¡BENDITOS SEAN LOS ADICTOS! La parte espiritual de la adicción y la recuperación - Father Joseph Martin
PREFACIO
Nunca quise escribir un libro. Las sociedades afluentes tienen demasiados
libros y paradójicamente demasiados libros producen pocos lectores ávidos,
además de menos libros de transcendencia.
Sin embargo, algo sucedió en mi vida. Durante el curso de mi propio
desarrollo lento, doloroso, pero ciertamente milagroso se me presentó la
oportunidad de trabajar con alcohólicos y adictos a otras drogas.
De mi infancia, la memoria mas vívida es el recuerdo del dolor que me
causaba la forma de beber de mi padre. En ese momento yo no lo comprendía,
no obstante y hasta el día de hoy, sigue siendo la experiencia mas real y
atemorizante que guardo de los años de mi infancia. Aunque mi padre falleció,
aún me cuesta gran trabajo llamarlo alcohólico. Creo firmemente que si estuviera
vivo hoy, sería él mismo quien lo dijiera. Era un hombre muy bueno. Siempre
cumplió con su deber de satisfacer nuestras necesidades económicas. Sé que me
amaba profundamente y quiso a toda costa que yo me educara lo mejor posible.
Escogió un colegio privado a 80 kilómetros de la casa. Allí me matriculó en el
internado.
Una semana después de haber comenzado las clases, fue a visitarme con la
esperanza de oirme decir que estaba feliz. Cuando le confesé que no quería
quedarme, se sorprendió y me preguntó por qué. Tuve que responderle que no
quería estar lejos de la casa ya que me preocupaba enormemente su forma de
beber. Me miró con una tristeza infinita y me pidió que permaneciera en el
colegio puesto que él nunca volvería a beber. Ese mismo día mi padre dejó de
beber y permaneció abstemio hasta que murió veintiocho años mas tarde.
Yo continué con mi educación y fui ordenado sacerdote católico en el año
1957. La primera tarea que me fue asignada fue en el campo de la educación.
Durante los trece años siguientes me desempeñé como profesor de inglés,
coordinador entre los estudiantes y la Dirección del Colegio, además de
Director de la Escuela de Verano.
En 1970, se cerró el colegio y acepté trabajar en una parroquia con una
gran cantidad de feligreses de habla hispana en la ciudad de Nueva York. Esta
parroquia se encuentra en uno de los sectores mas populados de Manhatan y era
frecuentada por toda clase de personas. Fue allí donde tuve mi primer contacto
con un número elevado de alcohólicos y adictos a otras drogas. Conocí y
conversé con aquellos que estaban buscando dinero para mantener su consumo,
con los que estaban tan enfermos que necesitaban asistencia médica inmediata; y
con aquellos que realmente querían encontrar una forma de salir del infierno del
alcohol y otras drogas.
Los alcohólicos y los adictos a otras drogas que conocí, fueron los que
aportaron mis primeros conocimientos, y quienes despertaron en mi el interés por
el campo de la Farmacodependencia. También fueron los que me impulsaron,
casi sin pensarlo ni planearlo, a descubrir el mundo de los Centros de
Desintoxicación, Clínicas de Rehabilitación y el Programa de los Doce Pasos
(peldaños) de Alcohólicos , Narcóticos y Cocainómanos Anónimos, a donde
llevé a muchos.
Con el tiempo, me familiaricé no solo con la experiencia directa de los
adictos que continuamente iba conociendo, sino que también con la experiencia
de los profesionales en este campo: Consejeros, terapeutas, administradores de
centros de rehabilitación, enfermeras, médicos, y directores de Programas de
Asistencia a Empleados. Asistí a numerosos talleres, seminarios y conferencias
de la Escuela de Farmacodependencia de la Universidad de Rutgers.
Me encontré a mí mismo pasando la mayor parte de mi tiempo con los
alcohólicos y adictos a otras drogas que en números crecientes iban llegando a mi
parroquia. Gradualmente, fui perdiendo el interés por mis deberes estrictamente
parroquiales. Tenía que tomar una decisión. Afortunadamente, esta fue tomada
por mí.
A comienzos de 1983, un veterano con veinte años de experiencia en el
campo del alcoholismo y otras formas de drogadicción fue a buscarme a la
parroquia. Durante el curso de nuestra conversación mencionó que el elemento
espiritual era ignorado casi por completo en los diversos modelos de
tratamiento existentes en ese momento. Esta información suscitó una respuesta
inmediata de mi parte. Regresé a casa y al cabo de tres días había preparado un
bosquejo de un programa de conferencias sobre la parte espiritual de la adicción
y de la recuperación. Mis amigos más cercanos me convencieron de tratar de
impulsar esta idea y mi programa en los centros de rehabilitación.
Dos meses después fui contratado por uno de estos centros. Desde ese
momento y hasta el día de hoy he trabajado en diversos centros, dando
conferencias sobre la parte espiritual de la enfermedad y de la recuperación. Han
sido y continúan siendo bien recibidas. Además me he convencido más y más de
la importancia de tratar la parte espiritual, porque satisface una necesidad que
ninguna otra parte del tratamiento enfoca directamente.
Desde mi primer encuentro con adictos, en esa pequeña parroquia en la que
serví, mi vida cambió radicalmente. Los eventos que siguieron me llevaron a
hacer cosas que nunca creí que fuera capaz de hacer, ni se me cruzaron por la
mente que fueran posibles. Una de ellas se encuentra en estos momentos en sus
manos: escribí un libro.
Este libro lo escribo porque cada alcohólico, y cada adicto a otras drogas
que se ha cruzado por mi vida despertó en mi un profundo sentimiento. Un amor
que toma la forma de ternura y compasión infinita cuando se es consciente del
dolor tan intenso que produce esta enfermedad. Este amor que estremece el
alma, hace que uno quiera llegar hasta el adicto que esta sufriendo y abrazarlo
fuertemente. De la misma manera que se ven esas imágenes de niños que sufren
de hambre, con su piel estirada alrededor de los huesos, y esos ojos inmensos e
implorantes; queriendo uno poder darles alimento. Para comenzar a amar a un
adicto es necesario primero comprender su dolor. De alguna forma, cuando
ese dolor en la vida del adicto toca nuestro propio dolor, se logra la identificación
y nace el amor.
Este amor crece y toma la forma de una felicidad inmensa y un inmenso
respeto, cuando se tiene la suerte de acompañar a una persona enferma a
encontrar salud y recuperación. Ser testigo del cambio de una persona, de la
adicción activa a la recuperación, es ser testigo de un milagro. Ante nuestros
propios ojos, el mentiroso se vuelve amante de la verdad, el ladrón en fiel
seguidor, el violento y destructivo en amante de la paz, el irresponsable en digno
de confianza, y el derrotado en un enamorado de la vida.
¿Cómo es posible alejarse de semejante transformación? ¿Cómo es posible
no salir de esta experiencia, lleno de amor y de admiración no solo por el proceso
mismo de la recuperación, sino que por todos y cada uno de los adictos que la
vida me presentó? Esta clase de amor es amor de fuerza mayor. Es una ley por sí
misma, y al escribir este libro, sencillamente estoy siguiendo los dictámenes de
ese amor. Por este motivo, este es un libro sobre alcoholismo y otras
drogadicciones.
A finales del siglo xx se ha extendido el fenómeno que denominamos
adicción. De hecho, en este tiempo parece que se han descubierto varias
adicciones. Por ejemplo, hablamos de alcoholismo, adicción a otras drogas,
juego compulsivo, adicción a la comida, al sexo,al ejercicio, a personas, a
emociones y en algunos casos hasta a la religión. Probablemente en este siglo se
incorporán muchas más. Sin embargo, este libro se refiere solo al alcohol y otras
drogas, aunque puede aplicarse a otras adicciones.
Creo que este libro puede beneficiar a muchos. Si consideramos la vida en
sí misma podemos suponer que existen muchas adicciones y que posiblemente,
muchas personas evaden su realidad en formas más o menos sutiles. En el caso
del alcohol y otras drogas, esta forma es la menos sutil, porque estas adicciones
con el tiempo se convierten en algo tan físico y tan visible que son difíciles de
negar o de esconder.
¡BENDITOS SEAN LOS ADICTOS!
A través de la experiencia de la adicción uno puede tomar conciencia del
llamado que nos hace la vida. A causa de la adicción uno puede encontrar la
oportunidad de despertar, madurar y responder a ese llamado en una forma
positiva y creativa. Finalmente, uno puede dar un -SI- consciente a su propio
destino, a transformarse en una unidad consigo mismo, con su mundo y con su
Poder Superior o Dios para muchos. .
Antes de entrar en materia, quiero darle las gracias a todos los alcohólicos
y adictos a otras drogas que he tenido la suerte de conocer, tanto en el estado
activo de su enfermedad como durante el desarrollo de su proceso de
recuperación. También, mi gratitud a todos los amigos queridos que me han
motivado con su constante y fiel afecto. Finalmente, una oración en silencio, por
los fundadores de Alcohólicos Anónimos, Bill Wilson y el Dr. Bob Smith, por
su legado invaluable del programa de recuperación de los Doce Pasos o Peldaños.
Este en un regalo no solo para los alcohólicos o para las personas afligidas por
una adicción sino que para toda la humanidad. Su legado no solo fue dejar una
salida para la adicción sino lo que es mucho más importante: UNA PUERTA DE
ENTRADA A LA VIDA Y UNA FORMA DE VIVIRLA.
(1)
UNA ENFERMEDAD ESPIRITUAL
El misterio y las incógnitas permanecen siempre como una de las
características de la adicción. Como todo lo que es misterioso, mucho ya se
conoce y esperamos que en el futuro se descubra mucho más.
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Algo en lo que generalmente mas y más profesionales concuerdan en la
actualidad es en la definición de la adicción:Una enfermedad física, social,
mental y espiritual.
Hasta la fecha se le ha dado mayor atención a los aspectos físicos, mentales
y emocionales de esta enfermedad. Los aportes son todos valiosísimos. Como
seres humanos que somos debemos tratar primero con aquello que es más
evidente, y todos sabemos que con el tiempo esta enfermedad no disfraza su
presencia. Distorciona sentimientos válidos, enloquece la mente sana y
finalmente destruye el cuerpo saludable.
Les debemos una inmensa gratitud a todas las personas que se han
dedicado, y continúan dedicándose a la investigación y a la rehabilitación de esta
enfermedad mortal. Es mi propósito hablar del aspecto espiritual de la adicción.
A pesar de no ser algo inmediatamente evidente, yo estoy convencido de que esta
enfermedad se debe en mayor grado, no a un cuerpo vulnerable, ni a una mente
enferma, ni a una formación deficiente de sentimientos, sino más bien a un cierto
tipo de disfuncionalidad, o para ser más exactos, a una falta de contacto con sí
mismo; la alienación del espíritu humano.
Yo solía decir que esta enfermedad era en un noventa por ciento espiritual.
Hoy sostengo, sin temor a equivocarme, que es ciento por ciento espiritual. Ya
no creo que se trate de un componente espiritual que se presenta junto con otros
componentes de tipo físico, mental y emocional. Considero que la enfermedad es
espiritual y que incluye aspectos físicos, mentales y emocionales, que forman
parte o son expresiones del fenómeno espiritual en cuestión. El comienzo, la
progresión y el trágico desenlace de la enfermedad, son esencias espirituales y
causan en forma directa las consecuencias fatales que observamos en la mente y
en el cuerpo de la víctima.
Es por esto que la enfermedad se va haciendo evidente a través del tiempo.
En el caso del suicidio con solo tragarse un poco de arsénico la muerte llega
enseguida. En la adicción, la persona enferma ingiere la sustancia repetidamente
y toma tiempo, a veces años, para que se produzca el triste resultado final. Este
escenario muestra la verdad de aquellos que dicen "lo primero en irse es el
espíritu… y también es lo último en volver". En realidad, lo espiritual, como
la vida misma opera dentro del marco de un proceso…. y nunca en la forma de
un solo golpe certero, instantáneo y fatal como sucede con el suicidio.
Sé que esta enfermedad no es primariamente física. Si así lo fuera, después
de experimentar sus efectos nocivos el adicto acudiría al médico, que informado
del problema, le daría una formula con un antídoto. Le diría que se tomara el
medicamento y éste no le haría ningún daño. En caso de no existir un antídoto
como es el caso con muchas alergias, el doctor simplemente le diría que la causa
de su malestar es la droga o el alcohol y que es necesario que las evite.
Si esta enfermedad fuera solo física, el paciente al escuchar palabras del
médico probablemente sentiría rabia y rechazo, pensando que nunca mas podría
consumir algo que le produjera un efecto tan placentero. Después de un
momento de tristeza por haber perdido algo agradable, saldría del consultorio del
médico y seguramente no volvería a consumir dicha sustancia. La idea de evitar
cualquier sustancia altamente perjudicial para la salud supera el deseo de
consumirla, a pesar de lo placentera que pueda ser a nivel físico o mental.
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Sin embargo cuando aplicamos esto a un alcohólico, o a un adicto a las
drogas, el consejo médico de: "La causa es la droga, manténgase alejado de ella",
produce un dolor insoportable que surge en los mas profundo de su ser, y se
intensifica cada día que pasa. Se convierte en un dolor tan intolerable que el
individuo mentalmente no puede concebir, o imaginar otra cosa distinta para
aliviar ese dolor que recurrir a su droga de preferencia, o a un sustituto aceptable
(por lo general otra droga).
Sospecho que esta reacción autodestructiva y completamente irracional se
debe a que la relación de la persona con la droga es mucho más que física y
mental. La relación es de una naturaleza esencial. Es la unión aparente de la
persona con la parte mas profunda de sí misma. Sin la droga se siente
desconectado del mundo que lo rodea y de las partes que lo componen como sus
sentimientos, sus ideas, su cuerpo, y aun de todo aquello en el exterior que lo
rodea. Sin embargo, y lo que es peor aun, es que la ausencia de la droga lo separa
de quien se cree que es en realidad. De esa parte de sí mismo que lo identifica
como un ser humano en particular y con una vida única que solo a él le pertenece.
Un sacerdote alcohólico que había tenido mucho éxito en su parroquia una
vez me dijo: "Descubrí que no podía quedarme sentado o quieto el tiempo
suficiente para escribir un sermón. Con solo pensar que tenía que hacerlo,
inmediatamente me invadía un deseo irresistible de tomarme un trago. De
hecho, cada una de las labores de la parroquia me producía un desagrado
terrible, y de una extraña manera se fueron convirtiendo en algo ajeno para mí.
Me sentía extremadamente agitado y disfuncional". Otro amigo alcohólico
confesó: "No entendía lo que me pasaba. Estaba tan confundido y tan fuera de
contacto con lo que me estaba sucediendo que hasta temía ir al médico. Estaba
casi seguro de que si un médico me examinaba, iba a encontrar algo en mi que
nunca antes había diagnosticado, algo que me haría sentir como un monstruo en
este mundo. Aunque al mismo tiempo, en el fondo sentía que no había nada
malo a pesar de todos los problemas que se estaban presentando en mi vida".
No, esta enfermedad aunque se relaciona directamente con la parte física no es en
esencia física.
