohol pero que

jamás era un alcohólico. Me respondió que fuera a las reuniones a fin de que las

conociera y de que pudiera asegurarme por mí mismo de que en realidad no era

un alcohólico. No teniendo nada que objetar a su argumento accedí ir a una

reunión.


       Por supuesto que yo no hablé con nadie y mucho menos permití que

alguien se me acercara. Esto lo repetí durante tres meses y comencé a sentirme

muy aislado; además de convencerme de que A.A. era un fracaso. Sentí también

que muchos de sus miembros se la pasaban hablando de extenderle la mano a los

recién llegados con amor fraternal. Sin embargo, a lo que a mí se refería, nunca

sentí la práctica de esos nobles propósitos. Esto me enfureció. Una noche

mientras estaba en la reunión decidí que no volvería jamás a A.A. Mientras

estaba absorto en mis propios pensamientos, el hombre sentado a mi derecha me

empujó suavemente. Volví la mirada y vi que todos me estaban mirando. La

mujer que moderaba la reunión me dijo que era mi turno para hablar, si quería.

Tomado por sorpresa, hice aquello que si hubiera tenido tiempo de pensarlo no lo

habría hecho jamás. Abrí mi boca y hablé. Expresé mi rabia y desilusión con

respecto a ellos y agregué que no volvería a las reuniones. Al final de esta

arenga, la mujer simplemente me dijo: "Debido a que hablaste hoy, tu vida

cambiará". ¡Claro que cambió!. Después de la reunión la gente se acercó y me

dieron sus números de teléfono. Hasta fuimos a una cafetería donde nos

quedamos hasta las dos de la mañana: les conté todo lo que no había podido

decirle a otro ser humano en cuarenta y cuatro años de vida.



                  "MI VIDA YA ESTABA CAMBIANDO".

                                        46                     Father Joseph Martin



      Esta historia nos muestra el largo y a veces tortuoso camino que toman las

conexiones indispensables en este proceso. Si tomamos cada una fuera de

contexto y por separado, la mayor parte de las conexiones que este alcohólico

tuvo que establecer, serían mal interpretadas o no relacionadas claramente con su

problema; pero con el tiempo le despejarían el camino.


       El grito espiritual en busca de ayuda se producirá en un momento de su

vida que nadie puede predecir pero que para el adicto es perfecto. Concretamente

y casi en forma inmediata esto lo llevará a querer dejar viejos hábitos y a abrirse

a la posibilidad de adoptar unos nuevos. Dejar viejos hábitos o actitudes significa

en primer término y es lo más importante, dejar la droga. Segundo, significa

despojarse de todos los "pero". Cuando el adicto dice "Quiero dejar de

consumir pero…..", hay que estar alerta. En ese momento es necesario advertirle

y decirle que también tiene que dejar todo lo que le siga a la palabra "pero".

Esto puede significar muchas cosas. Podría tratarse hasta del concepto de Dios

para un adicto en particular, cuando este concepto le impide dejar la droga por el

temor y la culpa que siente ante un Dios que él cree está esperando darle su

merecido por los pecados que ha cometido en su vida. Puede también significar

un código moral individual o la forma en que la persona trata de vivirlo, si es que

es un obstáculo para que la persona deje la droga incondicionalmente.


      Algunos de ustedes se preguntarán: ¿Cómo es posible que el concepto de

Dios, o un código moral que son cosas indispensablemente buenas puedan ser

obstáculos para la recuperación de un individuo?.


       No olvidemos que esta enfermedad es tan insidiosa que sin duda puede

utilizar la mejor de las cosas como excusa para mantener al adicto prisionero en

su adicción. Puede utilizar a la madre, al hijo, al dinero, a Dios o a un código

moral para llevar al adicto de vuelta a la droga de elección. Por el momento,

todas esas cosas buenas en la vida, por buenas y deseables que sean, tiene que

dejarlas de lado a fin de lograr un bien mayor: la salvación de su propia vida.

Primero: vivir, después: creer en Dios si es su caso; después: Servirle y ser

moral. Pero, primero VIVIR.


      Un amigo mío adicto al alcohol y a otras drogas me contó la siguiente

experiencia que tuvo lugar durante su recuperación: "Llevaba como tres meses

abstemio. Todavía no tenía trabajo pero mis amigos en recuperación se

preocupaban de que me mantuviera ocupado. Si no estaba con el grupo, me

reunía con mis compañeros a tomar café y a hablar de recuperación. Sin

embargo, llegó un día en que me encontré sin nada que hacer. Decidí ir a un

sector de la ciudad, no muy bueno, y me metí en un cine a ver una película

pornográfica. Al regresar a casa, sentí mucha ansiedad y una sensación de

fracaso. Hasta ese momento en mi recuperación yo me había comportado en

forma ejemplar. ¿Qué podía hacer?. Hasta ese día me había mantenido tan

ocupado que no había podido hacer nada de lo que yo personalmente

consideraba moralmente incorrecto. Como resultado estaba decepcionado

conmigo mismo y me sentía fracasado. Gracias a Dios tuve la fortaleza de

llamar a un amigo en recuperación, y contarle lo sucedido. Después de

escuchar los detalles de lo ocurrido, me preguntó si había consumido, le

respondí que no. "Todo está bien" me dijo.


      No podía creer lo que estaba escuchando pero acepté sus palabras. Al

recordar esto hoy, veo que la preocupación por lo moral que estaba sintiendo

                                       47                     Father Joseph Martin



habría podido volverse tan fuerte y dolorosa que fácilmente hubiera podido

buscar alivio volviendo a consumir. Quiero aclarar que lo que hice,

efectivamente, violaba un principio del código moral que yo, en particular, trato

de seguir. No obstante, fui distorcionando las cosas hasta el punto de casi

recaer”.


       Otros "peros" que posiblemente el adicto tenga que dejar son la familia,

relaciones, trabajo, profesión, a sí mismo, planes de vacaciones, amigos, etc.

Todo aquello y cualquier cosa que debilite su motivación por deshacerse de sus

viejos hábitos: la vida centrada en el consumo, y que no le permita adoptar una

nueva forma de vida honesta y real.


       Esta segunda fase, en los comienzos de la recuperación exige que el adicto

se derrote. Esta derrota no es solo ante las viejas formas de vivir sino también

ante las nuevas. Derrotarse a lo nuevo significa derrotarse ante otros seres

humanos. Por primera vez en su vida va a compartir , no con una droga, pero con

otro u otros seres humanos, con alguien con vida y a quien o a quienes ha estado

esperando toda su vida. Buscará a alguien que conoce de su enfermedad y le

aconseje los pasos que debe seguir en la recuperación. Con esta persona, el

adicto eventualmente compartirá sus secretos. Este proceso es VITAL y

beneficia su recuperación porque por primera vez establece una unión real. Poca

importancia tiene la naturaleza de lo que se comparte o revela como tal. Lo que

recupera es la acción de compartir. El milagro de la recuperación se produce

por el vínculo establecido, aunque la retroalimentación (feedback) que reciba no

sea relevante o de gran profundidad. La vida se va restaurando a través del

vínculo que se ha formado.


       Bárbara, una alcohólica en recuperación me decía: Por seis meses, asistí a

reuniones de Alcohólicos Anónimos. Durante todo este tiempo, me era difícil

identificarme como alcohólica. Continuaba bebiendo. Sin embargo, cada vez

que regresaba a casa de una reunión me sentía conmovida. Me parecía increíble

la forma en que las personas compartían lo que estaban sintiendo, frente a otras

personas, frente a extraños. Toda mi vida había buscado un lugar en el mundo,

donde pudiera hablar de mi misma en forma completamente honesta, sin temor a

represalias, o a ser juzgada. Hasta me había unido a una organización

patrocinada por una Iglesia con la esperanza de poder encontrar precisamente

esto. Pero, aún dentro de ese grupo vine a encontrar que no era posible sin los

resultados negativos.


      A pesar de todo, ¡como anhelaba tener lo que esas personas parecían tener!

Creo que fue ese anhelo lo que me impulsó a seguir asistiendo a las reuniones.

¡Gracias a Dios! Finalmente fui capaz de buscar a alguien y empezar a

comunicarme. Con el tiempo esta persona se volvió mi madrina (un amigo o

amiga que guía a otra persona en los programas de Doce Pasos), empecé a

compartir y a recuperarme. Ese mismo día dejé de beber.


      Esto no significa que comparta con todos en el grupo todas las experiencias

de su vida; eso lo deja para con otro ser humano. No obstante, el adicto también

es un ser social. Tiene necesidad de contacto a nivel social con un número de

personas diferentes. De esta manera, va encontrando y definiendo la realidad de

su propio ser. La interacción social que encuentra en las reuniones y eventos de

A.A. y N.A. es de un valor incalculable.

                                        48                      Father Joseph Martin



       Finalmente, se derrota ante una nueva realidad. Se derrota ante un Dios de

amor, dejando atrás el Dios castigador que lo perseguía, que lo llenaba de

vergüenza y que constantemente le ponía un obstáculo tras otro en su vida. es

quien lo ama tal cual es: es su pecado y su adicción. Es el Dios que

pacientemente lo ha esperado a que abra sus brazos para decirle SI, y deje de

tratar de buscarlo. Es un Dios con el que finalmente el adicto, aunque admita no

conocerlo muy bien, establece una unión.