Tampoco es en esencia una enfermedad mental. Muéstrenme un alcohólico
o un adicto a otras drogas, y yo sabré que estoy tratando con una persona cuya
mente es muy activa y cuyos procesos mentales pueden ser bastante racionales.
En mi experiencia una de las características de un adicto es que es un pensador.
Las personas adictas no pueden dejar de pensar ¡Si solo pudieran desconectar su
cerebro por un rato y obtener un poco de respiro de una mente que no cesa de
funcionar!
Pero no es posible. Los alcohólicos están dotados de una vida mental de
gran riqueza, generalmente por encima del promedio, Son capaces de mentir con
la mejor de las verdades. Sus mentes operan bastante bien. Es por eso que no es
aconsejable involucrarse con ellos a nivel de racionalización o
argumentación. Garantizo que se sentirán terriblemente frustrados en sus
intentos verbales por persuadirlos.
La mayoría de los adictos tienen una mente hiperactiva: ¡Que alivio tan
grande sería tener la capacidad de dejar de pensar! Un deseo frecuente de la
persona adicta. Me recuerda algo que me dijo una persona que después resultó
ser alcohólica:
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"Un día en un momento de cansancio me quejé con mi compañero de cuarto
acerca de lo mucho que me gustaría encontrar un modo de acabar con mi
constante rumiadera mental. Mi amigo me preguntó sorprendido si eso era un
problema para mí. Yo le contesté preguntándole si el no tenía el mismo
problema: "solo cuando hablo" me respondió. No podía creer lo que estaba
escuchando: ¿Quieres decirme que para encontrar tranquilidad solo tienes que
cerrar la boca? "SI" me contestó e inmediatamente sentí la más profunda
envidia. Solo después de mucho tiempo y después de haber sufrido el infierno de
la adicción y el alivio de la recuperación vine a descubrir que personas con
mentes menos activas eran menos susceptibles de correr el riesgo de ser víctimas
de la adicción. No es que las drogas evitaran que yo pensara. Por el contrario,
las drogas aceleraban mi mente saltando de un pensamiento a otro.Lo que
sucedía es que anestesiaban el dolor incluso el de mi propio sentimiento de
culpa".
Quiero dejar muy en claro que esto no significa o pretende implicar que los
adictos sean genios. Lo que quiero decir es que ya sean personas
intelectualmente dotadas o no, sus mentes funcionan sin descanso. Por supuesto
que la enfermedad de la adicción causa estragos en las capacidades mentales del
adicto. Les hace pensar locuras. Les hace pensar cosas que cuando son
realmente ellos no se les ocurriría ni pensar. Por último, la adicción lleva a la
locura o insanidad mental como lo describe AA (hacer lo mismo esperando
resultados diferentes). Destruye la mente totalmente.
Un adicto me contó que una vez al salir del trabajo con el cheque de su
salario semanal bien metido en el bolsillo pensó en la locura que sería gastárselo
todo en droga. No habían transcurrido dos minutos y durante el trayecto de su
trabajo a la casa se le cruzó por la mente que dicho pensamiento era en realidad
una locura, pero que tal vez en esta ocasión en particular no sería tan
descabellado. Ya había cancelado todas las cuentas de ese mes, por lo tanto, si
tenía algo de lógica que solo por esta semana se gastara todo el dinero en droga.
De hecho y con increíble rapidez su mente comenzó a argumentar que más bien
sería una locura el no hacerlo. En consecuencia se gastó todo el cheque en
cocaína. Al día siguiente cuando desaparecieron los efectos del consumo, la
primera cosa que le vino a la mente y que se dijo a sí mismo fue: "Ojalá no haya
cometido la locura de gastarme toda la plata en droga". Sí…, si lo había hecho.
Es interesante observar que del pensar sanamente: - sería una locura -, en
segundos cae en una forma de pensar totalmente irracional: - en este momento
sería lógico hacerlo-. Esta anécdota ilustra mi punto de vista. La adicción aun
antes de que la persona esté bajo los efectos de la droga hace que la mente
funcione de una forma insana, pero solo después de haber demostrado su
maravillosa capacidad de operar sanamente.
Otra teoría, sostiene que el adicto sufre un desequilibrio o una disfunción a
nivel emocional. Los seguidores de esta teoría sostienen que los sentimientos de
los adictos son confusos, distorcionados e insanos.
No hay lugar a dudas de que la enfermedad produce caos en las emociones
de sus víctimas. Al inicio de la enfermedad y a través de su gradual avance, los
sentimientos de los adictos, por decir lo mínimo, son fuente de terrible confusión.
Aman a quienes odian y odian a quienes aman. Se la pasan con extraños y
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abandonan a sus seres queridos. Un padre o madre adicto(a) a veces no tolera la
presencia de sus propios hijos a quienes en el fondo ama profundamente.
Esto tuve ocasión de presenciarlo una vez que me encontraba de visita en
la casa de la familia de un alcohólico activo. Su esposa y sus tres hijos,
esperaban ansiosos su llegada. Cuando finalmente llegó a casa fue a la nevera
(refrigerador), cogió una cerveza fría y se sentó con nosotros en la sala. En un
momento determinado se volvió hacia su esposa y le gritó: ¡Saca a esos…
monstruos de aquí y llévalos a otro cuarto!
Hacía muchos años que yo conocía a esa familia. Sabía que el padre
adoraba a sus hijos. Sin embargo, los efectos de la enfermedad hicieron que este
amor se convirtiera en algo demasiado doloroso para soportar, y literalmente,
llevó al padre a distanciarse de sus hijos de una forma en que les causaba un gran
daño, como bien podrán imaginarlo.
Sin embargo, la adicción, repito, no es una enfermedad emocional
primaria. A pesar de lo distorcionados que puedan parecer los sentimientos de la
persona como consecuencia de ella. Los adictos desde su nacimiento han sido
dotados con una vida emotiva bien rica y diversa. Nadie en el mundo puede
presumir de poseer mas. Experimentan toda una amplia gama de emociones
humanas y casi nunca a nivel superficial. Son personas de gran actividad
emocional. Muéstrenme a alguien a quien nada le importa y yo de inmediato
sabré que no se trata de un adicto. Para poder contraer esta enfermedad es
indispensable ser alguien a quién le importe, y le importe profundamente.
Las familias son testigos de este fenómeno. Frecuentemente el miembro
más sensible es aquel que está ausente emborrachándose o drogándose. El día
que murió mi abuela materna, mi mamá y yo estábamos con ella junto a su lecho.
Yo tenía ocho años. Cuando llegamos a casa encontramos a mi tío Armando (un
hermano de mamá) y a mi papá borrachos y todavía bebiendo. Cuando mi mamá
les contó que la abuela acababa de morir, mi padre dijo: "Yo siempre dije que
Armando y yo íbamos a estar borrachos el día que muriera". No lo dijo con
arrogancia ni cinismo, lo dijo mas bien con un terrible sentimiento de
inexorabilidad. Había una inmensa tristeza. Esta escena jamás la olvidaré y
tampoco las palabras de mi padre. Ni mi padre ni mi tío estaban a su lado cuando
murió, como debían haberlo hecho. No obstante, ambos la querían muchísimo.
Teniendo en cuenta la sensibilidad del adicto es mucho más trágico ver que
la adicción eventualmente destruye también su capacidad de sentir las diversas
experiencias de la vida, siendo personas que de otra forma son muy emotivas.
Para resumir, no hay nada en el comienzo, nada sustancialmente deficiente
en las personas que después resultan ser adictas. Ni en sus cuerpos, ni en sus
mentes, ni en sus sentimientos. Por el contrario, generalmente gozan de salud
excelente, mente sana, y sentimientos ricos y profundos. Por lo tanto la causa del
problema debe residir en otro lugar. La adicción es fundamentalmente un
problema espiritual.
¡Un misterio…con toda seguridad!
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(2)EL SIGNIFICADO ESPIRITUAL
Para la mayoría de las personas lo espiritual tiene una connotación
religiosa. Los Santos, la madre Teresa, figuras religiosas, rabinos, monjas,
pastores, curas, son considerados como personas espirituales. Los ritos y las
actividades religiosas también se consideran espirituales. Practicar la ley divina,
orar, ayunar, ir a la iglesia, prender velas y participar enceremonias se consideran
actividades espirituales porque están relacionadas con la religión. En nuestra
sociedad, espiritualidad y religión se confunden.
Como resultado, muchos alcohólicos y adictos creen que la causa de su
adicción de alguna manera tiene que ver con la religión, ya sea porque no la han
tenido o porque habiendo sido educados de niños en un fe, se alejaron de ella y
ya no la practican.
Cuantas veces personas en recuperación me han dicho "¡…y pensar que yo
de niño era sacristán y quería volverme cura !"
Por otra parte, los adictos que no tienen antecedentes religiosos o una
educación religiosa formal encuentran muy difícil aceptar la enfermedad desde
un punto de vista espiritual, debido a que están confundidos y piensan que la
recuperación les exige aceptar o comprometerse con alguna creencia religiosa.
La espiritualidad y su existencia misma, nada tiene que ver con la religión.
Si así lo fuera, la solución para la adicción la encontraríamos en la religión. Pero
para la gran mayoría de los casos la solución no se encuentra ahí. Es mas, un
retorno prematuro e insano a la religión puede llevar al adicto en recuperación a
una recaída. La culpa por sus fracasos constantes tratando de seguir el camino
recto pueden convertirse en una carga demasiado pesada de llevar, y necesitará
buscar alivio para su dolor. Es posible que el adicto pueda llegar a suponer que
estos fracasos son señales de que ha sido incluido en el círculo de los malditos.
Recuerdo en particular a un adicto al que parecía imposible poder ayudar.
Tenía millones de excusas para posponer un tratamiento. Finalmente, cuando ya
agotó todas las excusas para rechazar ayuda me confesó en estricta confidencia
que él era diferente a los demás adictos, ya que él en el fondo sabía que estaba
maldito. Realmente creía que estaba condenado a vivir como adicto y a morir
activamente consumiendo.
Si la espiritualidad fuese lo mismo que religión, el adicto agnóstico o ateo
no tendría ninguna esperanza de recuperarse de esta enfermedad. Por definición
el ateo no cree que la religión sea una experiencia o una realidad humana válida.
Sin embargo, conozco a numerosos ateos y agnósticos que han logrado una
excelente recuperación. No solo han dejado de consumir sino han readquirido
una conexión sana con la vida y gozan de un verdadero crecimiento espiritual.
No…la espiritualidad no tiene que ver nada con religión.
Segundo, la espiritualidad tampoco es lo mismo que moralidad. Algunas
personas practican la regla dorada a la perfección y de espirituales no tiene nada.
Son muy fáciles de detectar estando en su presencia. No exudan vida, ni
entusiasmo, ni optimismo. Son personas negativas, hurañas, infelices,
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amargadas, se la pasan criticando a los demás y al mundo en general. Es posible
ser moral y espiritual, pero lo uno no necesariamente conlleva a lo otro.
Mi tía Blanca, ya fallecida es un ejemplo perfecto de esto. No era adicta
ni al alcohol ni a las drogas pero encontraba satisfacción en el hecho de ser
moralista. Yo detestaba ir a visitarla. Su beatería y sus estrictos dogmas morales
eran tan rígidos que siempre me hacía sentir inadecuado, culpable y desconfiado
de la vida. Sus frecuentes exclamaciones aun retumban en mis oídos: ¡A que va
a llegar el mundo! ¡Las cosas todos los días se ponen peor! Y finalmente ¡Tienes
que tener mucho cuidado o terminarás siendo igual de malo que los demás!
Aunque ella no se percatara de ello, mi tía Blanca, con toda su rigidez
moral era una persona muy infeliz. Mas aun, hacía que todos los que la
rodeábamos fueramos igualmente infelices. No era una persona que entregara
nada. Como resultado de esto, espiritualmente estaba completamente vacía.
Habiendo establecido que la espiritualidad no es lo mismo que religión, ni
lo mismo que moralidad, entonces: ¿Qué es?
Para comenzar debo decir que es imposible explicar con palabras
exactamente lo que es. Pertenece al dominio del misterio. Es como lo que sucede
con el amor. Por alguna razón no podemos describir exactamente lo que es.
Sabemos lo que no es. El amor no es un beso, es más. No es un abrazo, es más.
No es ser gentil y considerado con los demás. La consideración es una
consecuencia del amor pero no el amor en sí. La consideración es una
consecuencia del amor pero no el amor en sí. Soy gentil y considerado porque
siento amor. El amor es mucho más que todo esto.
Por lo tanto. Definir y expresar la naturaleza del amor es imposible. No
obstante, todos sabemos lo que es el amor, pero no podemos definirlo con
exactitud, porque no se encuentra a nivel de la mente sino que a un nivel superior
que la trasciende. Es por esto que las mismas palabras que expresan las ideas de
la mente son inadecuadas para expresar lo que no puede ser escrito y
delimitado…sino solo experimentado y vivido.
A pesar de la imposibilidad de expresar la esencia de la naturaleza de la
realidad espiritual en el ser humano, quiero intentar transmitir lo que yo concibo
cuando utilizo las palabras espiritual y espiritualidad.
Espiritualidad, esa parte del ser humano que es espiritual es:
AQUELLO EN MI QUE ME DA VIDA.
De inmediato, sé que no estoy hablando de mi dedo, pues si lo pierdo, ese
dedo no contiene mi yo. Yo soy Yo. Es lo mismo con mis ideas y con mis
sentimientos. Yo soy mas que esto. Yo no soy una idea, ni un sentimiento. Yo
soy mucho más.
Ese "más", es el espíritu que hay en mi, Aquello que me da la vida, que me
hace ser quien soy. La humanidad definitivamente es un misterio: "aquello en
mí que me da vida", es algo que no puede expresarse o definirse. Sin duda
aprender y adquirir conocimientos nos da alegría y satisfacción, pero es en lo
desconocido y en lo misterioso que siempre hay éxtasis. Esto nos explica la
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emoción que sentimos cuando miramos a un recién nacido, fácil e
inmediatamente se genera un vínculo de ternura sin conocimiento previo de quien
es esa criatura.
Entre menos realidad tenga algo para nosotros es más fácil
conceptualizarlo. Entre mas realidad tenga será más dificil definirlo con
exactitud. Puedo, por ejemplo, manejar a la perfección un computador con todos
sus elementos, y no obstante, ignorar por completo por qué en un día cualquiera
me levanto con rabia, miedo o malestar.
La realidad de mi estado de ánimo es más palpable para mí que la de la
computadora pero más difícil de explicar. Así mismo puedo conocer
perfectamente el contenido del alcohol o de la cocaína que estoy consumiendo,
pero totalmente ajeno al alcoholismo o a la adicción que me está invadiendo.
De nuevo, la enfermedad de la adicción se encuentra a un nivel mas
profundo que la realidad de la droga misma, la que solo tiene una realidad
material dentro de una botella o una bolsa plástica.
Por este motivo, es que el niño se deleita con historias fantásticas. Menos
reales que la vida misma pero el mundo imaginario muchas veces permite
entender conceptos y ejercer un mayor grado de control.
Es difícil expresar con palabras lo que es la parte espiritual del hombre, no
porque no sea real sino porque contiene tanta realidad que ninguna palabra o
expresión pueden abarcarla o definirla claramente. Lo espiritual es otro mundo,
es otra dimensión. No lo encontramos en el campo del conocimiento mental,
pero si en el campo de la experiencia, en el hacer, y en el vivir. Se encuentra
mas allá de este conocimiento y por lo tanto lo incluye.
Por esta razón es que siempre es posible conocer más y más de la vida,
pero como la vida pertenece al orden espiritual, será imposible conocerla toda.
Hay y siempre habrá algo más que conocer. Tenemos esa experiencia en el
conocimiento de nuestros hijos, y del uno y el otro en nuestras relaciones
afectivas. Cuando nace el bebé, sabemos solo su sexo, sus medidas y su
apariencia. Con el tiempo llegamos a conocer mas de la parte espiritual de ese
ser. Experimentamos la inmensidad de su realidad ante nuestros ojos en
proporción directa con nuestro conocimiento de él… nos acercaremos al misterio
que nos permite tocar la infinitud del otro ser y la profundidad que la relación
incrementa.
Las relaciones que se malogran o se estancan son aquellas en que el
conocimiento del otro se frustra o paraliza. El misterio de la otra persona se
desvanece y generalmente terminamos preguntándonos: ¿y eso es todo lo que es?
Por lo tanto, la parte espiritual del hombre no es su mente ni sus
sentimientos. Es algo completamente diferente… es aquello que lo hace vivir…y
vivir en una forma única e irrepetible .
La naturaleza aborrece la duplicidad. La muerte es lo que otorga igualdad.
La vida produce diferencia, singularidad e individualidad. Es por esto que
cuando observamos la jerarquía de seres vivientes observamos una mayor
diferencia entre las crías y los padres a medida que subimos en la escala. Las
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hormigas son casi imposibles de distinguir entre sí aunque mantienen algunas
diferencias porque tienen vida. La especie humana es la más increíble en este
sentido, ya que la misma pareja de padres puede traer al mundo hijos
completamente diferentes para deleite de la sociedad y de la humanidad entera.
Sí… el espíritu es aquello en mí que me da vida, aquello que es imposible
definir, no porque no sea real sino porque contiene tanta realidad que supera las
posibilidades del lenguaje. Necesito otro vehículo de expresión, del cual
hablaremos mas adelante.
El espíritu no es solo aquello en mi que me da vida, sino además aquello
que me da vida en una forma única y singular: mi propia vida… algo que no ha
existido antes y que no se repetirá jamás. Gracias a mi espíritu, yo soy único, no
existe en el mundo alguien idéntico a mí. Así mismo, poseo un destino único y
singular.
Yo estoy convencido de que es allí, en la parte espiritual que la adicción…
la enfermedad de la adicción tiene su origen. Creo que es donde primero se
manifiesta, mucho antes de que el adicto entre en contacto con la droga de su
preferencia. Además de ser en la parte espiritual del adicto donde están las raíces
de la enfermedad, es donde ésta se intensifica y donde causa el dolor más
profundo. Posteriormente, se filtra a la mente, a las emociones, y por último al
cuerpo.
No hay duda que con el tiempo la adicción se convierte en física, mental y
emocional. Pero sostengo que la adicción es una enfermedad que comienza por
una disfunción espiritual que de no cuidarse empeora y gradualmente invade el
cuerpo, la mente y las emociones. Por extensión, es capaz de destruir todo lo que
el adicto toca: familia, amigos, trabajo, finanzas, reputación, dignidad, identidad
y hasta el ambiente material.
Mi propósito en los capítulos siguientes es tratar de describir los efectos de
esta enfermedad en el espíritu para devolverlo a su sano estado original y
funcionamiento apropiado.
(3)
LOS COMIENZOS DE LA ADICCION ESPIRITUAL
Es indudable que para experimentar la vida en el mundo, tal como es, tal
como siempre ha sido y siempre será, es difícil y muchas veces frustrante. Parece
no haber un límite a la capacidad humana de sufrimiento, ni a su poder para
afrontar diversas situaciones… y continuar hacia adelante. Sin embargo, en
medio de esta cruda realidad, a cada ser humano le ha sido otorgado un don. Con
toda seguridad sería un don que todos anhelaríamos si no fuera porque ya lo
tenemos. Este don, rara vez y solo en una mínima proporción, puede ser
experimentado a nivel de la mente o los sentimientos. Su pleno impacto nos
cobija solo cuando lo experimentamos en el hacer, en el vivir… así como la
13 Father Joseph Martin
experiencia del amor, la unión con otros seres y con la vida misma. Una especie
de éxtasis que las palabras no pueden expresar. Los demás pueden percibirlo con
solo mirarnos, sin que tengamos que recurrir a comunicarlo por medio del
lenguaje.
Cuando una persona que posee este don, entra a un bar o a un casino en
busca de felicidad, de "una solución a la vida", en una sustancia química tenemos
que admitir que el consumo de la sustancia química no es el problema en sí. La
sustancia es el síntoma del problema, en el sentido que nos alerta de la existencia
del verdadero problema.
Con demasiada frecuencia cuando se está cerca a una persona que abusa
del alcohol y/o otras drogas se tiende a pensar que el problema es la sustancia en
sí. Los miembros de la familia se convencen de que si el adicto solo dejara de
consumir todo estaría solucionado.
Mi madre y yo pensábamos esto con respecto a mi padre. Rogábamos por
el día en que dejara de beber. Creíamos que su problema era la bebida. Nuestras
vidas y la de él sin el alcohol serían perfectas. Cuando mi padre decidió dejar de
beber (lo hizo solo, sin ninguna ayuda), no dejó de estar enfermo y nosotros no
dejamos de sentir miedo, desconfianza y preocupación. El alcohol se había ido
pero el alcoholismo se quedó y progresó. Mi padre, abstemio, no conoció un solo
día feliz en su vida.
Cometimos el mismo error que cometen muchos. Creímos que el
problema era el alcohol. Hoy sabemos que el problema está en otro lugar. Una
vez que se deja la droga, el verdadero problema: -la adicción- necesita
tratamiento. Sabemos además que el problema existe mucho antes de que la
persona entre al bar o busque al dealer. En otras palabras, mucho antes de que la
persona encuentre su droga de preferencia.
La persona adicta se entrega en forma casi inmediata a la droga cuando la
descubre porque durante mucho tiempo antes de ese encuentro, ha estado
haciendo un esfuerzo sobrehumano por tratar de vivir una vida plena y efectiva.
Después de todo nuestra naturaleza es vivir tan plenamente como sea posible, ya
que es la vida misma lo que en esencia nos define. Qué frustración tan grande
para el adicto quien desde la infancia ha estado, una y otra vez, haciendo diversos
intentos por descubrir el lugar que le corresponde en la vida. Solo para descubrir
que en lo más profundo de sí mismo todavía permanece fuera de contacto con
ella.
Un sin fin de historias de alcohólicos y adictos a otras drogas, demasiadas
para registrar aquí, son testimonio de los esfuerzos y diversos intentos
conscientes por lograr una vida satisfactoria. Muchos tuvieron la educación
apropiada, leyeron los libros apropiados, tenían el trabajo deseado y las
relaciones apropiadas. Trataron de ser buenos en el trabajo y con los demás.
Muchos lograron éxito y hasta la fama, y sin embargo, de nada les sirvió.
En su interior permanecían insatisfechos y dolorosamente fuera de contacto
consigo mismos. La aparición de la adicción no es el resultado aparente del éxito
o de un fracaso en la vida. Es un estado de existencia, de ser, que aun en medio
de toda una serie de actitudes y decisiones correctas se va apropiando de ese
corazón invisible , de la esencia de una persona.
14 Father Joseph Martin
Se preguntarán cuando y como surge este fenómeno. Antes que todo,
quiero dejar en claro que ni yo ni ninguna otra persona hasta el momento sabe a
ciencia cierta como y cuando surge esta enfermedad. Esto es parte del misterio, y
para mí otras indicación más de que la adicción es fundamentalmente de
naturaleza espiritual. Pienso que en el futuro continuaremos haciendo progresos
por descifrar los misterios físicos y mentales de la enfermedad. Pero en mi
opinión y experiencia siempre existirá una parte que permanecerá en el misterio.
Con respecto a cuando comienza este proceso pienso que puede comenzar
en cualquier momento. De mi experiencia con adictos pienso que toda adicción
comienza en los primeros años. Recuerden que me refiero a la enfermedad en
cuanto afecta el espíritu de la persona y no su parte física. El punto de vista de
su origen físico o genético, o sea, la opinión de que puede ser hereditaria
pertenece a un campo diferente al que yo estoy analizando.
Sin embargo, toda víctima de esta enfermedad, teniendo en cuenta a su
infancia y sus años de crecimiento, creo que tiene un terreno común: los
síntomas del dolor espiritual - el dolor de la vida - que comenzó a aparecer desde
esos momentos y permaneció a través de los años, a pesar de los inmensos
esfuerzos por negarlo o aliviarlo. Dolor que se intensificó con el pasar del
tiempo.
Esta experiencia es común a muchas personas adictas sin distinción de
ninguna naturaleza. Ricos o pobres, minoría o mayoría, con oportunidades o sin
ellas, educados o no. Todos los adictos una vez que inician su recuperación
reconocen que la adicción comenzó antes de consumir la droga, y que es similar
en esencia aunque no en circunstancias a la de los demás adictos.
Quiero tratar de describir lo que significa esta experiencia. Si tuviera que
utilizar una sola palabra, supongo que esa palabra sería - alienación -. La vida es
estar en unión con algo aunque ese algo sea misterioso y desconocido. Por lo
tanto no debe sorprendernos el hecho de que la primera manifestación de la
adicción sea una especie de falta de unión y de vinculación que es profunda,
persistente y progresiva. Esta alienación se encuentra en la esencia misma de la
persona. Como resultado frecuentemente se desconoce o no se percibe en sus
primeras manifestaciones. Con los años esta alienación empieza a hacerse
aparente en la superficie.
Por supuesto que todos los seres humanos en un momento dado
experimentamos una falta de contacto o alienación, tanto adictos como no
adictos. Sin embargo, en el caso del adicto existe una diferencia, diferencia a la
cual volveré y explicaré al final de este capítulo.
A fin de poder describir en términos más claros lo que es esta experiencia
de alienación en el adicto; aquella que antecede al consumo de la droga quiero
mencionar algunas de las formas en que se manifiesta.
LA SENSACION DE SER DIFERENTE
15 Father Joseph Martin
El adicto se siente diferente o teme descubrir que ES diferente. Es una
sensación vaga. En realidad es algo mas que una sensación. Es un estado
permanente en el cual el adicto piensa para sí ,que tal vez con un poco de suerte y
esfuerzo será algo que desaparezca con el tiempo.
Un adicto en recuperación contaba que empezó a consumir alcohol y otras
drogas a los veinticinco años. Decía que había sido un adolescente muy bien
parecido. Hacía ejercicios con pesas y había desarrollado un cuerpo musculoso y
bien formado. No obstante, cuando estaba con sus amigos, su atractiva
apariencia poco le servía de consuelo. Por algun motivo, desconocido para el,
los demás muchachos también atractivos y musculosos le parecían siempre tener
una ventaja sobre él. No es que el no estuviera consciente de su propia
apariencia, sino que siempre sentía que algo le faltaba, que lo hacía sentirse
inadecuado, desconectado y menos aceptable.
Hoy en día, al mostrar fotografías de su adolescencia se ríe de esta
preocupación infundada y que había sido fuente de tanto descontento e
inconformidad. Para el adicto esta sensación es vaga y no necesariamente algo
terriblemente amenazante. Se asemeja a la humedad que percibimos en el
ambiente antes de que caiga el aguacero. Es… como una premonición.
NEGATIVIDAD
Cuando las oportunidades de obtener buen resultado son cincuenta a favor
y cincuenta en contra, el futuro adicto, desde la infancia instintivamente se
prepara para lo peor.
Recuerdo una ocasión, - contaba otro adicto, "la noche anterior a un paseo
mis tías estaban preparando la comida.Por momentos escuchaba su
conversación y les oí decir que ojalá no lloviera al otro día. Me fui a mi cama y
casi no pude dormir a causa de la angustia de pensar que al otro día fuera a
llover, en vez de acostarme confiado en que hiciera un lindo día, que fue lo que
ocurrió".
Esta tendencia a prepararse para lo peor es un instinto muy arraigado en el
futuro adicto. Desde muy joven es bastante sensible a todo lo que la familia no
tiene: casa, auto, computador, etc. El solo hecho de planear una actividad futura
es fuente de una angustia terrible por el temor a que los planes se vayan a frustrar.
El pre-adicto tiene dificultades para ver el lado bueno de las cosas o para apreciar
todo aquello que sí tiene. Esto se debe a que la conexión con lo que no tiene es
mucho más insistente y lo controla. El punto de vista negativo se coloca por
encima de la visión positiva, que se va debilitando y se descarta fácilmente.
En los programas de los Doce Pasos, sus miembros lo explican así: Una
persona puede ver medio vaso de agua como medio lleno o medio vacío. Aun
antes de entrar en contacto con la droga, el adicto lo ve medio vacío.
COMPARAR
16 Father Joseph Martin
Otro adicto en recuperación admite: "Cuando era niño, estaba convencido
de que todas las demás familias eran mejores que la mía. Yo sabía que todos los
domingos por la tarde las demás familias tenían un plan excepto la mía. Los
demás tenían menos de que preocuparse que yo, porque obviamente ellos
estaban mas unidos. Nunca dejé de preguntarme el por qué”. La razón era
inescrutable. Sencillamente: - era así-.
Este instinto de compararse con los demás y de inevitablemente sentirse
inferior no tiene nada que ver con condiciones de privación, falta de
oportunidades, o buena o mala suerte. Hasta las circunstancias de prosperidad en
las cuales el individuo ha sido favorecido con una familia normal, una buena
educación o un buen trabajo, la necesidad de compararse y de alguna manera
sentirse defraudado, siempre está presente y parece imposible superarla.
Un adicto amigo mío me contaba que venía de una familia exitosa y cálida.
Tenía una hermana menor y un hermano mellizo. Admite que sentía celos de su
hermana porque pensaba que ella recibía mas atención de sus padres que él.
Estudió una carrera de artes gráficas para la cual estaba muy capacitado, pero
repentinamente decidió abandonarla sin dar ninguna explicación.
En rehabilitación vino a descubrir que había dejado de lado sus metas porque su
hermano había escogido la misma profesión también con mucho éxito. Al
compararse con su hermano decidió que estaba por debajo de éste y sacrificó un
campo de trabajo en el cual había destacado. Hoy en día, y gracias a la sanidad
que encontró en la recuperación ocupa una posición importante como diseñador
gráfico en una compañía multinacional.
TORPEZA SOCIAL
Un alcohólico recordaba que cuando algún miembro de la familia quería
tomarle una foto inmediatamente se sentía incómodo desde el momento en que
mencionaban tomar la foto hasta que oía el "click" de la máquina.
Invariablemente adoptaba una postura que no era natural sino muy consciente de
sí mismo, de su imagen. No lo hacía por arrogancia, simplemente trataba de
calificar como el ser humano que suponía debía ser. La autenticidad habría
significado mostrarse inferior, disminuido e inadecuado.