      Aún el agnóstico o el ateo establecen un vínculo con algo superior a ellos

mismos, y con el tiempo pueden aceptar este concepto de Dios, si es que así lo

desean. Finalmente es un Dios, que aún en las peores circunstancias ama al

adicto, antes de que el adicto se lo pida y aún antes de que el adicto se pregunte a

sí mismo si El lo ama.


      Esta segunda conexión en el proceso de recuperación es una de confianza.

El adicto, al establecerla, ya se siente recompensado con una vida más plena; otro

ser humano, un grupo de personas y una realidad espiritual. Su mundo ya no está

poblado por personas falsas, por ilusiones, y alucinaciones, sino con personas

afectuosas, verdad y realidad.


      Como es de fácil - piensa el adicto, y su dolor comienza a disolverse. Le

es casi imposible creerlo sino fuera porque lo está experimentando, le está

sucediendo aquello que en un principio no podía creer o comprender. Esta

segunda etapa en el proceso de recuperación es una experiencia espiritual.

No yace en la mente, en la fe, ni en los sentimientos, está en el HACER, que

es donde encontramos la vida.





                                        (8)



                           EL INSTINTO DE LA FE


         El que primero tomemos conciencia del exterior de las cosas antes que

      de su interior es un hecho tan antiguo como la vida misma

                                        49                      Father Joseph Martin



      El recién nacido, es otra vez un buen ejemplo, de este fenómeno. A medida

que el proceso de crecimiento se va llevando a cabo, el niño poco a poco se

vuelve hacia su interior para contemplarse a sí mismo. Primero descubre su

cuerpo, su ser exterior. A continuación, se conecta con sus sentimientos, sus

imaginaciones y sus pensamientos. Por último, y solo si es lo suficientemente

afortunado para llegar a una madurez deseable, descubre su alma - la parte de sí

que es espiritual.


      De nuevo, la enfermedad de la adicción es por naturaleza una

enfermedad espiritual. Es una enfermedad de vida. Y es por esto que su efecto

desvastador, se localiza principalmente en donde nosotros encontramos la vida.

Para cambiar su dirección, es decir para recuperarse, es indispensable revivir la

experiencia que se tuvo lugar desde el nacimiento en adelante. Al comienzo, el

proceso era inconsciente pero con el tiempo apareció en la conciencia. En

recuperación este mismo proceso tiene lugar. El instinto de amor es un proceso

inconsciente que el individuo no controla. Ocurre de forma espontánea,

independiente de la voluntad, o la intención del adicto. La conciencia se

despierta y el adicto desesperado, pide ayuda. La respuesta, aunque a veces sea

indirecta, es inevitablemente fuerte y clara. Es una promesa de ayuda y una

garantía de esperanza, aún para él que se veía más allá de toda esperanza.


      Con lo anterior, nos trasladamos a la tercera etapa o fase en el inicio de la

recuperación. En esta se le dice al adicto la verdad sobre sí mismo. Por primera

vez en su vida se le dice que es impotente ante el alcohol y otras drogas.


      En los comienzos del proceso de recuperación el adicto empieza

estableciendo vínculos con otros seres humanos y con un Poder Superior (como

quiera concebirlo). Ahora está listo para establecer un profundo contacto consigo

mismo.





      Esta conexión está más allá de todas las que el adicto ha conocido. Es un

conocimiento que sobrepasa todos los conocimientos anteriores que tenía sobre sí

mismo. Va más allá de saber su nombre, su forma de ser, sus gustos, sus

aversiones, su forma de pensar, y su forma de sentir. El adicto ahora recibe como

beneficio por los vínculos que ha establecido con la vida y con sus semejantes, el

conocimiento de su impotencia. Es una verdad que penetra a lo más profundo de

todo lo que el ser humano podía saber sobre sí mismo.


       Recibe la información y el ímpetu para admitir, para aceptar que es

impotente ante el alcohol y las otras drogas, física, mental y espiritualmente.

Físicamente, porque su cuerpo no puede recibir drogas; se han convertido en un

veneno para su sistema tal como está constituido; mentalmente porque su mente

ya no la puede manejar y le distorsiona sus sentimientos; el adicto se vuelve

disfuncional o dicho en mejor forma: falsamente funcional, no solo cuando

ingiere la droga sino con solo contemplar la posibilidad de consumirla; y

finalmente, espiritualmente porque una vez que su cuerpo consume la droga se

trastorna espiritualmente, en lo que lo hace vivir, en lo define su propia vida y su

propio ser.

                                         50                      Father Joseph Martin



      Sin embargo, hay más. Como una consecuencia directa del establecimiento

de sus primeras conexiones, el adicto recibe la información de una realidad

todavía más profunda con respecto a su naturaleza. Se le dice que no solo es

impotente al alcohol y las drogas; también es impotente ante Dios, la vida, los

demás y las cosas. Finalmente que es impotente, aún, ante sí mismo. Al conocer

esta verdad se libera, se le motiva con amor, y comprensión, a que la admita y la

acepte; a conectarse con ella así como se puso en contacto con su dolor.


       ¿Por qué el concepto de impotencia es tan esencial en la recuperación

espiritual de la adicción?


       Muy sencillo: porque la impotencia es esencial en la recuperación física.

No podemos conocer todas las realidades espirituales que están más allá de

nuestro alcance. Nuestro único acceso a lo espiritual es a través de lo físico, que

es el único nivel de realidad que podemos conocer observando y tocando.


       Recuerden que la enfermedad no es la droga. Por el contrario, la droga es

el síntoma, la señal visible y exterior del verdadero problema que se encuentra en

el interior del individuo. Debido a que el adicto se enferma físicamente por el

consumo de la droga, se entera de que también está enfermo por dentro de algo

más profundo. En ee caso de la droga, el adicto comienza a reconocer que era

una herramienta que le permitía ejercer poder y control. Si el adicto se levantaba

por la mañana y le atemorizaba el día que tenía por delante, todo lo que tenía que

hacer era tomarse una pastilla o un trago, y el problema, por lo menos por el

momento, “se arreglaba”. Eventualmente, el adicto empieza a reconocer que

mientras siga intentando “arreglar” su vida, es decir, tratar de ejercer control

sobre ella, rápidamente va a comenzar a perderla.


       Esta experiencia física con la droga es un espejo de lo que está ocurriendo

en su espíritu, en lo más profundo de su alma. Mientras el adicto intente mejorar

su vida mediante su propio poder, tratando de controlar los eventos y personas,

incluyéndose a sí mismo y forzándose a ser perfecto, encontrará que se alejará de

ella, además de la comodidad y felicidad que tanto anhela.


       Por otra parte, una vez que se permita tener la experiencia de su impotencia

ante las drogas, sentirá una nueva libertad, una nueva habilidad para enfrentar el

día sin necesidad de consumir; algo que jamás pensó que fuera posible. Esa

capacidad física de estar sin droga y de poco a poco sentirse aún mejor, refleja lo

que puede ocurrir con su vida. Si aplica esta misma verdad a todo lo demás,

eventos, personas, y a sí mismo ,adquirirá la libertad espiritual en su interior y la

vida, una vez más, como cuando era bebé comenzará a funcionar por sí misma

como debe ser. Pero tiene que dejar de estorbar su propio camino, quitarse de en

medio y dejarla funcionar. A un miembro de Alcohólicos Anónimos, una vez le

oí decir: “No tengo control sobre la vida, pero si tengo que presentarme ante

ella”.


       No obstante, la impotencia no significa ser un desvalido o un

imposibilitado. Ese “tengo que presentarme ante ella”, quiere decir que debo

estar ahí presente. Significa vivir al máximo utilizando todas mis facultades y

talentos y dejar que la vida determine los resultados. Un bebé es completamente

impotente y sin embargo, ¡como crece! Crece precisamente porque no trata de

entrometerse con la vida. Por el contrario permite que la vida como quiera que se

presente, tome su curso.

                                          51                      Father Joseph Martin




      El poder, solo por el hecho de desconfiar de la vida que es la que es fuente

de poder, lleva a menos vida y por último a la muerte. La adicción es un ejemplo

excelente de este principio. Es este momento, durante el proceso de recuperación

se completa el ciclo. De la adicción a la recuperación: de la muerte a la vida.


      Esta fase también es de suma importancia. Es la puerta que le abre al

adicto la posibilidad de lograr una recuperación total con el tiempo. Únicamente

cuando la persona toma conciencia de su total impotencia, en medio de todo lo

que ha sido creado, es que es capaz de ver su verdadero destino: ser el rey de la

creación.


       Permítanme explicar lo que quiero decir: ¿Alguna vez se han cuestionado

sobre el papel del hombre en un mundo tan atemorizante y tan lleno de peligros

tanto para el cuerpo como para el espíritu? La especie humana es ciertamente de

todas las especies la más vulnerable. Los humanos son más vulnerables que la

insignificante hormiga que puede esconderse en sus bien construidos canales bajo

la superficie de la tierra. Más vulnerable que cualquier otra criatura con vida. El

león es más fuerte; el lince puede ver en la oscuridad, y el conejo corre más

veloz.