El pre-adicto es muy consciente de todo lo social. Sabe muy bien que tiene
que establecer vínculos y relacionarse con otras personas a su alrededor. Como
resultado, cuando se encuentra en una reunión donde todas las personas están
interactuando, mientras él está solo, se siente horrorizado y su dolor es
angustioso. Piensa que al igual que los demás, debería estar participando en una
conversación muy animada con alguien.
Es más, el futuro adicto guarda en su corazón el profundo deseo de ser el
centro de atención. Busca reconocimiento y alabanzas. Es su profunda
alienación lo que produce esta constante incertidumbre de sí mismo; y que lo
hace tan necesitado de constante reafirmación en forma de reconocimiento por
parte de los demás.
17 Father Joseph Martin
El adicto recibe este reconocimiento con torpeza o con protestas
inadecuadas. Por ejemplo, si se le pide que toque el piano o que cante una
canción rehúsa con vehemencia y trata de esconderse. Sin duda, sueña con la
oportunidad de ser el centro de atención pero más poderoso aun es su miedo a ser
juzgado, el temor a ser tildado de incompetente y de fracasado.
Es como si tuviera un sentido profético de que esa parte de sí mismo, que
los demás no conocen, la que él siente no está bien, de repente quede expuesta
ante todos. Es por esto que reacciona con torpeza y después con arrepentimiento
y rabia consigo mismo por haberse perdido la oportunidad de reconocimiento y
alabanza que secretamente soñaba.
SENTIMIENTO GENERAL DE INSATISFACCIÓN
Otro síntoma de la enfermedad espiritual de la adicción es la sensación
general de haberse quedado fuera, de no poder participar, de no poder disfrutar.
El joven adicto se pregunta porque diablos nació. ¿Cuál es su lugar en el mundo?
¿Qué es lo que se supone que debe hacer? Cuando se encuentra solo fantasea y
comienza a soñar que alguna persona, evento o circunstancia o lo que sea le
ayudará a llenar ese vacío. La idea de utilizar su propia creatividad o sus
propios recursos internos es algo que ignora por completo. Si se le llega a
cruzar por la mente la idea de recurrir a su propia imaginación para llenar ese
vacío, rápidamente desecha la idea como inadecuada, peligrosa, y con toda
probabilidad condenada a fracasar.
Con frecuencia, en realidad casi siempre, estas manifestaciones que surgen
como consecuencia de ese profundo sentimiento de alienación, de la falta de
integración con la realidad de sí mismo y la realidad que lo rodea, se presentan de
una forma inconsciente y algunas veces ni se perciben. Pero siempre esta ahí.
En lo mas profundo de lo que yo concibo como la parte espiritual del ser humano.
Mas adelante y en forma progresiva, el adicto tomará conciencia de estas
manifestaciones y empezará a analizarlas constantemente.
ESCAPE Y EVASION
Un alcohólico contaba "En los paseos de Scouts a los que yo pertenecía,
me aterrorizaba la idea de tener que participar en un concurso: - el concurso de
nudos-. Dos filas de scouts formaban los dos equipos y a medida que cada uno
llegaba a la cabeza de la fila, el líder gritaba un cierto tipo de nudo que el scout
tenía que hacer lo más rápidamente posible. La primera fila en terminar era la
ganadora. La absoluta imposibilidad para mí de abrigar una esperanza de
ganar me llenaba de pánico por el fracaso inminente, especialmente cuando era
mi turno de hacer el nudo. Como resultado, cuando se anunciaba una actividad
yo desarrollaba real o imaginariamente un terrible dolor de estómago para que
se me excusara de competir, o buscaba al Scout Master, para ofrecerme como
voluntario en otra actividad y así poder evitar el tener que participar. Hasta
trataba de adivinar en que reuniones de scouts probablemente iban a tener estas
actividades para no asistir a ellas".
18 Father Joseph Martin
Evadir una realidad donde pueda ponerse en evidencia la profunda
incomodidad de la persona adicta consigo misma es en ese momento una
solución efectiva, pero con el tiempo terriblemente peligrosa y destructiva.
El escape lo salva momentáneamente, sin embargo lo conduce a un mundo
de fantasía. Le reafirma una noción equivocada de que puede controlar la vida -
que el escapar o evadir una situación incómoda es una forma efectiva de
manejarla o eliminarla. Entre mas recurra a la evasión mas se cree que funciona
bien.
La evasión tiene muchas formas. Adictos me cuentan como trataban de
escapar de toda realidad que les fuera incómoda: situaciones familiares,
actividades de grupo, su propia soledad y creciente desolación, ya fuera
sumergiéndose en libros, televisión, música, masturbación, hobbies, ejercicios,
infedilidades o lo que fuera, con tal de no tener que enfrentar la realidad del
momento.
Aún, desde sus primeros años algunos encuentran una forma de escape en
la religión, donde se sienten protegidos y cómodos, sabiendo que la gente será
amable y generosa con ellos y no los hará sentirse amenazados. Esto se llama
esconderse de la vida a través de la Iglesia.
AISLAMIENTO
A los niños que sufren de la enfermedad espiritual de la adicción les gusta
y buscan la compañía de otros. Son sociables por naturaleza y hasta en grado
mayor que el promedio de los demás niños.- Sin embargo, a causa de su
incomodidad y a su falta de habilidad para conectarse consigo mismo, siempre
están preocupados por hacer lo correcto - lo normal-, lo que piensan que harían
los demás. Invadidos por el temor de no poder lograrlo buscan refugio en la
soledad. Es preferible estar solos, lo cual detestan, a estar en la compañía de
alguien y no poder actuar apropiadamente. Esta es una experiencia muy común
en los adictos cuando niños.
Sara se aislaba en su cuarto donde no tenía nada que hacer. Básicamente,
se sentaba a leer una y otra vez lo que había escrito en su diario la noche anterior.
Arreglaba y reagrreglaba los objetos que tenía en su tocador y mesa de noche. La
mayor parte del tiempo se la pasaba mirando por la ventana, mirando solamente
la constante repetición de todos sus sueños y fantasías.
No es que Sara se sintiera feliz en su cuarto. En realidad lo odiaba. Sus
padres con frecuencia se quejaban de la gran cantidad de tiempo que se la pasaba
allí sola sin nada que hacer. En el fondo Sara estaba de acuerdo con ello, pero de
alguna manera, la seguridad que sentía estando sola en su cuarto era mejor que la
incertidumbre de compartir con el resto de la familia, situación en la que nunca
sabía cuando le iban a hablar, cuando iba a ser el centro de atención o cuando iba
a tener que ponerse a la defensiva. Sola en su cuarto estaba en control, a pesar de
que la soledad y la inactividad eran tremendamente dolorosas.
19 Father Joseph Martin
APARENTAR
Esta experiencia la hemos tenido todos cuando éramos niños. Es más,
estamos expuestos a ella toda la vida. Si alguien nos pregunta como estamos, le
decimos "bien" cuando no estamos nada de bien. De esta misma manera el
futuro adicto utiliza esta forma como un remedio, como una evasión a la
constante incomodidad que existe en su interior. Quiero hacer notar, que no dije
incomodidad que SIENTE en su interior, porque aun en los momentos en que el
adicto no es consciente de su alienación, ésta continúa afectándolo, haciendo que
para él el arte de vivir sea un tremendo esfuerzo.
El adicto cree que estará mejor si es lo suficientemente inteligente y alerta
para observar como funcionan el resto de los seres humanos aparentemente
exitosos, y como es que logran ellos este objetivo. Como resultado, el pre-adicto
carece de confianza en sí mismo. No confía en sus propios sentimientos. Está
convencido de que sus propias reacciones instintivas ante las situaciones o ante
los demás son defectuosas, egoístas, apresuradas o equivocadas. De alguna
manera están mal y carecen de toda validez.
Por esta razón no se expresa ni reacciona de acuerdo a sus propios instintos
ni a su propia verdad. Niega sus propias emociones y las reprime. Dejarse llevar
por la propia actitud le aterroriza. Traicionando sus instintos y reacciones, el pre-
adicto busca una respuesta. Trata de escoger lo que considera "un
comportamiento adecuado" como el resultado del fruto de su observación de los
demás. Con el tiempo y en forma casi inconsciente se convierte en experto
imitador. Aprende el arte de complacer a los demás a expensas de su propio yo.
Esta actitud tiene la ventaja de brindarle una aceptación momentánea. No
obstante, con el tiempo la deslealtad consigo mismo resulta en desastre. Sirve
para ahondar su alienación - la brecha entre lo que él considera aceptable y lo que
cree que es en realmente. La máscara lo coloca en la falsedad y lo separa más y
más de sí mismo.
ANALIZAR-RACIONALIZAR-JUZGAR
Por supuesto que si una persona siente que tiene menos y menos control
sobre el medio que lo rodea y sobre su situación en la vida, la única conclusión
inteligente a la que puede llegar es la de tratar de ejercer ese control en el único
campo que le queda disponible. Por lo tanto, se dedica a tratar de ejercerlo a
nivel mental, lo que por lo menos le da una satisfacción intelectual de sentirse
conduciendo su propia vida. Al mismo tiempo adormece la sensación de
alienación al establecer contacto con personas, lugares, y cosas, que a pesar de
ser un contacto irreal , es cierto en su mundo mental.
Si alguien a quien yo admiro me hiere, de alguna manera es más fácil para
mi insultar a esa persona que admitir que me siento herido. De la misma forma,
si no veo la posibilidad de volverme rico es más fácil para mí criticar y condenar
a la gente que tiene dinero, que admitir que me duele no poseer riqueza material.
Este predicamento lleva al futuro adicto a racionalizar la realidad
desagradable que le rodea de una forma en que la interpretación siempre de lugar
20 Father Joseph Martin
a un juicio favorable sobre sí mismo. Protege al adicto de la culpa. Lo justifica a
él y condena a los demás. Es una forma de tener poder y control cuando no
existe ningún otro medio para ejercerlos. Si no pasa un examen en el colegio es
porque las preguntas eran injustas . Si no pasa un examen en el colegio es porque
algunas preguntas eran mal hechas y en ningún momento cuestiona la habilidad
que tuvo para contestarlas. Si no obtiene el empleo que deseaba culpa a la
persona que le entrevistó de poco objetiva y arrogante, en vez de aceptar o
cuestionar su falta de capacitación para el trabajo.
De allí en adelante, todo aquello que sea desagradable, que el adicto futuro
no pueda controlar o manejar por algún otro medio es meticulosamente
analizado, - a fin de condenar a la otra persona, circunstancia o cosa particular.
Un adicto en recuperación describía este fenómeno: "Tenía un tío que
cada vez que iba a la casa me molestaba y me tomaba el pelo hasta hacerme
llorar. Yo trataba por todos los medios de recuperar mi confianza,
escondiéndome en un closet, rogándole a mis padres que no lo dejaran entrar a
la casa, pero ellos sonreían y esto me hacía sentir aun más inadecuado. Como
último recurso, decidí asumir que era el hombre más perverso que jamás había
existido, que lo odiaría toda mi vida, y que cuando fuese lo suficientemente
grande para tomar mis propias decisiones, lo excluiría completamente de mi
vida. Si él moría yo iba a sentirme feliz”.
Con mucha frecuencia, el adicto recurre a este truco cuando se trata de
personas que lo hacen sentirse amenazado o que hacen que su inseguridad o
inadecuación sea visible. Se convencen a sí mismos de que la ineptitud de sus
respuestas no se debe a sus propias fallas y que en su caso en particular les tocó
enfrentarse a personas increíblemente malas y dañinas.
Uno puede detectar en esta manifestación temprana de recurrir a la
racionalización y el control mental, a una de las primeras semillas de la adicción;
con frecuencia también llamada la enfermedad de la racionalización, del
constante análisis y de los juicios irracionales. La realidad se convierte en algo
extraño y lejano. El pre-adicto se va distanciando más y más en su mundo de
fantasía que lo separa de las personas, lugares y cosas que componen su realidad.
TIMIDEZ / BRAVATA
Esta es otra de las manifestaciones de falta de contacto especialmente en el
joven y futuro adicto. En una situación en donde la atención se centra en él,
reacciona con timidez ("querer desaparecer de la faz de la tierra")o para aliviar
su sentimiento de malestar recurre a lo que yo llamo una "bravata", o sea una
reacción agresiva. De todas maneras, en ninguna de las dos reacciones el
comportamiento exterior es un reflejo de la verdadera persona.
BUSQUEDA DE APROBACION
Carente de toda auto-aprobación interior, el futuro adicto constantemente
busca aprobación del exterior. Por esta razón necesita destacarse por algo y
21 Father Joseph Martin
satisfacerse con las alabanzas que recibe. No es extraño encontrar muchos
adictos que en su infancia fueron niños modelos.
Roberto, un alcohólico en rehabilitación, me contaba de su niñez: "Eramos
una familia feliz. Mi madre tenía doce hermanos. Uno de sus hermanos tenía un
almacén de víveres. A todos los sobrinos nos encantaba ir a ayudarle en el
almacén. Claro que todos en forma clandestina siempre tomaban un dulce del
mostrador: Yo nunca lo hice, aunque desesperadamente quería hacerlo; pero,
prefería la aprobación de los adultos cuando me mencionaban como el mejor
trabajador porque a diferencia de los demás no “robaba” dulces del mostrador.
Decían que podían confiar en mí. La aprobación era mi recompensa y en ese
momento la prefería al dulce. Hoy en día, debo confesar que preferiría el dulce
a la aprobación.”
PROYECCIÓN
¿Quién no se imaginó tiempos mejores cuando creciera y entrara a formar
parte del mundo de los adultos?. La persona adicta cuando joven constantemente
utiliza este medio como fuente de esperanza. "Cuando estaba en primaria me
convencí de que en ese momento no había nada que yo pudiera hacer para
cambiar mi horrible vida. Sin embargo, estaba igualmente convencido de que
una vez que entrara a la secundaria, mi vida iba a cambiar. Ya no me iba a sentir
alienado, incompleto, o inadecuado. Llegó la secundaria. Durante los primeros
seis meses las cosas parecían mejorar, pero, una vez más, regresó la
incomodidad y el malestar y junto con ellos de nuevo la seguridad de que una
vez que entrara en la Universidad desaparecerían o se resolverían. Llegó la
universidad y no se resolvieron. Básicamente, tenía la misma sensación de
alienación, de haberme quedado fuera y en este momento ya con mayor
intensidad y dolor. Me aferré a la idea de que una vez que terminara mis
estudios profesionales y habiéndome establecido ya "en la vida adulta", el viejo
problema de incomodidad con la vida por fin desaparecería. Llegó la vida
adulta y con ella una más cruel y más profunda alienación".
Con el tiempo, y ya en rehabilitación este adicto comprendió la diferencia
entre hacer planes para la vida y la proyección. Hacer planes consiste en definir
una serie de medidas a tomar que se consideran son las más aptas para obtener
una meta deseada. La proyección es tomar una serie de medidas también, pero
trasladándose al futuro como si estas medidas se hubieran cumplido en forma
mágica, y los resultados de todas maneras están garantizados.