      No solo son todas las demás criaturas superiores al hombre en un aspecto u

otro; pero las fuerzas naturales por lo general benignas y amables pueden sin

previo aviso convertirse en fuerzas asesinas y están más allá de los vanos intentos

del hombre por detenerlas o controlarlas.


       Sin embargo, no es el viento, ni el fuego, ni la tierra misma, ni el león, ni el

lince, ni el conejo, los que han sido destinados a ser artífices de la creación. Es el

hombre – la más frágil de todas las criaturas.


      Existe una lección en esto. Es la lección de que nuestros amados adictos

en este mundo tienen una oportunidad dorada, si se embarcan por el camino de la

recuperación de su mortal enfermedad. La lección es que todas las personas

quienes califican como seres humanos son por naturaleza impotentes. La

impotencia es la característica misma de la especie humana. La idea no es que la

humanidad sea incapaz o desamparada; por el contrario, la impotencia un

requisito necesario para poder gozar del destino singular reservado a la especie

humana.


       El ser humano ,en forma muy especial y única está destinado al amor. A

fin de cumplir esta función debe estar equipado con las herramientas necesarias.

La más importante herramienta del amor, la encontramos en el singular arte de

ser importantes y no en el arte de ejercer el control.


       Así es la vida. Funciona sin poder. Es por este motivo que jamás se hace

imposible. Todo lo demás en la vida puede molestarnos y en un determinado

momento tener el control sobre nosotros; personas, eventos, el clima, la

computadora, o el carro que manejamos pueden en un momento dado, determinar

los eventos del día dependiendo de si funcionan o no.

       Como resultado puede decirse que el verdadero poder en la vida es la

impotencia, la libertad de amar, de ser uno mismo, sin que nada ni nadie

interfiera. Pero. . . ¿no es cierto que a veces todo interfiere?

                                        52                     Father Joseph Martin



    Dinero, relaciones, sexo, y a veces hasta la propia religión pueden en un

momento de la vida impedir vivir plenamente y sin temor.


      Incidentalmente, es por este motivo que nuestras oraciones, pidiéndole a

Dios que ejerza su poder y “arregle” nuestras vidas, pocas veces son escuchadas.

Los alcohólicos y adictos que he conocido, eventualmente dejan de rezar por este

motivo precisamente. Nunca les “arreglan sus vidas”. Por el contrario se les

empeora. Así que el adicto piensa que Dios lo ha abandonado.


       No obstante, todas las grandes religiones nos enseñan que las oraciones de

la humanidad son respondidas: “Pide y se te dará”. Yo también creo que nuestras

oraciones son escuchadas. La única oración que no encuentra respuesta es

aquella que pide control y ejercer poder. Si dicha oración fuese respondida,

alteraría y destruiría la esencia misma del ser humano: el amor y la impotencia.


       En resumen, la relación que la vida y Dios tienen con nosotros es la de

amor e interés. Este es el don que nos hace especiales y como resultado aún más

frágiles e impotentes. Una de las muchas falsedades y herramientas de

destrucción de la adicción es que nos despoja de nuestra capacidad para estar en

contacto con la esencia misma de nuestra naturaleza, de lo que somos. Es por

esto que cuando la enfermedad finalmente se hace aparente y visible somos

testigos de la transformación de la persona que creíamos conocer. La conexión

física con la droga, cambia a la persona. Este cambio durante la progresión de la

enfermedad es casi total. Por supuesto que la personalidad cambia... pero a la

larga también la cara, las características físicas, sufren una transformación

paulatina que hasta físicamente los adictos se vuelven irreconocibles a las

personas que antes los conocían.


       La función, la razón de existir del ser humano es el amor. Ciertamente, no

es para lavarse los dientes, trabajar, criar hijos, lavar ropa o ir al cine.

Seguramente, todos hacemos estas cosas pero no son la esencia misma de nuestra

existencia; por si mismas y en el tiempo difícilmente pueden hacernos o

mantenernos felices. Por el contrario, la única justificación para todas las demás

realidades y actividades es el amor. El amor es lo que hace que las cosas valgan

la pena y le de significado a la existencia; y a las actividades que por si mismas

carecen de significado.

       Al escuchar esta revelación por primera vez el adicto que está iniciando su

recuperación no la comprende. Recuerda que siempre se sintió impotente; de

hecho, la impotencia era uno de los principales problemas en su vida.

Recordemos que la adicción es la experiencia del miedo y la lenta realización de

este, que nos va confirmando que no vamos a poder con la vida; que vamos a

fracasar.


       Ahora, el adicto escucha que en realidad es impotente, que ha fracasado.

Se le dice que enfrente el fracaso, la derrota y que se rinda; se le urge a que lo

acepte, que lo declare y que lo convierta en la base misma de su recuperación; el

cimiento sobre el cual se construye una vida funcional, una vida plena. Se le pide

al adicto que admita que es impotente ante el alcohol y las drogas... e impotente

ante la vida. Para rematar se le dice que esto es un “don”.


       La verdad es que si es un don. El contacto con su verdadera realidad es la

clave, ese algo que el adicto ha estado buscando desde que tenía uso de razón. Es

lo que le permitirá abrirle la puerta a una vida que siempre funciona, funciona por

                                        53                     Father Joseph Martin



sí misma... por la sencilla razón de que la persona no se entromete, no trata de

hacerla funcionar, no trata de ejercer poder y control sobre ella. La vida se

estanca y deja de funcionar tan pronto como no se la deja en libertad de fluir de

acuerdo con sus propias leyes.


       La humanidad que se dispone a dominar el mundo, ciertamente esta bien

equipada para lograrlo. Se nos ha otorgado el don de dones, se nos ha dado una

vida, una vida que nunca falla, una vida que siempre da resultados más y más

abundantes. Junto con este don y como parte esencial de él, la humanidad tiene

vulnerabilidad, lo que llamamos impotencia, que es la certeza y la garantía de que

si no interferimos con el proceso de nuestro don, este don será efectivo.


      Sentir gratitud por ser adictos, por sufrir esa desastrosa enfermedad, es

expresar lo siguiente: “Soy un adicto en recuperación muy agradecido, porque

en el momento en que me equivoqué la vida misma me golpeó, me tiró al suelo, y

continuó golpeándome hasta que me convencí de que tenía que haber otra

manera”.


       El camino de recuperación es la “otra” manera. Reconocer a través de un

dolor tan profundo y sustancial que se es impotente; admitir la derrota abriéndose

a las sugerencias, primero de aquellos más versados y experimentados, después a

través de la propia historia es en realidad un don. Además, es un don que el

adicto explorará por el resto de su vida.

       Si este poder que explica la infalibilidad de la vida misma no se encuentra

dentro de las capacidades que detecta el ser humano, ni dentro de la esfera de

responsabilidades a las cuales debe responder, entonces debe residir en otro lugar.

A este punto, se le dice al adicto que comienza su recuperación que debe

someterse y permitir que un poder externo a él lo ubique en la realidad (la base

del sano juicio). Finalmente, se le sugiere que permita que ese poder, cualquiera

que sea, y donde él crea que reside, sea lo que guíe y gobierne su vida.


      En realidad para el adicto esto es un alivio o por lo menos debería serlo.

Poner su vida en manos de un poder desconocido es atemorizante. Cuando se

mira de cerca la carga y el dolor que el adicto ha llevado toda su vida tratando de

hacer que esta funcione es lógico pensar que esta sugerencia sería acogida con un

sentimiento de alivio. Sin embargo, el alivio no se da de inmediato debido a que

el adicto ha cargado esta responsabilidad por tanto tiempo que todavía no es

consciente de su peso, ni de la destrucción que a la larga le ha causado.


       Con el tiempo y siempre que el adicto esté dispuesto, la sabiduría de tal

decisión le será revelada. No solamente sentirá alivio sino que comenzará a sanar

y por fin podrá vivir.

                                       54                     Father Joseph Martin





                                       (9)



         LA PROGRESION ESPiRITUAL DE LA RECUPERACIÓN



      Ahora que el adicto en recuperación es de nuevo un ser humano funcional;

ahora que ha logrado establecer un vínculo con la vida, tanto en el interior de sí

mismo, como con la vida que lo rodea en el exterior (su propia naturaleza y su

destino), el camino del crecimiento de su recuperación está libre, sin límites.


      Esta característica de la recuperación debe de ser ilimitada y no debe venir

como una sorpresa si se considera la experiencia misma de la enfermedad. Con

frecuencia escuchamos a los adictos en recuperación hablar de “tocar fondo”.

Por lo general ese “fondo” se refiere a los momentos más dolorosos en la

adicción activa; de hecho, tan dolorosos que hicieron que la persona buscara

ayuda.


       La historia de Susana, a quien conocí en un centro de tratamiento tal vez

ilustre mejor esta terrible experiencia:


      “Cuando empecé a tocar fondo, las cosas comenzaron a perder valor,

consistencia. Aún la misma droga ya había perdido su valor, ya no funcionaba

igual. Solo parecía producirme más dolor. Si solo me hubiera sido posible saber

que la vida y el vivir no iban a empeorar, pero el miedo y la experiencia me

estaban mostrando que solo estaba empeorando. Parecía que no tenía salida,

ineludiblemente, el eterno empeorar. Por eso quería morir; quería estar muerta.

Pero, hasta la idea de la muerte misma iba perdiendo consuelo; solo venía a

aumentar mi desesperación”.


      La verdad es que el dolor sufrido en la adicción es tal que uno toca

“fondo”, solo para ver que no existe fondo. Por el contrario, la enfermedad es

como un pozo sin fondo; cada día peor y peor, lo cual explica la indescriptible

desesperación.


      En forma similar, la experiencia de reclamar la propia vida no tiene techo.

No tiene límite. La recuperación de esta enfermedad no es como la recuperación

de una dolencia física, como por ejemplo el sarampión, que desaparece cuando se

recupera el aspecto de la piel. Ni es solo la recuperación de una disfunción

mental que se logra cuando uno puede volver a distinguir entre sanidad e

insanidad. Se trata de la recuperación de una enfermedad espiritual en la cual

uno está en el proceso de reclamar su propia vida; y al igual que la vida, esta

recuperación no admite constricciones, limitaciones, o dimensiones a priori de

ninguna naturaleza. Es la esperanza real de que por fin llega lo que el adicto ha

escuchado desde siempre en el fondo de su alma por tenue que haya sido. Un

hecho que le hizo reconocer, más allá de su experiencia, que su don era ilimitado

y que su razón de ser era disfrutarlo a plenitud.

                                       55                     Father Joseph Martin



       En un sentido muy real, la verdadera esperanza de la recuperación se

encuentra en la posibilidad de convertirse en el artífice de lo que su naturaleza

especial lo llama a ser. Por fin la persona en recuperación puede percibir la

realidad de este llamado. Es el llamado a ser recipiente de vida, primero y

después, el dador de vida. El ser humano a través de la experiencia de vivir su

humanidad que incluye la vida, tanto en sus peores momentos como en los

mejores se convierte en una palabra, en un ser divino, ¡Es el Dios de su mundo!


       Hablar de la progresión de lo que yo denomino “sobriedad espiritual” no es

fácil. Como sucede con todo lo que es espiritual no existe un lenguaje adecuado.

Permítanme tratar de expresar el concepto con las únicas palabras que puedo

utilizar.


      Cuando considero la sobriedad espiritual reflexiono sobre aquellas cosas

que componen la más completa felicidad que el hombre puede imaginar.

Consiste en aquellas realidades que responden a los anhelos que nunca nos

abandonan, que siempre están presentes, no importa que tan inalcanzables puedan

parecer la mayor parte del tiempo.


       De mi experiencia personal, creo que la vida para que sea completa y

funcional, debe ser creativa, emocionante, llena de amor y humilde. Es por esto

que no debe causarnos sorpresa que estos mismos cuatro ingredientes se

consideren las arterias principales, sobre las cuales se fundamenta y nutre el

crecimiento en la recuperación.            Este crecimiento no se produce

instantáneamente; es gradual y progresivo, como un viaje en el que se avanza

kilómetro por kilómetro hacia el destino deseado.





                            UN VIAJE CREATIVO


       El adicto, en su camino de crecimiento en la recuperación, en forma

gradual pero segura, se abre a la posibilidad y al desea de ser creativo. La

creatividad, sin duda alguna, es algo que surge de la vida. Biológicamente está

demostrado en la capacidad de producir vida, de formarse, de moldearse y

también está demostrado en el crecimiento natural del mismo cuerpo.


       Este hecho biológico es un símbolo físico de la capacidad y naturaleza aún

más real del espíritu humano. Querer extenderse en la forma de otro ser humano,

de otra vida, en la forma de más vida, es inherente a la naturaleza humana. Como

resultado, el adicto en recuperación encuentra que su vida se vuelve más creativa

en diversos aspectos. Primero, su vida se vuelve más personal. A diferencia del

pasado, sus acciones, pensamientos, y decisiones, se van basando menos en las

influencias externas y más en su verdad interna, lo que lo define como la persona

singular que es. Su comportamiento se convierte más y más en la expresión de la

realidad de su propio ser – de su misterio. Las acciones se van basando en lo que

ES, y no en lo que los demás, familia, amigos, sociedad quieren que sea.


      Ruth, después de un año en recuperación se dio cuenta de que era una

persona que siempre estaba buscando la aceptación de los demás. ¡Le era

imposible decir que no! Un día en el trabajo, su jefe le pidió que fuera a revisar

una fotocopiadora que no estaba funcionando. En el pasado, Ruth se la habría

                                        56                      Father Joseph Martin



pasado todo el día tratando de arreglarla. Esta vez contestó: “Me encantaría

poderle ayudar pero desafortunadamente soy incapaz de entender máquinas,

preferiría que buscara a otra persona”. El jefe la miró y sonrió: “Me identifico

con usted, yo también soy incapaz de entender una máquina; voy a buscar a

alguien que sepa”. Ruth se sorprendió, a raíz de su asertividad y honestidad, se

sintió muchísimo mejor consigo misma. Desde ese momento, Ruth se ha

entusiasmado más por descubrir quien es.


       Otro aspecto de esta característica de personalizar en la recuperación es

que durante la enfermedad lo espiritual, mental, emocional y físico se van

convirtiendo todo en lo mismo. Los adictos hablan de las mismas cosas, de la

misma manera; reaccionan de la misma forma ante las situaciones de la vida; los

patrones de su vida se van volviendo los mismos; y después de un tiempo, hasta

en apariencia se van volviendo iguales. Todos tienen la mirada del adicto,

dándole validez a la frecuente frase: “parece un adicto”. Mentalmente, el mismo

fenómeno ocurre; los adictos activos utilizan la misma jerga. Tratan de

manipular a otros con las mismas historias de “diversos problemas” con el

trabajo, colegio, familia, relaciones, y especialmente de dinero. Su concepción

de la vida, del mundo y de los demás, incluyendo sus familias, es por lo general

negativa y peyorativa. Se buscan entre sí para compartir esta forma de pensar y

generalmente con un vocabulario que les es particular. Finalmente, y desde un

punto de vista espiritual, todos son inseguros, temerosos, totalmente inmersos en

la falsedad e incapaces de amar.


       Es por este motivo, que todas las historias personales, aunque

aparentemente sean diversas en el fondo todas dicen lo mismo. En las reuniones

de Alcohólicos Anónimos o Narcóticos Anónimos, quienes más encuentran

diferencia en las historias son precisamente las personas que no llevan mucho

tiempo en recuperación. Para el veterano, nada en el testimonio lo sorprende. En

realidad, después de un tiempo, las historias pueden volverse aburridas. Sin

embargo, son importantes para el recién llegado porque muestran que la

enfermedad no respeta credo, raza, sexo o condición; además de hacerle ver lo

insidioso de su enfermedad, que lo hacía sentir que su situación era única. Parte

de la recuperación es hacerle ver al adicto que en los momentos en que se sentía

más diferente eran precisamente aquellos en que más se parecía a todos los

demás adictos que lo rodean.


      En recuperación esta igualdad poco a poco va desapareciendo; dando lugar

a una creciente diferencia tanto en los aspectos físicos, mentales y espirituales

que componen la vida del individuo. Lo que sucede es que el adicto en

recuperación se está poniendo más y más en contacto con la realidad de su ser,

descubriendo su singularidad y riqueza individual.


       La igualdad está en la muerte, la diferencia está en la vida; a medida que la

enfermedad progresa se tiende a la igualdad y esta se mantiene. A medida que la

recuperación progresa emergen las diferencias. Vemos como en forma inevitable

a medida que el adicto se va recuperando se va convirtiendo en una persona que

las otras buscan más, sencillamente porque está permitiendo que su verdadero yo

se exprese. En consecuencia, se vuelve más auténtico y más interesante para las

otras personas. Este fenómeno es un cambio diametralmente opuesto de actitud.

En el pasado, el adicto trataba de esconder su verdadero yo por temor a que lo

juzgaran aburrido y poco interesante.

                                        57                      Father Joseph Martin



       La experiencia creativa de la recuperación es por lo tanto personal. Es

también libre. Por fin, el espíritu de la persona está a cargo; y el espíritu humano

solo puede existir y funcionar en una atmósfera de plena libertad. Ya el adicto no

hace las cosas porque “debe ser”. El comportamiento ahora se basa en la libertad

de elegir, “Quiero hacer esto o aquello”. Como resultado, se va abriendo a los

riesgos. El adicto puede “ensayar” cosas para ver si se acomodan a la clase de

persona que es en realidad. ¿Qué sucede si comete un error? El miedo ya no

existe. En recuperación, el adicto ya tiene la posibilidad de cometer errores

sabiendo que no se va a estancar. En la enfermedad un error era fatal o casi fatal

cada una de las veces que ocurría. En recuperación, un error sencillamente es

una experiencia de aprendizaje que sirve para que el adicto avance por su propio

camino.


       A este respecto, Joe, un amigo mío, con varios años de recuperación había

concebido la idea de iniciar un centro espiritual para personas en recuperación; se

había dado cuenta de la necesidad y el deseo de las personas por crecer

espiritualmente. Pensaba que de pronto un centro a donde pudieran asistir

libremente y pudieran estar en tranquilidad, tal vez podría satisfacer este deseo.