En la forma de pensar del adicto, el simple hecho de analizar o tomar
algunas medidas o acciones es lo mismo que garantizar los resultados. Una vez
más, la enfermedad aun antes de aparecer el consumo conduce al adicto a
colocarse en un marco de una realidad completamente desfasada. Esto da lugar a
contar con expectativas que no siempre se cumplen. Por ejemplo, si yo me
propongo hacer dinero para ser feliz, posiblemente no logre producir todo el que
consideraba necesario, o si tengo éxito tal vez encuentre que no me hace feliz.
El adicto enfoca su vida bajo una ecuación equivocada. Confunde el fin
con los medios. Mas adelante, en recuperación se le ayudará a cambiar su visión
de las cosas. Se le aconsejará tomar las mejores medidas posibles para lograr un
22 Father Joseph Martin
fin, pero que es imposible controlar el fin mismo o sea que los resultados no están
en su poder, y que no puede tener una garantía absoluta sobre estos.
PERFECCIONISMO
No debe sorprendernos que el joven adicto o no hace nada o lo hace a la
perfección. Este rasgo de perfeccionismo así como todos los rasgos anteriores, es
una de las características de la adicción que se manifiesta desde sus inicios y a
través de todo su desarrollo. De hecho, hacia el final de su progresión la mayoría
de los adictos no hacen nada. Ni siquiera intentan hacer algo porque se
consideran incapaces de hacerlo a la perfección.
A este respecto, nunca olvidaré uno de los dichos favoritos de mi padre
alcohólico, repetía una y otra vez: "Si no puedes hacer algo bien, no lo hagas".
Curiosamente, este rasgo de perfeccionismo puede operar en forma contraria.
Muchos de los futuros adictos son muy activos y se vuelven compulsivos en el
trabajo. Piensan que si siguen trabajando continuamente pueden tener la
esperanza de lograr hacerlo todo ,de una vez por todas.
Un tejano, quien en su madurez resultó siendo un alcohólico consumado,
contaba que se había separado de su familia a los dieciséis años. Después de ir
de un lado del país a otro, finalmente se radicó en la ciudad de Nueva York.
Consiguió trabajo en uno de los restaurantes de Manhattan. En un análisis
retrospectivo, admitió haber trabajado como un loco. De hecho, muchas veces
trabajaba turnos dobles o triples a pesar de que el trabajo era bastante pesado. El
restaurante estaba situado en el centro de Manhattan por lo tanto estaba lleno de
día y de noche. Sin embargo, cuando alguno de los otros meseros querían que
alguien lo reemplazara, siempre le preguntaban a él y él siempre accedía.
Esta necesidad de nunca decirle no al jefe o a los compañeros de trabajo
era, en realidad, una negación de sus propias necesidades como ser humano - su
necesidad de descanso, de diversión, o simplemente de vivir-. Al igual que en
muchos otros casos, el perfeccionismo como rasgo característico de la
personalidad del adicto es una manifestación de su alienación. No permite que
surja la parte humana con todas sus posibilidades y sus limitaciones.
Estos ingredientes forman parte del maquillaje de la alienación que
experimenta el adicto. Estas señales tempranas de la enfermedad espiritual de la
adicción junto con los intentos infructuosos por llenar este vacío, son fuente de
un inmenso dolor para el adicto; y consciente o inconscientemente destruyen su
energía y fortaleza.
Es evidente que todo niño experimenta sentimientos de alienación.
Inevitablemente, pasa por varios períodos de confusión en sus años de
crecimiento. Con el tiempo y a medida que el niño se va formando como
individuo supera la alienación inicial, que como seres humanos todos
atravesamos. Por otra parte, el futuro adicto no sale de su alienación, por el
contrario, se sumerge más y más en ella. En otras palabras, el adicto con su
miedo, aislamiento, negatividad, insatisfacción, torpeza social, y sensación de ser
diferente, no encuentra donde ubicarse. Por el contrario, todas estas
características se afianzan y aumentan de tal manera que cuando llega los veinte,
23 Father Joseph Martin
treinta, cincuenta o setenta, estas experiencias son tan intensas que lo invalidan
como ser humano. Crecen con el individuo y con el tiempo se convierten en
parte de su naturaleza - la clase de vida que ES-, y las anomalías quedan
establecidas.
Experiencias "sin vida", producto de la alienación y la falta de contacto.
Soluciones "sin vida", para intentar resolverlas; se convierten en la vida misma de
este individuo. ¡Que situación tan cruel! Un círculo vicioso en el que es más fácil
negar que enfrentar.
Aunque todo niño experimente sentimientos de alienación a veces física,
mental o emocional; el futuro adicto los experimenta en lo mas profundo de su
espíritu - en su parte espiritual-, en lo que le da vida. Es decir, que aunque en el
fondo de cada uno de nosotros existen sentimientos de alienación que
procuramos superar, en el adicto invaden la parte mas profunda de su esencia;
están tan arraigados que en el momento en que se manifiestan, la persona ya está
muy enferma; es incapaz de auto-diagnosticarse y al menos ante sus propios
ojos, incapaz de resolver su alienación.
Los comienzos de la adicción son muy sutiles…pero muy reales. Se
ubican en esa parte de nuestro ser que es la mas real - en la esencia misma -. Se
dice que la adicción es un problema interno y sí que lo es. En el momento en que
ya está plenamente desarrollada y se hace visible en el comportamiento, y en los
hábitos físicos del adicto, el daño ya causado en su espíritu es bastante extenso, y
necesitará mucho tiempo y esfuerzo para repararlo.
Antes de hablar de la recuperación espiritual de la enfermedad de la
adicción es preciso considerar el desarrollo de la enfermedad. ¿Que sucede
cuando una persona ya enferma en su espíritu desde hace tiempo encuentra la
droga de su preferencia?
Ahora que comenzamos a investigar las consecuencias que trae el
descubrimiento de la sustancia química por parte de la persona enferma, quiero
hacer énfasis en que desde el comienzo incipiente de la adicción, la persona
afligida ya ha estado sufriendo bastante. Un dolor que ni ella misma puede
definir…es un dolor espiritual que crece y se intensifica; y que con el tiempo
también pasará a ser mental, físico y emocional.
(4)
EL DESCUBRIMIENTO DE LA DROGA
24 Father Joseph Martin
El dolor de la persona adicta es bastante intenso. Es un dolor que no ha
compartido con nadie porque está convencido de que nadie tiene una experiencia
de vida semejante a la suya. Desde el punto de vista del adicto, las personas que
conoce, con las que tiene contacto, a las que observa en la calle, en los
supermercados, en sus casas, etc., todas parecen haber encontrado la clave; clave
que según él, todos debemos encontrar a fin de que la vida funcione.
Poco se da cuenta de que la vida, una vez otorgada, funciona por sí
misma… a excepción de cuando alguien decide tratar de tomar el asunto en sus
manos, y se convence de que debe encontrar una fórmula mágica que la haga
funcionar.
Nuestro adicto es ya adulto, en muchos casos, un adulto muy joven, en
otros ya mas "maduro".
Esta enfermedad no distingue raza, edad, sexo ni condición. Puede
aparecer en cualquier momento, lugar o persona. Desde su imperceptible,
invisible y por momentos inconsciente comienzo en el espíritu humano, la
enfermedad se va desarrollando, apareciendo en la mente y en las emociones. A
cualquier edad que esto ocurra, el adicto ya está más y más separado de sus
propios sentimientos. Hay algunos sentimientos que no le gustan y piensa que no
los debería tener. Siente lo mismo con algunas de las ideas que se le cruzan por
la mente. A su manera de ver las cosas, algunos pensamientos son justificables y
otros no. En cuanto a estos últimos, cree que simplemente no los debería tener.
Un sacerdote alcohólico en recuperación que trabajaba como rector
académico en un prestigioso colegio, compartió conmigo esta experiencia íntima:
"Una vez al mes, mis padres iban a visitarme. Yo lo quería muchísimo,
pero estas visitas me causaban mucho dolor. Cuando los escuchaba discutiendo
o peleando, cuando los veía enfermos o descontentos, me entraba un pánico
horrible y me sentía totalmente impotente. En otras palabras, me sentía tan
emocionalmente identificado con ello que nunca pude gozar de su compañía con
la tranquilidad que hubiese deseado. A veces, cuando los miraba alejarse en el
auto, se me cruzaba por la mente el deseo de que tuvieran un accidente por el
camino, en el cual los dos murieran instantáneamente; un doble funeral; y para
mí acabaría de una vez por todas esa situación. En mi mente enferma, pensaba
que si ellos morían, mi dolor se aliviaría. Sobra decir que estos pensamientos
solo contribuían a aumentar mis sentimientos de culpa y acababa con mi
autoestima. ¿Cómo era posible pensar semejantes cosas y ser al mismo tiempo
un buen hijo? Me sentía completamente derrumbado interiormente. Mirando
atrás, yo jamás compartí con alguien ese profundo malestar en mi alma".
No… el adicto jamás habla con alguien acerca de lo extraño que se siente.
Un error…pero un error comprensible cuando se tiene en cuenta que esta
persona, por mas que quiera liberarse de ese peso, decide que es mejor refugiarse
en un creciente y destructivo silencio. Tiene que hacerlo,puesto que no encuentra
palabras para expresar el dolor que está sintiendo. El adicto sabe por instinto y
está consciente de que el nivel en el cual experimenta su dolor es imposible
explicar.
Si un amigo le pregunta ¿Qué te pasa? No podría contestarle salvo decir
"no sé". Para muchos de nosotros, y para el adicto en especial, no saber, no poder
25 Father Joseph Martin
expresar algo en lenguaje humano es lo mismo que estar fuera de control, ser
algo raro que estaría sujeto al menosprecio, a la crítica, a la condena… a la
alienación del resto de la raza humana; y por último a la maldición.
Así, el adicto no comparte su dolor y como resultado ese dolor se
intensifica. A este punto es una bomba de tiempo ambulante - realiza los
movimientos de vida pero en realidad no está viviendo-, desconectado por
completo de las situaciones y de las personas mismas con quien interactúa. Es la
muerte en vida. Lo peor de lo peor.
A través de diversas circunstancias, nuestro amigo encuentra la droga de su
preferencia y… ¡finalmente llegó a algo!.Conocí a un alcohólico quien empezó a
beber ya mayor, por la sencilla razón de que había crecido en una familia
alcohólica. Convencido de que el alcohol era algo malo siempre lo evitó. El día
en que por fin decidió probar un trago, exclamó; ¡Con razón la gente bebe!
Habiendo sufrido todas las consecuencias negativas del alcoholismo en su
familia, le era imposible comprender por qué la gente bebía. Cuando probó el
alcohol supo de inmediato la razón por la cual bebían. No se percató de que para
los que no son alcohólicos, el mismo descubrimiento no era aplicable.
Al ingerir el primer trago, la persona adicta inmediatamente se llena de
bienestar… un bienestar que en el fondo de su corazón sabe que es el que tenía
que encontrar para poder vivir la vida efectivamente; y se llena de esperanza. De
ahora en adelante, para él la vida también va a ser alegría. Va a poder vivir como
todos los demás.
En un instante, la vida, que en el pasado le había tan difícil, ahora le parece
manejable. Primero que todo, experimenta que le es posible relajarse y divertirse
bajo los efectos de la droga. Puede disfrutar consigo mismo como nunca lo había
podido hacer antes. Los problemas familiares ya no le parecen tan catastróficos;
los problemas del trabajo, con el jefe… se resuelven por lo menos en intención.
Bajo la influencia de la droga no tiene ninguna dificultad en decidir "mañana
hablaré con el jefe y aclararé este asunto". Si tiene problemas culturales, en
cuanto a su origen o raza, etc., ya le parece menos difícil convivir con ello. Es
más fácil hablar de sexo, anticiparlo o realizarlo. Aún, Dios, para aquellos
preocupados por cuestiones de fe o religión ya no es tan misterioso. El Ser
Supremo se convierte en algo más fácil de conocer, controlar, o de descartar e
ignorar. En un instante, la vida se convierte en lo que el adicto siempre buscó
que fuera - una experiencia placentera con todos los problemas resueltos-. Por
primera vez, se convierte en un amigo de la vida y por primera vez, también,
siente que la vida está de su lado.
CONSECUENCIAS EN EL ESPIRITU HUMANO
La descripción de la experiencia del adicto cuando finalmente encuentra la
droga de su preferencia muestra la reacción inmediata; y el efecto general que le
produce la droga ¿Pero cuales serán las consecuencias de este descubrimiento en
el espíritu humano? De acuerdo con lo que he observado existen cinco
manifestaciones importantes que quiero discutir.
26 Father Joseph Martin
LA ALIENACION EMPIEZA A DISOLVERSE
Primero, y de mayor importancia: el dolor interior de la alienación
comienza a desaparecer. La falta de contacto básica del adicto consigo mismo
que lo acompaña en todos sus pensamientos, sentimientos, relaciones con los
demás y con el mundo en que vive, parece desaparecer.
Ya no sufre la diferencia tan radical que lo colocaba fuera de la corriente
principal y que se trataba de algo mas que un simple sentimiento: ese "estado de
vida" arraigado en los mas profundo de su naturaleza, mas allá de la mente y de
las emociones. Aquello que siempre estuvo ahí, que aparecía en los momentos
buenos y en los malos. - en los momentos de sentirse bien o de sentirse mal.
Con la ayuda de la droga siente hermandad con el resto del mundo, un
sentimiento que por mucho tiempo añoró. Ya no se compara con los demás. Por
primera vez, se siente superior a los demás. ¡Soy lo mejor del mundo! Vengan y
disfruten de mi compañía! Su "exaltación" ahora le hace imposible aceptar que
otros posiblemente no están gozando tanto de la vida. Ahora que él ya sabe vivir,
no puede comprender como alguien no quiere estar en su compañía; ¡si es tan
divertido y tan buena persona! Acaba de encontrar el arte de vivir.
Ya no es necesario vivir la negatividad. De hecho, ya no existe algo que se
asemeje a la negatividad. ¿A quien le puede importar que esté lloviendo o que
vaya a haber un ataque nuclear en la cuadra siguiente? Ya no hay necesidad de
tener miedo. En realidad, el miedo ha desaparecido por completo. ¡Que alivio!
Especialmente para el adicto que desde que tiene memoria el miedo siempre ha
sido su compañero, aun cuando no hubiera nada a que temerle. Ya no se siente
miedo, ni aun en los momentos en que sentir miedo es absolutamente sano y
normal.
Como consecuencia, el alcohólico se atreve a buscarle pelea al más grande
en el bar. A pesar de las protestas de sus compañeros de juerga, él insiste en darle
una paliza a alguien quien evidentemente ya tiene la pelea ganada. Un adicto, a
pesar de sus deudas y hasta de un posible contrato sobre su vida; entra a un barrio
peligroso porque necesita mas droga para mantener su estado de ánimo.
Por muchos años, en mi vecindario había un viejo inválido que se
movilizaba en una silla de ruedas. Era alcohólico y aparentemente vivía en la
calle. Mas bien callado, nunca molestaba a nadie. En ciertas ocasiones, cuando
yo regresaba de mi trabajo me causaba horror verlo en su silla de ruedas metido
en la mitad de una congestionada intersección, dirigiendo el tráfico. En cualquier
momento, podía ser arrollado por uno de los carros que pasaban a toda velocidad.