Un día decidió compartir una idea con su padrino. Al hacerlo, le expresó su

temor por no saber si en el fondo su idea era más producto de grandiosidad y le

preguntó directamente que pensaba él. Su padrino simplemente respondió:

“Ensaya y descubre”. Esto implica que si la idea es poco realista, una

equivocación, solo a través de la experiencia puede determinarse. Mientras tanto

nada se perdería y mucho se ganaría. En este contexto, aún las equivocaciones

cometidas en la recuperación son de mucha utilidad para el adicto.


     Finalmente, la experiencia de la recuperación en progreso es artística. Ser

humano es ser un artista. Tener vida es dar vida. Estar vivo es ser creativo.


       El papel de la enfermedad activa (por esto es tan destructiva y fatal) es

tratar de no perder la vida, controlándola, tratando de dirigirla, consumiendo una

sustancia química para anestesiar todas las pérdidas. Como resultado, la vida se

debilita, se limita y muere. En recuperación, la clave está en descubrir que la

vida sobrevive con el don del ser. La vida da vida y en esta forma se mantiene y

crece.


       En esta experiencia creativa, el adicto se encuentra a sí mismo y a su

camino. Puede crear su propia vida. Lo que la naturaleza hizo por el cuando era

niño, ahora él lo hace por sí mismo en una forma consciente. La máxima obra de

arte, aún para el artista más famoso, es encontrar las piezas de su propia vida y

con ellas crear la trama singular de su propia esencia. Hay más de mí de lo que

puede verse. Les mostraré. Es la vieja historia de “Caperucita Roja”. El autor

de este cuento era un genio, un artista. Tomó menos para hacer más. Tomó lo

que tenía a la mano y creó algo que no existía antes.


       ¿Cuál es el proceso inherente a la creación de este cuento de niños? A este

respecto: ¿cuál es el proceso en el fondo de toda obra de arte? El artista en cada

caso toma algo real, algo que está a la mano y lo une en forma única y original

produciendo algo que no existía antes. El cuento de “Caperucita Roja”,

demuestra esto claramente; el autor toma piezas de la realidad: una niña, una capa

roja, una canasta, un bosque, un lobo y una abuelita. A través de su creatividad e

ingenio ha producido una forma en que estas piezas mudas expresen una verdad

                                        58                      Father Joseph Martin



que de otra forma sería imposible comunicarle a un niño. Estas piezas así

combinadas le dicen al niño que en el mundo existe el mal.


       El adicto lentamente empieza a adquirir una confianza suficiente en la

vida, que le permite tomar los elementos imperfectos y aparentemente

defectuosos que tiene y con ellos comienza a construir su camino. ¡El producto

final es increíble! No hay límite a lo que puede resultar. Le abre infinidad de

posibilidades. Ya no se siente incapaz de hacer algo en su propia vida. Su

problema es que camino elegir. Son tantas las posibilidades que tiene ante sí que

se enfrenta al dilema de escoger. Cualquiera que sea su decisión puede tener la

seguridad de que en recuperación, la obra que el artista elija producir, será única,

irrepetible y de increíble belleza.




                         UN VIAJE EMOCIONANTE


       La vida del adicto en recuperación, es ciertamente creativa; y puesto que es

creativa es también emocionante; este es el segundo ingrediente o característica

de alguien que está progresando en su recuperación. ¿Cómo más podría ser la

vida cuando se entra en contacto con la propia esencia y la naturaleza misma?


     ¡Qué éxtasis descubrir que uno ha sido llamado a crear su propio ser para

convertirse en creador de otros!


      En realidad, la mayor parte de la vida del adicto activo está marcada por la

monotonía. La vida en recuperación es todo lo contrario. De hecho uno de los

enemigos de la recuperación es el aburrimiento. Una sensación de aburrimiento

que se mantiene por más de un par de semanas no puede ser ignorada si se quiere

mantener progreso. La monotonía que se coloca en la base de la trama de la vida

misma es una señal de peligro que debe ser investigada y resuelta.


      Lo anterior lo digo no con el ánimo de que se tenga que estar obsesionado

con el peligro sino porque la vida en sí misma ES emocionante, y como tal es

incompatible con el aburrimiento. Este no puede coexistir con la vida.


      Por el contrario, la vida es emocionante, es cambio y variedad constante.

Por esto es que la vida no se duplica. Hasta la fecha, la naturaleza no ha

producido ni siquiera dos hojas idénticas. En la reproducción humana, hasta los

gemelos que llamamos idénticos no lo son. La madre ve las diferencias y los

gemelos mismos están muy conscientes de ellas.


       La vida está abierta a toda suerte de posibilidades. Tal vez, el adicto se

abra a nuevas experiencias que antes no le interesaban. De decir que odia la

música puede pasar a tomar clases de algún instrumento; de nunca ir a un cine

pasa a ser un fanático de este; de nunca gustarle la vida al aire libre puede

encontrar que disfruta saliendo al campo los fines de semana. La variedad de

actividades que el adicto en recuperación puede encontrar son infinitas.

Anteriormente, no era consciente de estas actividades placenteras porque estaba

desconectado de sí mismo. En recuperación tiene la oportunidad de ponerse en

contacto con su verdadero yo y descubrir cosas acerca de sí mismo y de su

mundo que la adicción le había negado.

                                        59                      Father Joseph Martin



       Por lo menos el adicto en esta fase de recuperación mantiene una mente

abierta y al hacerlo no pierde ninguna de las señales que la vida diaria le va

mostrando acerca de otras verdades con respecto a sí mismo. A veces descubre

cosas completamente opuestas a lo que pensaba durante su adicción activa.


       Todo prejuicio y rigidez, nociones preconcebidas que la enfermedad cultiva

y solidifica en la vida del adicto en forma lenta se van disolviendo con la

experiencia de la recuperación. Este fenómeno le permite abrirse a nuevas

experiencias, ya no le están cerradas las puertas para que todo su ser explore y

personalice todas las diversas posibilidades. De hecho, una señal de aburrimiento

en esta fase de recuperación, por lo general, es un llamado a descubrir nuevos

intereses, cambiar de trabajo, relaciones, o en otro campo del área ilimitada que

ofrece la vida.

       En otras palabras,el elemento emocionante de su nueva vida no tiene

límites. La discriminación, exclusión, ya no tienen cabida en su vida. Como

resultado, la vida de la persona se vuelve mucho más rica, no solo en

posibilidades, sino también en el descubrimiento de múltiples talentos y

habilidades que finalmente son liberados al deshacerse de las ideas preconcebidas

y los prejuicios.


      Por último, esta característica produce mayor felicidad personal porque le

abre el camino al amor, a un amor que es libre, sin ataduras y que no es

excluyente. Es un amor más universal y más verdadero. Porque el amor solo por

una cosa y no por otras es todavía incompleto. Lo esencial es que el amor

realmente es la clave para la felicidad, la razón por la cual existimos.


      Otra de las razones por las cuales la vida del adicto en recuperación es

emocionante es que se va deshaciendo del miedo. Esta vida sin miedo se basa en

las garantías de la recuperación misma. El acto inicial de honestidad que se

requiere del recién llegado se fundamenta en la certeza de que la vida nunca falla.

La seguridad del adicto es que mientras actúe con la intención de mejorar su vida,

de nutrirla, nunca se verá defraudado. Esta certeza le afirma que como persona

es invaluable y que es recipiente de un don intransferible cuya esencia es el éxito

y no el fracaso; siempre y cuando continúe la búsqueda de sí mismo con

honestidad y dentro de la realidad.


        En una reunión de A.A., a la que tuve el privilegio de estar presente,

escuche a una persona decir lo siguiente: “Hoy he tenido un día horrible.

Empezó con una pelea con mi jefe. Me acusó de ser la persona que se estaba

llevando los materiales de la oficina. Debo decir que esta relación con mi jefe,

venía deteriorándose hacía meses y no se como vaya a terminar todo. Para

hacerla peor , al salir del trabajo me robaron, por fortuna físicamente no me

hicieron daño, pero se llevaron todo mi dinero y las tarjetas de crédito”. Alguien

en la reunión alzó la mano y le comentó: “Ciertamente, has tenido tu carga de

problemas y desilusiones por este día. Pero a pesar de todos esos fracasos puedes

irte a tu casa esta noche y decirte a ti misma antes de dormir, que a pesar de todo,

tú no eres un fracaso. No te has puesto a beber, tienes una vida, paciencia... que

la vida nunca falla”.


      Si, en la experiencia de la recuperación se va uno liberando del miedo, aún

del miedo al fracaso. Un elemento adicional de la emoción viene de la misma

experiencia de aprendizaje que surge del descubrimiento y contacto con las

propias emociones. En el pasado, el adicto utilizaba drogas para adormecer sus

                                        60                     Father Joseph Martin



sentimientos, para evitar el miedo que le daba sentir tal o cual emoción. En

recuperación, el descubrir y estar consciente de la aparición de diversos

sentimientos es un gran deleite.


       Los sentimientos, antes que todo, nos prueban que estamos vivos.

Después, y más importante, es ir descubriendo el significado de toda una fama de

emociones que van apareciendo frente a los diferentes eventos y personas en

nuestras vidas. Cada surgir de un sentimiento en nuestra vida es un indicio de

“mi don y de quién soy”. Lo interesante es poder leer estos indicadores y ser más

y más capaces de integrar ese conocimiento. Este proceso de integración le da al

artista la posibilidad de elegir opciones y de esta manera dar lugar a un estilo de

vida que estaba esperando hacer su aparición.