A veces yo sentía tanto miedo por él, que era incapaz de mirarlo; mientras él
estaba disfrutando la emoción de su vida sin la menor sombra de temor.
Sin el miedo, la persona adicta ya no es torpe socialmente. Por el
contrario, busca destacarse y ser el centro de atención; y aunque no se lo pidan
insiste en hacer algo para llamar la atención de la gente que él percibe como un
público deleitado y extasiado con sus actos.
Mientras la persona adicta siempre se sintió insatisfecha, aun en medio de
una experiencia o situación humana positiva, ahora se encuentra totalmente
satisfecho, aun en la peor de las situaciones. Cualquier cosa es motivo de
27 Father Joseph Martin
celebración, por supuesto que con una ronda de tragos o una fiesta. La razón
puede ser un cumpleaños, un aniversario o hasta un funeral. La meta ahora es no
dejar que nada nuble el camino, divertirse y gozar de la vida. Después de todo,
para eso estamos acá.
No solo se disipan los sentimientos de alienación con el descubrimiento de
la droga de su preferencia, pero con ellos también desaparecen todos los intentos,
que en en vano realizó en el pasado para encubrir o resolver esa profunda
sensación de malestar que definía su esencia.
Ya no tiene necesidad de recurrir al escape o a la evasión cuando se
encuentra frente a una situación incómoda. Ahora, el adicto en vez de evitar
situaciones, las provoca. Un alcohólico, por ejemplo, una vez borracho hará lo
imposible por hacerse arrestar de un policía que casualmente pase por ahí. Si el
policía no responde, como con frecuencia ocurre, el alcohólico borracho lo
persigue y lo reta a que lo detenga. En esta etapa de desarrollo de la enfermedad,
la persona adicta hará esfuerzos increíbles por encontrarse con alguien a quien
normalmente y estando sobrio, evitaría a toda costa. Llama por teléfono y hasta
larga distancia, a personas de su pasado y conversa largamente de toda suerte de
sensiblerías y sentimentalismos; o se vuelve irritable y agresivo para mayor
confusión de su paciente interlocutor.
El aislamiento es ya otro recurso innecesario que el adicto utilizaba antes
de encontrar la droga, antes de consumir la droga que le resolvió la alienación.
Además por la adicción física, el aislamiento ya no tiene sentido. Ya no siente la
necesidad de aislarse. Vive en un mundo poblado por millones de seres, aun si en
ese momento está solo mirando televisión o en la esquina de la calle inyectándose
heroína o cocaína. La droga en si misma ES el contacto; y hace que todas las
demás conexiones con personas, lugares, eventos o cosas sean totalmente
insignificantes y carentes de sentido. El adicto ya no sufre por sentirse
desconectado, ya no tiene que distanciarse de las personas. La droga - algo
exterior a él - le da la ilusión de unidad espiritual, algo que no puede
experimentar sin los efectos de esta.
Al comienzo, la droga hace que el contacto con los demás sea fácil, natural
y deseable. Por esta razón, el adicto busca fiestas y a personas con quienes
consumir. Con el inevitable avance de la enfermedad o sea con la creciente
unidad con la droga; una sensación de bienestar y mayor satisfacción se
desarrolla; ya no son necesarias las demás conexiones. La esfera de actividades y
de movimientos del adicto, gradualmente se va limitando hasta que solo se trata
de la esquina donde consume; el número de personas con las que se "mete" se va
reduciendo hasta que finalmente no queda sino el vendedor de la droga al que
necesita con desesperación.
Con el alcohólico ocurre el mismo fenómeno. Al comienzo, el borrachito,
busca la compañía de otras personas, pasa de bar en bar; busca fiestas donde se
consume licor y se la pasa horas en la zona social de su casa (su oasis), bailando,
jugando o conversando filosóficamente con el que quiera escucharlo. Al avanzar
su enfermedad , al alcohólico empiezan a invitarlo a menos fiestas o ya no las
busca tanto como antes. Dándole la ilusión de estar en compañía de multitudes, y
de estar en medio de la ferviente actividad de la vida; el alcohol hace que la
interacción con las personas reales sea obsoleta. Sus amigos cambian y después
desaparecen. Sus lugares para beber gradualmente se van limitando hasta que no
28 Father Joseph Martin
queda sino un solo bar y finalmente ninguno. Termina bebiendo en su casa o
comprando una botella para beber en la esquina, parque, o en un sitio escondido.
La droga, al establecerle su conexión, priva al adicto de su necesidad
humana de unión. De hecho, a medida que la enfermedad avanza, el adicto
buscará aislarse porque es la situación ideal en la que mejor puede disfrutar de los
efectos de la droga.
Ya no tiene que aparentar. Ahora el adicto actúa. Tan pronto una idea le
llega al cerebro ya no la esconde aparentando sino que por el contrario la pone
inmediatamente en acción. Es por esta razón que tiene cambios súbitos en su
estado de ánimo. De la camaradería a la violencia.
Alberto, un hombre gentil y tolerante por naturaleza, no era muy popular
dentro de los miembros de mi comunidad; a mí en particular, tampoco me
agradaba mucho. No obstante, cada vez que nos encontrábamos me trataba con
respeto y deferencia . Una noche, literalmente me topé con él en la calle.
Inmediatamente vi que estaba borracho. Mientras trataba de mantener el
equilibrio comenzó a lanzarme toda clase de insultos y hasta amenazó con
golpearme. Estando sobrio, Alberto, me hubiera saludado con gentileza y
establecido una conversación superficial pero amable. El alcohol hizo que
"actuara", es decir, que simultáneamente al reconocerme, asumiera una actitud
agresiva hacia mí. La siguiente vez que lo vi, estaba sobrio y excusándose con
mucha incomodidad por su comportamiento.
El adicto solía racionalizar y juzgar a fin de poder preservar algún tipo de
control sobre su medio ambiente. En esta etapa, el adicto ya no piensa. El
proceso de pensamiento normal es reemplazado por impresiones, impulsos, ideas
aisladas que surgen de la mente de la persona drogada, y que no tiene relación
con ningún otro pensamiento anterior o posterior. El alcohólico o el adicto a
otras drogas , bajo los efectos de ella no piensa coherentemente. Debería pensar,
por ejemplo: Ese policía se está enojando con mi comportamiento ruidoso. Es
mejor que me calme porque me puede arrestar. Su patrón de pensamiento se
acerca mas a: ¡Y ese policía por que está parado allí. Es un cretino! No debe
extrañarnos que esta escena termine en arresto, y además que el adicto piense
después que es injusto e inmerecido.
La droga es el interruptor principal de todas sus conexiones, elimina en el
adicto la necesidad de racionalizar o analizar una situación. El proceso de
pensamiento lo reemplaza la droga que produce ideas instantáneas y dispersas,
que a su vez lo llevan a situaciones irracionales. La adicción es una forma de
insanidad causada por el deterioro gradual del cerebro.
Cuando trabajaba para un centro de rehabilitación, hace unos años, conocí
a una mujer de unos sesenta años mas o menos, quien a pesar de haber sido
admitida como paciente sufría de alcoholismo y se negaba a aceptar que tuviera
esa condición. Una mujer encantadora, decía que su hijo era un hombre
increíblemente bueno y cariñoso; pero que tenía la impresión equivocada de que
ella bebía mucho. Todo esto lo expresó con tanta calma y gentileza hacia su hijo
que yo empecé a dudar si ella tenía razón; y que su hijo estaba juzgando la
situación equivocadamente. Cuando finalmente pude reunirme con su hijo y
comentarle las dudas que tenía; él sacó unas fotografías de la casa de su madre
29 Father Joseph Martin
incluyendo unas fotos de su alcoba. La escena era macabra. El cuarto parecía un
basurero con el piso cubierto de botellas y latas de cerveza vacías.
Al comentarle a la mujer que su hijo me había mostrado fotografías,
sencillamente sonrió e insensible a la evidencia que yo mismo había visto, me
aseguró que estaba equivocado y que me había dejado convencer por las historias
de su bien intencionado, pero mal enfocado hijo. La habilidad de esta mujer para
pensar en forma racional ya había sido seriamente afectada.
En el pasado, el adicto utilizaba la proyección para poder mantener algo de
confort. Si las cosas en ese momento no le funcionaban, tal vez en el futuro se
arreglarían. Con el descubrimiento de la droga, la proyección ya no tiene sentido.
El futuro al igual que el pasado se convierten en presente.
El futuro es ahora. Por eso es que el adicto no tiene (ve) problemas. Si
mañana tiene que enfrentar una situación desagradable, todo lo que tiene que
hacer es consumir su droga de elección. De inmediato, el problema parece fácil
de enfrentar o de resolver. Esto es tan cierto, que el adicto piensa que ya no tiene
que prestarle mas atención… como si el solo hecho de haber pensado en él, fuera
exactamente lo mismo que enfrentarlo… hasta la mañana siguiente, cuando se da
cuenta de que la situación sigue igual, sin tocar, sin resolver, y mil veces mas
atemorizante que antes.
El pasado también se convierte en presente. Es por eso que el adicto
recuerda el pasado. Le gusta hablar de él, reviviéndolo constantemente y siente
nostalgia a la menor mención de este. Un alcohólico, al que conocí, en el punto
mas crítico de su enfermedad siempre me hablaba horas y horas contándome
diversas anécdotas de su hermano - un hermano al que quería entrañablemente,
pero al que no le había hablado en los últimos diez años. Cuando este hombre
estaba sobrio, era imposible sacarle una sola palabra amable con respecto a su
hermano. Decía que lo odiaba y que así sería por el resto de su vida. Sin
embargo, cuando estaba borracho, el hermano de su pasado cobraba vida de
nuevo y este alcohólico podía pasarse horas (si yo hubiera tenido la paciencia de
escucharlo), hablando de los momentos buenos que compartieron en la infancia.
Una noche, a pesar de todas mis protestas llamó por larga distancia a su hermano,
e insistió que yo hablara con él; puesto que nunca nos habíamos conocido fue un
momento bastante incómodo para ambos…y supongo que no menos incómodo
para mi amigo alcohólico cuando recibió la cuenta del teléfono, y no podía
acordarse siquiera de haber hecho la llamada. El punto es que cuando estaba
borracho, las experiencias del pasado con su hermano se convertían en la realidad
del presente.
Con frecuencia, el adicto una vez en recuperación, mira atrás, al momento
en que descubrió la droga con gratitud por haberla encontrado en ese preciso
momento. El dolor anterior al consumo había sido tan largo y tan intenso sin
alivio alguno que se pregunta que hubiera pasado si no hubiera encontrado la
droga. En retrospectiva, la droga en cierta forma, fue una bendición, un alivio
que lo llevó a un dolor muchísimo mayor; pero que también lo condujo a la única
solución auténtica y genuina que puede lograr el adicto - el proceso de
recuperación-.
Por ahora, el primer efecto del descubrimiento de la droga es la nueva
experiencia de satisfacción que resuelve ese horrible sentimiento de alienación.
30 Father Joseph Martin
POSIBILIDAD DE CONTROLAR LA VIDA
El segundo efecto en los inicios del consumo es la sensación de que existe
la posibilidad de controlar la vida (incluyendo a Dios). Esta idea surge en un
momento en que el adicto comienza a sentir pánico. Por alguna extraña razón,
todas las personas adictas antes de encontrar su droga de elección, creen que la
vida es exitosa solamente cuando uno es capaz de encontrar esa fórmula mágica -
esa clave -, ese algo misterioso que es lo que hace que la vida funcione. Mientras
observan a las personas a su alrededor se convencen de que estas personas ya han
encontrado la formula para el arte de vivir.
El adicto se imagina que es toda clase de cosas. Por ejemplo, tal vez la
clave sea asegurarse de no tener enemigos y estar seguro de llevarse bien con
todos. Posiblemente desea ser diferente y decir las cosas como las ve; o tal vez,
crea de que entre mas ruido se haga mas se gana y se obtiene lo deseado. La lista
de cosas imaginables es eterna y solo Dios sabe que el adicto está dispuesto a
ensayarlas todas.
Antes de consumir cualquier sustancia, Ramón vivía en Nueva York con su
mujer y sus dos hijos pequeños de tres y cinco años. La familia era mantenida
por el bienestar estatal, vivían en un barrio marginal, y en general la vida no era
muy feliz. La relación con su mujer se había deteriorado y él estaba comenzando
a ser abusivo físicamente con sus hijos. Ramón, estaba aburrido, solo y
deprimido. Creía que un trabajo, si solo pudiera encontrarlo, le daría un nuevo
propósito en la vida, autoestima y la esperanza de mejorar las condiciones de vida
de su familia. Estaba seguro de que el trabajo sería la clave que finalmente le
abriría la vida, y la posibilidad de cumplir sus expectativas.
De repente, consiguió trabajo y por un tiempo, Ramón se sintió ubicado.
Se sentía orgulloso de sí mismo. Hasta había logrado reunir la cuota inicial (pié)
de un auto usado. Sin embargo, la sensación de insatisfacción y el peso del diario
vivir lentamente reaparecieron. Una vez mas, las cosas parecían salirse de su
control. Parecía que no podía sujetar la vida que una vez creyó tener en la palma
de su mano.
En ese momento fue introducido a las drogas. Compañeros de trabajo lo
convencieron de probar cocaína. A los seis meses, esta desvastadora droga lo
colocó en el camino de creer realmente, otra vez, que estaba en control de su
destino.
De la noche a la mañana, Ramón, abandonó su auto en el aeropuerto y sin
decirle nada a nadie, ni siquiera a su familia tomó un vuelo a Perú, y allí se fue a
un pueblito lejano a vivir con su madre. Estaba seguro de que un cambio radical
de lugar y de estilo de vida le ayudaría a redescubrir la felicidad. Después de un
mes se puso en contacto con su mujer; le dijo que empacara todo, preparara a los
hijos y se viniera con él. Detectó en la voz de su mujer el temor de efectuar
semejante cambio tan brusco, y Ramón trató de convencerla de que allí las cosas
serían excelentes para todos. Finalmente ella accedió.
31 Father Joseph Martin
Lo que vendría para la familia de Ramón en Perú solo puede catalogarse
como un desastre absoluto. En ese momento, el consumo de Ramón era bastante
fuerte y estaba muy endeudado. No tenía trabajo y su madre lo había echado de
la casa. Lo último que supe es que su mujer y sus hijos estaban viviendo con la
madre de Ramón mientras juntaban el dinero suficiente para volver a Nueva
York. En cuanto a Ramón, no lo habían visto últimamente y temían por su vida.
De la larga búsqueda de Ramón por encontrarle una solución a la vida,
-antes de consumir drogas-, alcanzó un punto después en donde una vez mas
creyó en la posibilidad de hacerla funcionar mediante una manipulación
apropiada de las circunstancias o situaciones externas, esta vez ya bajo los
efectos de la droga o mejor ya con su enfermedad plenamente desarrollada. Pero
su esfuerzo por "arreglar", controlar las cosas solo llevó a un desastre mayor para
él y para sus seres queridos.
LOS COMIENZOS DE LA PROCRASTINACION
Un tercer efecto de la droga es sembrar semillas de la procrastinación y del
constante posponer de las cosas lo que es una característica de todos los adictos.