       Cuando estaba activo, el adicto siempre se sintió atacado y amenazado por

sus emociones. En recuperación, el surgimiento de emociones, tanto buenas

como malas, viene impregnado de toda suerte de posibilidades. Los sentimientos

son la clave para conocerse a sí mismo y a su camino en la vida.


       Finalmente, esta es la etapa en la recuperación donde la emoción se

traslada a todos los demás campos de la actividad humana disponibles al adicto.

Este es el momento en que avanza en el descubrimiento de su lugar en los

campos de la vocación, profesión, religión y relaciones. Toda una nueva gama

de metas y experiencias esperan a la persona.


       Yo personalmente creo que todas las personas con esta enfermedad son

llamadas a través de la recuperación a desempeñar un papel muy definido en el

mundo. Con esto no quiero significar que todos se van a volver famosos o algo

por el estilo. Pero sí creo que cada adicto se recupera para un propósito especial.

Una de las más grandes emociones de la vida en recuperación es finalmente

encontrar ese propósito... crearlo. ¡El llamado del artista! El don maravilloso es

permitir que nosotros mismos lo descubramos en vez de que se nos entregue ya

definido.


     Encontrar nuestro lugar en la vida, lo demuestra la historia de un Pastor

Metodista en recuperación:


       “A comienzos de mi recuperación estaba en un estado de deterioro tal, que

era incapaz de volver al ministerio. Por sugerencia de algunos amigos en A.A.,

me dispuse a buscar un trabajo “intermedio”, es decir un trabajo relativamente

fácil y de poco estrés mientras me fortalecía en mi recuperación. Fui a una

oficina de empleos y conseguí un trabajo como mecanógrafo. A medida que

pasaba el tiempo, empecé a pensar en términos de volver al ministerio. Sin

embargo, debido al crecimiento que estaba experimentando en mi recuperación

me era más fácil ser honesto conmigo mismo. Sabía que no tenía interés en

volver al trabajo de parroquia pero a pesar de esto quería continuar siendo

pastor. No tenía ni idea de como superar esta contradicción.


      Durante casi dos años permanecí en la oscuridad, la vida no me daba

señales, ni me iluminaba con respecto a lo que debía hacer. Continué creyendo y

confiando en que mi Poder Superior, algún día me mostraría el camino. En el

momento mismo en que comencé a compartir con mis amigos que esta fe se

estaba desvaneciendo y que yo me estaba comenzando a desesperar por no

encontrar mi camino, recibí la llamada de un amigo mío que trabajaba en el

                                        61                    Father Joseph Martin



campo de la farmacodependencia. Me invitó a una conferencia que estaba

organizando sobre la cocaína y sus efectos en los lugares de trabajo. Créanme,

con la creciente depresión que me producía mi situación no tenía ni las más

mínimas ganas de asistir a una estúpida conferencia; pero tratándose de un

amigo querido que me estaba expresando su interés por mí, decidí ir.


       ¡Gracias a Dios que lo hice! El conferencista resultó ser un sacerdote

católico. Su conferencia fue excelente. Al final me le acerqué y le agradecí; y

casi sin pensarlo, automáticamente le pregunté a que parroquia estaba afiliado.

Me respondió que no tenía parroquia, que trabajaba tiempo completo con

alcohólicos y adictos. ¡No podía creer lo que estaba escuchando! Un sacerdote

que no se ocupa del ministerio tradicional. En forma muy superficial le comenté

que yo tenía problemas en mi recuperación, que como pastor no encontraba

como ubicarme en mi vida. Me contestó invitándome a almorzar.


      El martes siguiente fuimos a almorzar. Para resumir el cuento, ese

almuerzo, fue el momento clave que la vida me estaba reservando. El conocer a

este hombre me mostró el camino. Me señaló que mi trabajo podía ser con

adictos -y como pastor-. Este trabajo lo he ejercido hasta el día de hoy y ha sido

un ministerio mucho más que gratificante para mí”.





                           UN CAMINO DE AMOR


      El viaje de progreso en la recuperación nos trae la experiencia de

finalmente lograr funcionar como las criaturas que desde un principio se suponía

que fuéramos: CON AMOR.


       Primero que todo, el adicto en recuperación conoce el amor en la forma de

amor por sí mismo. En realidad los mandamientos más importantes en toda

religión son amar a Dios y amar al prójimo. El amor a sí mismo no se menciona

por una muy buena razón. Lo explica la esencia misma del amor. Para poder

hablar de amor a alguien, supone necesariamente el amarse a sí mismo. Uno solo

puede dar lo que uno tiene. Para poder amar a Dios o al prójimo es indispensable

que primero exista amor por uno mismo.


      Por tanto, en la experiencia nueva de la vida en recuperación el adicto

aprende a amarse a sí mismo. Es una experiencia nueva, porque nueve de cada

diez adictos en el curso de su infancia y de su educación acogieron la idea de que

hacer algo por el propio bienestar era egoísmo. Aquí el adicto aprende a

diferenciar ente el amor a sí mismo y el egoísmo.


      Por supuesto que el egoísmo es equivocado. Le roba al ser humano la

capacidad de ser feliz porque es destructivo. Hace que uno no sea una persona

atrayente y por lo tanto conduce a la soledad y al aislamiento. El amor propio,

                                        62                     Father Joseph Martin



por otro lado, es hacer algo por uno mismo y no es destructivo. Como resultado

tal vez por la primera vez en su vida el adicto goza del derecho y del deber de

ponerse a sí mismo en primer lugar. Puede hacerlo porque en todas las esferas de

la vida, si una persona hace algo que no es bueno para sí mismo, es imposible

que pueda hacer algo bueno para alguien más.


       El haber recuperado su derecho al amor propio es una razón que motiva a

vivir. Pero en el campo del amor es mucho lo que le espera al adicto. Ya es

capaz de establecer relaciones que tienen alguna esperanza de sanidad y

desarrollo. Ahora, el adicto sí aporta algo a la relación: se aporta a sí mismo, un

don que continua expandiéndose con cada etapa de crecimiento que el adicto va

experimentando.


      Ya no existe esa nube turbia que borraba la diferencia entre amor y sexo.

El adicto en recuperación tiene una mayor comprensión del papel que tiene el

sexo en su vida, y la distinción entre donde acaba el sexo y comienza la relación.

Viene a darse cuenta de que una relación es un vínculo espiritual con otro ser

humano.


      Ahora, siendo más espiritual que nunca puede responder a las relaciones.

Como resultado, las busca y si no funcionan, de todas maneras se ha enriquecido

a través de un mayor conocimiento de sí mismo, de su semejantes, y del mundo

que le rodea.


       Por último, la experiencia de vida en la recuperación es un camino de amor

porque lleva al servicio con otros. Hay algo esencialmente altruista en el carácter

y temperamento del adicto. De hecho, con frecuencia uno de los síntomas de la

enfermedad es la propensión del adicto activo a asumir responsabilidad por la

vida de otros a expensas de su propia vida. Además, esta característica también

significa la manipulación y la destrucción de otros. En recuperación, el adicto ya

puede convertirse en una fuerza positiva en la vida de los demás sin hacerse daño

a sí mismo. Por este motivo, son muchos los adictos que encuentran trabajo en

áreas que de alguna manera entrañan servicio a los demás. Muchos dan su

tiempo libre a una u otra organización que tiene como fin tratar de aliviar en algo

el dolor humano. Verán, es que el adicto es un experto en el dolor humano; él ha

sufrido ese único dolor que no tiene nombre porque está más allá del lenguaje

humano. Es por esto que este aspecto de la recuperación es una oportunidad para

él para aliviar el dolor de otros. Puede ser cualquier forma de asistencia para

aminorar un dolor físico o espiritual de aquellos menos afortunados.


      Cualquiera que sea la forma de prestar ayuda es claro que el adicto en

recuperación tiene un papel en la vida. La vida quiere comunicarse a sí misma.

Entre más sana y más vida haya en su recuperación, más quiere el adicto

contribuir con lo que pueda a aquellos seres humanos que aún sufren dolor.


       Una adicta, con tres años en recuperación fue motivada por sus

compañeros de Narcóticos Anónimos, para que comenzara a ayudar a las

personas recién llegadas que aparecían casi a diario en las reuniones. Un día

comentó que fue solo cuando comenzó a conversar con los nuevos miembros del

grupo, y a dedicarles un poco de tiempo compartiendo su propia experiencia, que

empezó también a sentirse con más vida. “Fue como si mi deseo de tener

sobriedad y de vivir limpiamente se hiciera mucho más fuerte y atrayente. Estaba

sintiendo lo que me habían dicho todo el tiempo: se mantiene cuando se da a

                                       63                     Father Joseph Martin



otros. Ya me encuentro más dispuesta a ver mí vida no solo en términos de un

empleo o una profesión, sino también en mi papel de estar allí para otros, en la

medida en que ellos lo deseen y a darles a mi modesta manera, lo que tengo que

ofrecer”.