Si el futuro es el presente, todo lo que el adicto tiene que hacer es emborracharse
o drogarse y todos los planes, como llevar los niños al parque, completar un
trabajo, estudiar, etc., se llevan a cabo con el solo pensar de ellos. Cree que con
la droga nada es imposible y es solo cuando el adicto se baja de sus efectos, se da
cuenta de que nada se ha hecho y que además la energía para hacerlo se le ha
agotado. Entonces, las tareas se posponen para un mejor momento…. momento
que nunca llega.
Elena fue educada para ser una persona ambiciosa, trabajadora, y seria con
respecto a sus metas. Quería ser arquitecto, pero la vida para Elena no era solo
trabajo y poca diversión. En los años de universidad aprendió a fumar marihuana
y a tomar margaritas y pisco sour a la par del resto de sus compañeros. Se vio
involucrada en algunos incidentes. Tuvo dos accidentes de tránsito, de otra
situación salió embarazada, y todo esto como consecuencia directa de su abuso
del alcohol y otras drogas.
Por fortuna terminó sus estudios. Sus padres desconocían sus dudosas
escapadas y todos los problemas que surgieron a causa del consumo de drogas
fueron de alguna manera disimulados sin mayores consecuencias negativas. Lo
que realmente era importante,era que tenía planes concretos para el futuro. Se
iría a Nueva York, donde se inscribiría en el Instituto Pratt y conseguiría un
trabajo relacionado con su profesión. Naturalmente, tendría que compartir un
departamento porque sus recursos eran escasos.
La pobre Elena nunca llegó a la oficina de empleos, ni tampoco buscó un
trabajo pero encontró un departamento. Desafortunadamente lo compartía con
una mujer cuyo novio no solo vendía drogas, sino que usaba el departamento
como centro de ventas.
Durante la primera semana en la ciudad, Elena decidió posponer sus planes
por un mes. Se daría ese tiempo para "acomodarse" a su nuevo medio ambiente.
Al finalizar el mes, estaba tan bien acomodada que su enfermedad progresaba,
32 Father Joseph Martin
ahora vendía su cuerpo a los clientes del novio de su amiga que entraban día y
noche; consideraba que sus planes originales no tenían sentido.
En el caso de Elena, las primeras fases de la adicción física se apoderaron
de su vida completamente y se desarrollaron rápidamente. Al cabo de una
semana había pospuesto su plan inicial por un mes. Después del mes ya quería
posponerlos por lo menos un año más. Ya han transcurrido cinco años y me
duele informar que Elena no se ha recuperado. En la actualidad vive en una casa
donde se venden drogas. Se le ve arruinada y sin esperanzas. Se ha envejecido y
se ve muchísimo mayor de lo que es. Cuando ocasionalmente me la encontraba
por la calle, me decía "Voy a volver a cunplir con mis metas, todavía quiero
inscribirme en Pratt. Tal vez lo haga el año entrante, pero por ahora tengo
muchísimas cosas que hacer". La triste verdad es que Elena no tiene nada que
hacer. Ha perdido su capacidad de elegir. Tiene que continuar consumiendo.
DISMINUCION DE LA ANSIEDAD Y EL MIEDO
El encuentro con la droga disminuye el miedo y la ansiedad. Mas allá de
los miedos y temores que nos afectan a todos en el diario vivir; el adicto desde su
niñez ha vivido con un miedo constante a la vida, que no es producto de la
paranoia ni una disfunción de las emociones o del cerebro, sino que un miedo
integral de su propio ser, de esa parte suya que es su identidad. Con razón a este
miedo a veces lo denominan miedo espiritual.
¡Qué libertad! Es como sentir que se sueltan las correas de la camisa de
fuerza que lo habían sujetado por años. La droga le quita la parálisis del miedo y
la preocupación, deshace las inhibiciones; finalmente, el adicto puede dejar su
casa, salir al mundo, y ser el mismo,ser "auténtico".
Alfredo y yo éramos compañeros de pieza en la universidad. Él venía de
un pueblo pequeño de Rhode Island; era extremadamente tímido, no solo con
extraños sino también con la gente que lo conocía bien. Si necesitaba pedirme
algo, un lápiz o una hoja de papel se le dificultaba hacerlo. Yo por otra parte era
más agresivo y directo. Aun cuando estuviese solo conmigo, Alfredo siempre me
dejaba tomar todas las decisiones e iniciativas. Fue siempre muy correcto y
tenía pánico a cometer un error, tomar una decisión equivocada o a hacer el
ridículo.
Tan pronto como se tomaba un trago, Alfredo se relajaba y dejaba de lado
todas sus inhibiciones. Una noche visitando a un matrimonio joven decidimos
jugar cartas. Se sirvieron unos tragos y Alfredo en el curso de la noche se tomó
cuatro whiskys. Yo opté por agua mineral. En un instante, su comportamiento
cambió. Se volvió conversador, contó varios chistes, que nos hicieron reír
mucho, mas por la gracia con que los contaba que por el humor que contenían.
Cuando llegó el momento de irnos, casi nos toca sacar a Alfredo por la fuerza.
Le pedí las llaves del auto diciéndole que era peligroso que él manejara. Para
sorpresa mía se burló de mis miedos "infundados", y en forma bastante agresiva
comenzó a atacarme diciendo: "tu no eres tan inteligente como crees, siempre
eres tan arrogante, yo estoy bien y soy tan capaz de manejar como tu".
33 Father Joseph Martin
Con el tiempo, el alcoholismo de Alfredo se desarrolló plenamente; por
fortuna hoy en día está en recuperación.
Otro caso que recuerdo, era una alcohólica que también era adicta a los
tranquilizantes; vecina de un amigo mío. Trabajaba como secretaria en una
oficina de abogados y "aparentemente" era una persona bien ajustada que no daba
señal alguna de estar sufriendo. Como sucede con frecuencia en las personas
adictas desarrolló un miedo irracional, en su caso particular al transporte público.
No queriendo beber alcohol antes de dejar su casa por la mañana, por miedo a
que la descubrieran en la oficina, se tomaba dos pastillas de Valium.
Inmediatamente el miedo como por arte de magia desaparecía..
Una historia clásica contada por personas en recuperación en el programa
de los Doce pasos, es de alcohólicos a quienes les encanta buscar peleas con
personas grandes. El alcohólico o el adicto se libera del miedo. La droga les da
un valor inmenso y los hace actuar de un modo que sorprende a quienes los
conocen e incluso a ellos mismos. Su sorpresa termina en gran confusión y no
pueden explicarse porque ese tipo grande le dió semejante paliza.
FALSAS ESPERANZAS
Por último, el descubrimiento de la droga le da al adicto esperanzas. Es
una esperanza básica y esencial. Es la esperanza de finalmente poder vivir como
todos los demás, - sin preocupaciones, creativamente y aun con amor-. Por
primera vez, puede reír… y llorar. Se siente en mucha mas unidad con el mundo
de lo que jamás pudo sentir en su vida. No es de extrañar entonces que cuando le
dicen que su problema es la droga, lo niega no solo con el movimiento de su
cabeza, sino con el movimiento de todo su ser, con su espíritu. Su negación no es
solo mental y emocional. Su negación es con todo su cuerpo y alma; lo que le
están diciendo es por completo equivocado y su experiencia le prueba que está en
lo cierto. Si se siente mal, - pum-, toma la droga e inmediatamente se siente bien.
¿Quién puede argumentar lo contrario?
Desafortunadamente, esta esperanza que el adicto experimenta como real
es absolutamente falsa. ¿Cómo podría ser de otro modo? La esperanza es el
producto de una fuente externa de energía. Proviene de algo que tiene una
realidad química y no una realidad humana o espiritual. Es una trampa que lo
lleva a una mayor desesperación.
En este momento, comienza la mentira. El espíritu no está identificado de
manera inadecuada. Lo que el adicto cree es que su espíritu humano, finalmente
libre, capaz de respirar y funcionar, como siempre quiso que lo hiciera, no es otra
cosa que los efectos de la droga (muy cortos por cierto). Los indios americanos
cuando conocieron el alcohol, correctamente se referían a el cómo el "espíritu".
El dolor previo al consumo de la droga es un interminable suspiro del espíritu
humano por la vida y el vivir; el descubrimiento de la droga, equivocadamente,
se identifica como el haber logrado una meta.
La droga en realidad no funciona, porque hace que el adicto se crea lo que
en verdad no es; y que no es lo que en verdad si es. El adicto piensa que su
34 Father Joseph Martin
renovado entusiasmo por la vida ha surgido de su verdadero "yo". Este es el
comienzo de la mentira y tragedia que en el futuro lo llevará a una hecatombe.
Esta nueva esperanza en la vida tiene sus raíces NO en el espíritu humano,
sino en una substancia química que no tiene realidad espiritual ni humana. Por
desgracia, el adicto pronto se va a dar cuenta de ello.
LA HORRIBLE REALIDAD
El alcohólico o el adicto a otras drogas, al día siguiente, cuando está
sufriendo los síntomas de privación (abstinencia, deprivación , guayabo, resaca,
hacha o cruda); comprende cruelmente que ha sido engañado…. él simplemente
es un estúpido y la experiencia aparentemente auténtica de la noche anterior no
fue real , lo que aumenta su confusión y desesperación.
Todo lo que sucedió durante su "parranda", no solo es ahora una pesadilla,
sino algo de lo que quiere olvidarse por completo. A las personas con las que
estuvo, no las quiere ni ver. El dinero que derrochó y que le pareció fantástico
hacerlo, le produce vergüenza. Aún el recuerdo de lo bien que se sentía en ese
momento lo hace retorcerse de dolor, un dolor que solo aquellos que han pasado
por lo mismo pueden entender.
En una palabra, el adicto se siente destruido. Así que hace lo que le parece
que es lo único posible que le queda por hacer. Tiene que continuar buscando
una forma de salir de su “no vida”. Lo hace dedicándose por completo a la droga
de su preferencia (elección).
Al mismo tiempo, sabe que algo está mal. Sabe que su elixir no es la
respuesta. Por lo tanto está atrapado entre la última posibilidad de esperanza que
tuvo por un momento y que tristemente se convirtió en mayor dolor, y el aun
existente deseo de vivir bien, pero este ya le está pareciendo más y más difícil de
lograr.
El adicto está demente ( hace cosas irracionales, ilógicas e irresponsables
esperando resultados diferentes), emocionalmente confundido y todavía
racionalizando a toda velocidad. La demencia invade el núcleo de su ser - el
espíritu-. Se convence más y más de que en lo profundo de su ser algo está muy
mal, no es en la superficie, es en su Yo. La vida nunca ha estado de su lado.
Siempre estuvo luchando contra la vida…. para poder sobrevivirla. La vida
siempre le ha jugado malas pasadas. Aun , la experiencia buena, fugaz y
aparentemente real con la droga ha sido, de nuevo, una bofetada en la cara. Lo
que debía funcionar - y lo que ha sido la única cosa en el mundo que por un
momento funcionó - no era la solución perfecta. ¡Siempre el o ella ha sido la
excepción! ¡Nunca nada le ha resultado! Y ahora está demente.
Inconscientemente, asume la actitud de un guerrero; y, en efecto, declara la
guerra. Es aquí que toda la insidia de la enfermedad y su poder destructivo se
hace aparente. Si esta enfermedad fuese solo física, el adicto declararía la guerra
a la droga y no volvería a consumir. Pero la adicción es irracional; lo mismo que
el adicto. Como resultado, el adicto enfila sus armas contra todo menos contra el
enemigo.
Se pone en contra de los demás y con frecuencia es más agresivo hacia las
personas que están más cercanas a él; con el tiempo, lo será hacia todo el mundo.
35 Father Joseph Martin
Se pone en contra de lugares. Detesta el sitio donde vive, sus alrededores, su
casa y eventualmente a todo el planeta. Se pone en contra de las cosas.
Recuerdo a mi padre cuando le pregunté del porqué se había emborrachado la
noche anterior y me respondió: "Es por ese piano que tu mamá se niega sacar".
Mi madre adoraba su piano, había pertenecido a mi abuela y ella se lo había
regalado. En mi ingenuidad y con el gran deseo de hacer cualquier cosa para que
mi padre dejara de beber, le creí y le rogué a mi madre que lo sacara. Ella
accedió. Adivinen que hizo mi padre….. ¡Correcto! ¡Se emborrachó!
Con frecuencia, a lo último que el adicto se pone en contra es a la droga
misma. Mientras la maldice con el mismo respiro la ingiere. Consideremos el
lenguaje con el que el alcohólico o el adicto se refiere a la botella o la droga,
siempre es la…botella, o esa…A veces, para el ojo experto, es posible detectar el
comienzo del odio hacia la droga que poco a poco le ha robado la libertad para
dejar de consumir. Puede vislumbrarse en sus movimientos faciales o corporales.
Ante la declaratoria de guerra el adicto se arma con lo que yo llamo
"herramientas de defensa". Estas herramientas que el adicto toma son las mismas
herramientas utilizadas por la enfermedad misma. Son las mentiras, odio,
negación, manipulación, violencia, crimen y la destrucción sin límites.
El deterioro espiritual arriba mencionado es el punto neurálgico del
deterioro mental y físico por venir.
(5)
36 Father Joseph Martin
PROGRESION ESPIRITUAL DE LA ENFERMEDAD
Desde el punto de vista espiritual, las etapas tempranas de la enfermedad se
caracterizan por una esperanza que es falsa. A medida que la enfermedad se
intensifica y permanece sin tratar, entra en la etapa de progresión rápida. Las
consecuencias sobre el espíritu humano son de doble efecto.
PLENO FLORECER DE LA ESPERANZA
En primer término, el adicto ,sea o no creyente ,experimenta un florecer
pleno de esperanza. Trágicamente, esta esperanza también es falsa. Les explico
lo que quiero decir.
Repentinamente, el adicto se convierte en filósofo experto. Ya para el no
existen secretos profundos, ni misterios ocultos en la vida. El adicto tiene una
teoría para todo. Se le puede preguntar cualquier cosa en relación con lo que sea,
ya sean temas que están dentro o fuera de la esfera de sus conocimientos. No
solamente tiene la respuesta sino que mas le vale al que pregunta estar de acuerdo
con él. El no le está dando solo una opinión…le está dando la verdad revelada.
Yo sospecho que aquí se presenta un fenómeno que no es excepcional. La
enfermedad lo ha despojado de sus conocimientos, si los tiene, y le ha dado la
ilusión de ser una autoridad en todos los campos. Mas aún, la enfermedad en sí,
se va llevando al adicto por el sendero del error total. Lo conecta con la mentira
de las mentiras. Confirma sus ideas de que una vida exitosa demanda que uno
esté al tanto, es decir que conozca absolutamente todo.
Por desgracia, esta exhibición de supersabiduría está acompañada de una
creciente alienación y un desprecio por la capacidad de la mente del ser humano
para aprender e investigar mas allá de la propia esfera de conocimientos. Con el
tiempo, el adicto, junto con su creciente ilusión de saberlo todo, siente desdeño
por la mente humana; pierde respeto por ella, y la considera una maldición en vez
de un don.