                       UN CAMINO A LA HUMILDAD


       Si la experiencia de recuperación de una adicción hace que la vida sea

creativa, emocionante y plena de amor; también le añade una dimensión de

humildad. Solo un hombre alto puede agacharse más que el hombre bajo. Es

extraño y paradójico pero siempre que uno encuentra grandeza, encuentra

también humildad. La criatura destinada a dominar el mundo es la más

vulnerable y la más débil de todas las demás criaturas. Así tenemos la vida, la

recuperación de la vida. En la medida en que la vida real surge, aparece y se hace

más honesta, viene acompañada de una experiencia o en otras palabras de otra

realidad la llamamos: humildad o modestia.


     La humildad es la parte del camino que le dice al adicto en recuperación

como debe caminar ante la vida. Es el mapa del recorrido, las señales del

camino, las instrucciones, es, en otras palabras, la condición sin la cual no

podemos tener progreso en la vida ; solo puede encontrarse en la realidad.


       Es de esta manera, como el adicto encuentra humildad en la oración o en la

meditación. En ese lugar donde puede ser más honesto sin avergonzarse ni temer

represalias. En esos momentos en que nadie tiene porque esconder la verdad.

Cuando en un momento dado no podemos ser honestos con alguien, por falta de

valor, en la oración o la meditación, debemos mantener viva la verdad que es en

sí misma la dadora de vida. Es la meditación o la oración el lugar donde todo es

realidad y donde la fantasía no tiene cabida. Estos momentos son de profunda

humildad porque son en esencia la aceptación de lo que es real, bueno o malo; y

también son de gratitud por esa realidad. La aceptación es comenzar a tener

gratitud. Es la primera semilla de amor.


      El camino de la recuperación es humilde porque es eterno. Por eterno

quiero significar que nunca es perdido y que requiere tiempo. De hecho, requiere

de tanto tiempo que es ilimitado. El crecimiento en la vida como lo dijimos antes

no tiene fin, no tiene techo, continúa y continúa, es eterno e infinito. Es un don

presente para siempre.


      Por último, el camino de la recuperación es humilde porque se refiere al

momento presente, a la riqueza del “aquí y el ahora”. Se preguntarán: ¿Qué tiene

que ver el “ahora” con el ser humilde en la vida de un ser humano? La mayor

parte de nuestros días están llenos de cosas que nos parecen insignificantes:

eventos, circunstancias y personas. En la adicción activa, la persona trataba de

escapar de esos momentos, del “ahora”, que le parecían insoportables y

aparentemente vacíos de cualquier posibilidad de expansión de la vida; y lo hacía

consumiendo la droga de su preferencia. En recuperación el adicto aprende que

es en esos momentos del “ahora”, que de por sí mismos son aburridos y

monótonos, donde va a encontrar la fuente y los recursos para las cosas

superiores que busca en la vida.

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       En asuntos espirituales, lo “más” siempre viene de lo “menos”. Es mejor

estar en el aburrido “ahora” que es real y tiene vida, que en un “futuro brillante”,

que es pura fantasía y por el momento completamente irreal.


      Miles de ejemplos de personas en recuperación dan testimonio del hecho

de que estando sobrios, es decir presente en el “ahora”, en la realidad del

momento actual en sus vidas, lograron conocer a la persona, o tener la

experiencia, que iba ayudarles y guiarles en el camino a su destino de vida. Esa

vida que es el milagro que por fin tiene un significado.





                                       (10)



                     EL MISTERIO DE LOS MISTERIOS



       Parecía que hemos llegado al final del camino de la recuperación. En

cierto sentido así es.


       Pero en un sentido real no lo es ya que la recuperación no tiene límite. La

recuperación física y mental están algo restringidas. La recuperación de la salud

física y de la sanidad mental llega hasta cierto punto. Sin embargo, la

recuperación espiritual no tiene techo, ni límites y está abierta a una infinidad de

posibilidades más allá de nuestra imaginación.


       Si, en un cierto sentido, el camino de recuperación ha finalizado. El adicto

ha recobrado su bienestar físico y mental. También ha recobrado su don... el

estar en contacto con la vida. Este es el significado de las palabras “nacer

espiritualmente”.

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       Habiendo regresado a la vida se encuentra dispuesto a lanzarse dentro del

movimiento o proceso de la misma. Ciertamente ha logrado su objetivo: su

verdadero lugar en la vida. Pero la naturaleza misma de ese lugar lo lleva a

funcionar de la manera en que siempre estuvo diseñado para funcionar.

Comienza a amar. El don de haber recobrado su vida, un misterio en sí, lo lanza

a un lugar de amor, al camino sin fin, al misterio de los misterios.


       Cuando yo era niño, mi madre con frecuencia descansaba de sus

quehaceres domésticos, tocando el piano. Una tarde en particular, yo me paré

junto a ella en el piano. Estaba cantando una vieja canción: “Oh, dulce misterio

de la vida, por fin te encuentro”, me quedé mirándola y prosiguió; “Si, es amor y

solo amor lo que el mundo busca...” Inmediatamente me sentí seguro ya que

había descubierto el secreto de la vida. “Claro” me dije a mí mismo, “si quieres

que la vida te funcione, tienes que amar”.


      Poco sabía en ese momento que del ministerio que es la vida en sí, me

había adentrado hasta su mismo fondo... en lo que yo denomino el misterio de los

misterios.


      El adicto, en su búsqueda de recuperación de la adicción sufre un

fenómeno análogo. Después de recorrer el camino difícil y a veces frustrante de

la recuperación se encuentra no solo con una respuesta, sino también con un

misterio aún más grande. Se encuentra con la tarea de salir a su mundo y ser esa

persona llena de amor que desde un principio estaba destinada a ser.


       Por esta razón, debo decir algo con respecto al amor, del lugar a donde

lleva al adicto, del lugar en donde debe estar, cuando le responde “sí” a la vida, a

la experiencia y a la madurez.


       Una vez que se encuentra en ese lugar de amor el ser humano ya no tiene

otra alternativa. Se encuentra a sí mismo impotente en el mundo. Es necesario

que sea completamente impotente, que deje totalmente sus intentos de control, si

es que quiere atravesar el umbral del amor y penetrarlo más profundamente en

sus recodos.


       Una de las equivocaciones fatales que con frecuencia cometemos en la

vida, es tratar de definir lo que es el amor, estudiarlo, analizarlo, controlarlo, con

el fin de poder estar seguros de él. Shakespeare, en sus obras de teatro nos da

una excelente demostración de esta realidad. Son formas artísticas de la tragedia

que resulta cuando tratamos de controlar el amor.


      Romeo y Julieta, es en realidad todo un intento por parte de los

protagonistas por establecer la medida del amor de cada uno por el otro; y tratar

de expresarlo en los términos exactos para que el otro pudiera estar seguro de ese

amor.


       Sin duda alguna, Romeo y Julieta, es una obra que tiene el ingrediente

básico para ser una tragedia verdadera. Después de todo, los protagonistas

mueren al final. Sin embargo, esta obra en sí no es una tragedia. Carece del

impulso y del alcance de la vida misma. Una obra que le permite al espectador

observar el misterio de la vida tanto interior como exteriormente. En Romeo y

Julieta, la visión carece de vida y está llena de remordimientos. En su afán por

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buscar el amor, el héroe y la heroína precisamente lo pierden. La pérdida se

produce por alguna coincidencia, una desafortunada serie de eventos, una mala

interpretación de la realidad que está teniendo lugar. En otras palabras, la pérdida

de cada uno con la muerte es producto de un error de juicio, el control mismo,

que se suponía iba a asegurarles y garantizarles la supervivencia de su amor.


      Comparemos Romeo y Julieta con Antonio y Cleopatra. Esta última

también se refiere a dos personas enamoradas. No obstante, son mayores y más

maduros; por lo tanto, también lo es su amor que nunca es puesto en duda. Lo

aceptan y lo viven.


      En la adicción, esos constantes intentos por hacer “saber” al otro que es

amado, volviendo a las obras de teatro, vemos que ya son irrelevantes, obsoletos.

Como resultado, esta obra que también termina con la muerte de los

protagonistas pero no es una muerte por error o por circunstancias fortuitas.


       No es una muerte por algo inferior a ellos mismo. Es una muerte para

pasar a una vida más amplia. Al final de la obra, su mundo es demasiado

pequeño. Shakespeare dice que los bolsillos de Marco Antonio se convierten en

islas; cuando toma un paso es de continente a continente. Cleopatra, al poner a la

serpiente en su seno, exclama: ¡Tengo deseos inmortales en mí!


      No, la muerte de Antonio y Cleopatra no es el resultado de una

equivocación o de un evento menor. Más bien, es el requisito de su amor, que

jamás es cuestionado, que crece más allá de los límites del planeta y que necesita

de otros mundos para continuar creciendo más.


      El amor, por su misma esencia desafía el conocimiento y no permite el

control. Para el adicto y para todos los demás en esta etapa de crecimiento, el

temor a no ser amados es terrible. Por esto es que buscamos toda suerte de

pruebas por parte de los que amamos. Pero... el amor es el misterio de los

misterios, se da solo en el misterio y no crece en la seguridad, ni en el terreno

bajo control. Querer colocarlo ahí es arriesgarse a perderlo, a perder aquello

mismo que es el fin. El amor nunca muere por expansión, muere por

constricción.


       Muchos objetan diciendo: ¿Pero qué puedo hacer, si no estoy SEGURO de

que me amen, como puedo manejar ese temor, ese vacío? La respuesta es simple

y a la vez paradójica: sienta el temor, sienta el vacío, y protéjalos. La unión

misma con ese temor y ese vacío junto con la honesta y dolorosa aceptación de

ellos le da libertad al amor para moverse. Ya queda libre para entrar y llenar el

vacío.


       Es un milagro. Similar al milagro mismo de la vida. ¿No es la vida algo

más que surge de algo menos? La creación en la tradición judeocristiana fue

hacer algo de la nada. Darwin lo veía distinto pero el proceso selectivo inherente

a su teoría también resulta en algo superior que viene de algo inferior. La historia

del útero estéril dando vida a un nuevo ser. La semilla insignificante que produce

el árbol gigante y frondoso.


      Así mismo sucede con el amor. Decirle “sí” al vacío, es darle comienzo a

un proceso mediante el cual puedo conocer una verdad mayor. En este caso, el

amor, el don de todos los dones.

                                        67                      Father Joseph Martin




       El amor es un reflejo de la esencia de la naturaleza humana. Por

consiguiente, la real medida del ser humano se toma de su capacidad para amar, y

literalmente de casi nada más, ni de sus riquezas, ni de su prestigio, ni de sus

logros. En otras palabras, el amor es el único acto plenamente humano. Como

resultado, es solo cuando ama que el hombre logra la máxima altura de su esencia

moral. Es con el amor que sus acciones pueden reflejar mejor el misterio de lo

que es no solo como ser humano, sino como el ser humano único e irrepetible que

es. Cuando amo es cuando estoy siendo realmente más “yo”.


      Si soy amor, necesariamente soy un don. Es por este motivo que somos

más auténticos cuando sentimos amor porque solo así podemos ofrecer el regalo

perfecto; lo mejor que tengo para dar, es dar a mí mismo, es el dar más humilde y

menos pretencioso, pero es el más perfecto. Es ofrecer y regalar de mi interior.


      Que descubrimiento más maravilloso. No solo descubro que valgo algo,

pero descubro que soy lo más valioso que existe. Primero que todo, aunque

existan otros que sean superiores y sin duda que existen, ¿qué valor tendrían si Yo

no estuviese ahí para admirarlos?


       Además, es el amor lo que viene a llenar mí vacío, mi interior

insignificancia, el don perfecto, que es también la base misma de mi propia

existencia. Es el oxígeno de mis pulmones espirituales. Simplemente el motivo

por el cual nosotros los seres humanos vivimos. El amor da vida y la mantiene a

través del espacio y del tiempo. De hecho, sin amor se muere, es ahí donde yace

la esperanza de todos aquellos dotados con una vida humana. Ahora, podemos

comprender el dolor del adicto que a medida que progresa su enfermedad va

sufriendo la experiencia de no sentirse amado por nadie, y muchísimo menos por

sí mismo. Para la persona encarcelada en la adicción, aún el amor de las

personas que están cerca a él le ofrece poco consuelo; porque piensa que si esas

personas realmente lo conocieran, lo condenarían, y le darían la espalda.


      Uno se pregunta por qué sucede esto. La respuesta es muy sencilla.

Cuando yo me permito a mí mismo desvincularme de la realidad de la vida, soy

incapaz de amar. Dejo de estar ahí, dejó de estar presente en la realidad de mí

mismo. Me desconecto de mí y en consecuencia no puedo disfrutar el don que

me ha sido otorgado; la vida misma. El amor en estas circunstancias se convierte

en un imposible, porque yo no soy “yo”.


        No es difícil comprender la destrucción que conlleva la adicción. La

enfermedad destruye la capacidad humana de amar y desafortunadamente va más

allá; llega a convencer al adicto de que nadie puede amarlo y que él es incapaz de

amar. Esta es la causa real y la naturaleza de ese dolor que es indescriptible y que

es el infierno de todos los adictos.


      Estar destinados para amar y ser incapaces de hacerlo es en verdad el dolor

del infierno mismo. No creo que exista un dolor semejante en la experiencia

humana ;es peor que morir porque es estar muerto en vida. Hay mucho de cierto

en la frecuente descripción que hacen de sí mismos los adictos; los muertos en

vida. No deben por tanto parecernos extraño que en un momento dado de su

enfermedad el adicto quiera morir. Es mejor la muerte que una vida así.

                                        68                     Father Joseph Martin



      En verdad morir con amor no es morir. Eso en parte es el mensaje de la

obra de Antonio y Cleopatra. Al morir con amor, los protagonistas abrazan la

muerte como pasaje a una vida mejor y más amplia. Por supuesto que “morir con

amor no es morir” es una paradoja. Solo se puede comenzar a percibir su

completo significado cuando uno contempla al ser humano como un don -como

una creación de amor-. Si el ser humano es un don, entonces encontrará que su

mayor expresión está en el dar total; es decir, en su completa derrota. Es ahí

donde se encentra la verdad inherente a la muerte. ¿Si nos rehusamos morir,

como podemos lograr nuestro máximo potencial? Es solo por el hecho de morir

que tenemos la oportunidad no solo de permanecer lo que somos, sino de

volvernos más y más lo que realmente somos... precisamente en la entrega total.


       Finalmente, este don de amor logra milagros. Cuando tengo amor tengo la

herramienta más efectiva para reparar el daño. Vivir con amor es poder

liberarnos hasta de nuestras experiencias pasadas. Esto lo digo, porque tan

pronto recupero la realidad de lo que soy, del hecho de que yo soy amor, ese

mismo amor comienza a trabajar y a sanar el dolor y el daño causado. Por este

motivo, el adicto al iniciar su recuperación no necesita preocuparse en ese

momento por reparar inmediatamente los daños que con su adicción seguramente

ocasionó a muchos a su alrededor. Claro que quiere satisfacer los llamados de su

mente y de sus emociones por iniciar rápidamente el trabajo de reparación. No

hay necesidad. El amor comienza de nuevo a funcionar en su vida y hasta trabaja

a distancia. De la misma manera su familia sufría inmensamente cuando estaba

activo, aún lejos físicamente de su hogar; de la misma forma ahora, que está en

recuperación, el amor que le da vida a través del tiempo y del espacio, comienza

a darles vida también a ellos – los codependientes. Más tarde, cuando el adicto

sea una persona más completa en la vida es aconsejable que se acerque en una

forma más física y sentida a reparar los daños en esos seres que él quería amar,

aunque su forma de expresarlo, cuando estaba activo, ciertamente no era la más

indicada.


      En este contexto, debemos reconocer que el primer acto de amor para la

víctima de la adicción es admitir su impotencia ante el alcohol y las drogas para

SALVAR su vida. Más adelante, el mismo vendrá a reconocer que extendiendo

su impotencia ante muchas otras cosas PRESERVA su vida.


       Lo anterior es cierto para todas las personas. La clave del misterio de la

vida indudablemente se encuentra en el amor. Porque solamente cuando

permiten libertad al proceso del amor y se derrotan, o sea le dan su todo, es que

son llevados al reino de su verdadero destino; ser los herederos de ese reino.

Solamente mediante ese acto de amor incondicional es que pueden llegar a lo

divino; a ser receptores de la promesa, de ser los verdaderos hijos de Dios, o de

ser la esencia misma de la energía del universo.


      Absolutamente nada queda a salvo una vez que esta enfermedad se

establece en el espíritu. Es la falta de ese contacto interior que con el tiempo se

convierten en una desvinculación con todo lo que el adicto toca y contamina.


       He hablado poco en este libro de los que ahora llamamos codependientes,

- la familia y los amigos cercanos del adicto. Sin embargo, estas maravillosas

personas están presentes SIEMPRE. Debido a que esta enfermedad es espiritual

la forma de transmisión es también espiritual. Se contagia por amor.

                                        69                      Father Joseph Martin



      El cónyuge, amante, pareja, hijo, padre, familiar y amigo no necesitan

contacto físico con la enfermedad o con el adicto enfermo. Para volverse

codependiente todo lo que se necesita es amar a un adicto activo.


       De hecho, en mi experiencia he visto que el dolor del codependiente es

igual al del adicto porque es espiritual; y tal vez más terrible porque no encuentra

nada para aliviarlo. El adicto puede recurrir a la droga y por un momento

encuentra respiro.


      Los codependientes de este mundo sin duda han pagado sus “deudas”. Por

esto y con mayor razón que el adicto mismo tienen derecho a recuperarse. Se

están haciendo muchos esfuerzos por ofrecer tratamientos a las familias.

Tenemos la esperanza de que se hagan importantes avances.


      Para finalizar, quiero hacer un llamado en nombre de los económicamente

deprivados y de las minorías, en particular de las personas de habla hispana. Si

nuestra sociedad ha de volverse más humana y solidaria debemos encontrar

formas de ofrecer tratamiento cálido y efectivo a aquellos que no pueden pagarlo

o solo pueden recibirlo en su lengua nativa.


      Una cosa es cierta, una atención tierna y comprensiva de esta enfermedad

contribuye a la preservación de la vida del adicto. Al mismo tiempo, convertirá a

este mundo frecuentemente enfermo y hostil en un mundo saludable y brillante

como el oro.




                              Father Joseph Martin




            ¡ BENDITOS SEAN LOS ADICTOS !