Fernando, un amigo mío, es un buen ejemplo de esta extraña
transformación. Un hombre brillante, graduado del MIT(Instituto Tecnológico de
Massachusets,USA) en ingeniería aeronáutica. Su carrera profesional era
igualmente brillante y ganaba muchísimo dinero.Fue criado en un hogar católico
pero eventualmente había abandonado esa fe.
En el curso de los años y en las ocasiones escasas en que nos reuníamos,
solíamos discutir materias religiosas por horas y horas. Aunque con frecuencia
no estaba de acuerdo con él, no podía por esto dejar de admirar la fuerza y la
belleza de los argumentos de su mente científica. También en el curso de estos
años fue progresando su alcoholismo.
Hace poco lo visité en Tucson, Arizona donde vive actualmente. Ya
bordeando los sesenta, no tiene nada que ver con la persona que una vez conocí.
Su cinismo es total y se refiere a su excelente formación intelectual, al igual que a
las capacidades mentales, en términos peyorativos e increíblemente degradantes.
Continúa siendo antireligioso, pero ahora es también anti-intelectual y sostiene
37 Father Joseph Martin
que los poderes de la mente fueron solo otro truco de la naturaleza para hacer de
él, al final, un perdedor.
De la misma forma el adicto se convierte según sus inclinaciones
temperamentales en un experto en política. De repente, él podría cumplir una
función mucho mejor que el alcalde o el presidente. El presidente del sindicato
de trabajadores es un inepto, los jefes de gobierno locales unos cretinos. Al
mismo tiempo denigra a todos los políticos y a la política misma. Solo él, con
sus profundos conocimientos, sabe de la inutilidad de todos los esfuerzos por
salvar algo que ya está irremediablemente perdido o que no vale la pena salvar.
En el campo de la religión, o en materia de creencias personales, nuestro
adicto se declara ateo y maldice a la vida y la naturaleza; o se declara un creyente
fervoroso-el único realmente sincero-, si solo el mundo fuese capaz de
reconocerlo; mientras que al mismo tiempo maldice a Dios y a todos los sistemas
de creencia.
Esta es la etapa de progresión de la enfermedad que trae a la superficie
todos los fracasos profundamente arraigados en él. Las virtudes de las cuales
ruidosamente afirma ser un modelo son precisamente aquellas de las que
más carece.
No existe nada más trágico de presenciar que una mujer, sentada en un bar,
admitiendo ser la criatura más vil que existe sobre la tierra. ¡Pero que a nadie se
le ocurra cuestionar sus cualidades como madre! Exclamará ante todos los
presentes, a pesar de haberse culpado de los peores errores y más terribles
pecados, de que es y siempre será la mejor madre del mundo… ante el aplauso
de aprobación de sus compañeros alcohólicos. mientras tanto sus hijos están
solos en casa sin comida y abandonados.
El sacerdote, pastor, o rabino "experto" que declara ser el mejor del mundo,
cuando es incapaz siquiera de cumplir con las tareas más sencillas de su
profesión. No puede llegar a tiempo al servicio religioso y no nos olvidemos de
todos los "expertos" que no llegan a tiempo a cumplir con sus funciones.
En breve, el adicto en este momento de su vida o no es nada o es un
experto. Lo triste es que el adicto se lo cree. De hecho se lo cree todo. Muchas
peleas se han causado por alguien que tuvo la osadía de poner en duda la
sinceridad o la veracidad del discurso del adicto. El mentiroso se vuelve víctima
de su propia mentira. Inventa … y a continuación se cree su propio invento.
El estar todavía mentalmente alerta y sensible, y además pasar por lo que
acabo de describir es el infierno mismo. La descripción más cercana que se puede
utilizar para describir el dolor de esta enfermedad es: INFIERNO.
EL AMANTE EXPERTO
A medidad que la enfermedad avanza llegamos a la última etapa de su
desarrollo. Si no es tratado el adicto llegará a experimentar el más profundo
dolor de todos: se convierte en el amante experto… pero esto también es falso.
La programación de la enfermedad lo pone en contacto con la realidad misma
38 Father Joseph Martin
que se le está saliendo de las manos. A medida que se convierte en alguien
incapaz de amar o de recibir amor, esta necesidad se hace muy consciente y al
mismo tiempo se enfrenta con la realidad de que en su vida la carece por
completo. Para aliviar su dolor, se convence a sí mismo de que él y solo él tiene
la más grande capacidad de amar y recibir; el único problema es que no ha
encontrado a alguien con la misma capacidad de reciprocidad.
Aquí se nota una mentira y un odio absoluto y creciente , basado en el
deseo imperioso de descubrir la verdad y el amor. Esta es la paradoja de la
enfermedad. Más concretamente es la contradicción inherente a la enfermedad:
la existencia de dos realidades, una junto a la otra. Al contrario de la naturaleza
de la paradoja en que se unan dos cosas aparentemente desiguales; la enfermedad
une al adicto con dos realidades que en efecto son desiguales y contradictorias.
Como resultado, el adicto aún siendo real se va volviendo más y más irreal; y por
lo tanto carente de espíritu.
Si es creyente, el adicto dice conocer y profesar un profundo amor a Dios.
Al mismo tiempo y literalmente siente odio hacia Dios y expresa su profundo
rencor. También afirma profesar un inmenso amor por los demás o por las cosas;
sin embargo al mismo tiempo las odia tanto que físicamente quiere hacerles daño,
y si fuese posible destruirlas por completo. Ha perdido su respeto por las cosas.
Si se golpea con algo, lo maldice y a veces lo destruye. A la altura máxima de su
clamor de ser un amante experto su mundo se va reduciendo. Desde el comienzo
de la enfermedad lo ha atacado en su interior. En su creciente aislamiento se
enfurece de que allí, en el interior de sí mismo, dejó de existir. Nacido para ser
un creador de vida, sin quererlo, se ha convertido en su más hábil
destructor.
ODIO HACIA LA DROGA Y HACIA SÍ MISMO
Al final de la evolución lo único que queda, lo que no se ha apartado de él,
lo único que no se ha desintegrado a su contacto, es su droga de elección. No
obstante, aunque es incapaz de abandonarla y por el contrario se aferra más y más
a ella, siente por ella un odio muchísimo más profundo del que le puede profesar
una persona no adicta. Para odiar con esa intensidad es indispensable ser adicto.
Tomemos por ejemplo al adicto consumado en camino a comprar la droga.
Su cara está dura y contraída. No está de ánimo para chistes. No puede reír,
porque está lleno de odio por la droga que ya se convirtió en necesidad; lleno de
odio también por quien la vende, pero ante quien, si fuera necesario se le
arrodillaría a rogarle, aunque en el fondo tenga una pésima opinión de él. Es la
misma razón por la cual el alcohólico se aferra a su botella casi vacía; la acerca a
su boca para acabar el contenido mientras la mira con desprecio, la maldice y la
tira violentamente para que se rompa en mil pedazos.
Ahora, el adicto se encuentra en un callejón sin salida. Aunque todavía
existan personas a su alrededor y aunque todavía mantenga su empleo, desde su
punto de vista, ya no existe nada. Nada excepto el mismo; y cuando mira lo que
es, siente una tremenda repulsión. Ya, la mente es insana, pero todavía funciona
y las emociones están distorsionadas pero aún funcionan. Como resultado,
cuando el adicto se mira a sí mismo lo hace con la habilidad de saber y sentir, a
39 Father Joseph Martin
pesar de su mente enferma y de sus emociones trastocadas. Por fortuna, el
espíritu aun medio sobrevive. Por lo tanto, nuestro adicto aún vive y puede ser
ayudado. Este es uno de los enigmas de la adicción: la recuperación es posible,
porque no se ha destruido el espíritu, la esencia en sí del ser humano - ni la
enfermedad, ni la muerte, ni la adicción. Como dijimos al comienzo de este
libro, la adicción es una misteriosa falta de contacto con la vida, pero no es la
eliminación de ella. Una vez en recuperación, el adicto se reencontrará con ella
en condiciones maravillosas. Durante los años activos de la enfermedad el adicto
está perdido. No puede encontrarse a sí mismo.
Una mujer adicta me contó que una de las experiencias más dolorosas de
su adicción era levantarse y mirarse al espejo: "era como mirar a alguien a quien
se desprecia, a alguien con quien no me gustaría tener nada que ver". Esto lo
dijo con un gran esfuerzo por encontrar las palabras exactas para describir esta
experiencia tan horrenda.
El único recurso que le queda es la VENGANZA. El adicto desde su
perspectiva ha perdido la guerra en todos los frentes. Así que: ¿Qué puede hacer?
Se hunde en la desesperación y se la transfiere al mundo. Si él no puede tener
esperanzas hará todo lo posible por hacer que nadie la pueda tener. A este punto,
se declara maldito y por lo tanto maldice al mundo y a todos los que en el existen.
Es mejor ni mencionarle la palabra optimismo; lo odiará, si es que no trata de
darnos un golpe en la nariz. El optimismo le causa dolor e incrementa su
desesperación. Otra herramienta de venganza es la maldición. Claro que sabe
que él está maldito; por extensión maldice al mundo. Si él está maldito su
deducción es que nada ni nadie merece ser salvado.
Finalmente, produce su última herramienta de venganza - la muerte. El
adicto quiere morir. Contrario a las estadísticas que he visto y a las opiniones que
he escuchado, es mi opinión que no son muchos los adictos que realmente
cometen suicidio. A parte de las sobredosis, los muchísimos intentos de suicidio
son un desesperado llamado de ayuda, desafortunadamente algunos terminan en
la muerte. Los adictos en general solo desean la muerte. En la mayoría de los
casos es el único deseo que les perdura . Sin embargo, son pocos los que en
realidad quieren , en verdad ,cometer suicidio.
También desean la muerte de otros, por muchas razones: porque la persona
es mala, porque es deshonesta, porque nunca ha trabajado, etc. Otra razón para
desear la muerte de los demás es que es incapaz de amar, de decirle sí a la vida -
el don de los dones-.
Creo que el ser humano es un ser espiritual. Como tal, sobrevive en la vida
a causa del amor. Pienso firmemente que si en algún momento el ser humano se
viera sin amor, moriría. El amor es el pulmón espiritual del ser humano, lo que
discutiremos en los capítulos siguientes. Por el momento solo quiero aclarar que
el estar incapacitado para amar y al mismo tiempo estar dotado de vida cuya
naturaleza misma es el amor, es estar en una posición insoportable. Una vez más,
es el infierno. Por eso dicen que si quiere saber lo que es el infierno:
pregúnteselo a un adicto.
Los efectos espirituales de la enfermedad de la adicción a medida que esta
progresa y alcanza su inevitable fondo son desvastadores. La esperanza general
inicial, la fe universal, y el amor ilimitado, se convirtieron al final de la
40 Father Joseph Martin
progresión en lo que verdaderamente fueron todo el tiempo - las semillas de la
eventual desesperación, maldición, y muerte.
El adicto realmente no está viviendo. Esta experiencia de no vida, cuando
todavía hay vida, es una condición de una crueldad infinita. Es un dolor que
desafía toda descripción. Solamente viviéndolo es posible conocerlo. Es mejor
estar muerto que muerto en vida.
La muerte del espíritu produce la muerte de la mente, de las emociones, y
finalmente la del cuerpo. La adicción es en verdad mortal. Es una enfermedad
fatal. Matando al espíritu con plena seguridad seguirá el cuerpo. Estamos, en
este punto, en lo profundo de la peor enfermedad que conoce la humanidad,
porque es una enfermedad que ataca desde el interior hasta el exterior. Ningún
campo de la vida con el que se tiene contacto está libre de sus fuerzas
destructoras. Desde el espíritu del individuo penetra en cada área de su ser, su
cuerpo, su mente, su vida emocional.
Mas aún, la enfermedad contamina lo que la persona toca… no con sus
manos pero sí con su amor. Por esto es que los miembros de su familia y
aquellos cercanos a él se infectan de su enfermedad: los codependientes .No es
necesario que entren en contacto con la droga misma. Estas víctimas
desafortunadas no necesitan estar presentes cuando el adicto consume. Ya que la
naturaleza de la enfermedad es espiritual se transmite también por medios
espirituales, es decir por medio de una relación afectiva con el adicto activo.
Guillermo, un amigo de mi infancia que creció en un hogar alcohólico me
contaba que aun separado físicamente de su padre alcohólico, podía sentir el
dolor de ver a su padre bebiendo, igual que si estuviera parado junto a él: "Un
día estábamos patinando con un grupo de amigos cerca a mi casa. De repente,
me quité los patines y comencé a alejarme. Mis amigos me gritaban, querían
saber por qué me iba. Les dije que tenía que irme a casa. De hecho, apenas
llegué, supe que mis padres habían discutido y que mi padre había salido a
emborracharse. Estas premoniciones me ocurrían con frecuencia".
Como resultado de esta fácil transmisión, el codependiente también se
enferma espiritualmente. El también se desconecta de la realidad, de la
esperanza, y de la capacidad de vivir. Al igual que el adicto experimenta una
progresión de la enfermedad, y poco a poco, la disfunción espiritual produce
alteraciones mentales, emocionales y físicas. Este mismo amigo, me confesó que
a la edad de siete años ya era un experto en miedo y odio.
"Solía esperar el bus del colegio con mi madre. El paradero estaba
directamente enfrente del bar que frecuentaba mi padre. El solo hecho de mirar
el bar me hacía querer lanzarle una bomba. También deseaba matar a las
personas que entraban o salían de ahí, las odiaba y pensaba que todas eran
malas. Sí… aún a esa edad se puede odiar profundamente a pesar de no
conocer a esas personas. Con respecto al miedo, siempre me acostaba a la
misma hora, pero arrinconado lleno de temor, esperando el regreso de mi padre.
Aun las veces que él estaba en casa, me costaba trabajo dormirme, por miedo a
que se presentara una discusión y saliera a emborracharse. El miedo y ese
continuo estado de ánimo me afectaron terriblemente. Era hipersensible,
susceptible y extremadamente nervioso".
41 Father Joseph Martin
No quiero extenderme con respecto al problema de la codependencia,
aunque no por este motivo desconozca su importancia. Quiero enfocarme en la
recuperación del adicto. Sin duda la enfermedad de la adicción es incurable.
Está marcada por la vergüenza y la condena social. Peor aun, ataca a la persona
en su propia esencia. Pero también es la mejor de las enfermedades en el sentido
que lleva, - no garantiza-, una promesa de esperanza de lograr una recuperación
mas allá de todo límite soñado.
Es a esta esperanza de recuperación a la que quiero referirme ahora.
(6)
EL NACIMIENTO DE LA SOBRIEDAD ESPIRITUAL: LA VIDA
La vida del cuerpo mantiene la vida del espíritu. En el programa de
autoayuda de Alcohólicos Anónimos con frecuencia se oye decir: "Comience
por traer el cuerpo…. que la mente y el espíritu le seguirán después".
Sin duda alguna, el primer esfuerzo en el tratamiento de la adicción es
tratar de recuperar el cuerpo. Los aspectos físicos aunque no sean el fondo de la
cuestión deben ser prioritarios. Cuando nace un niño lo primero que hacemos es
investigar su bienestar físico. Después, con el transcurrir del tiempo observamos
su interior, su alma, su singularidad, en otras palabras: Su espíritu.
Observemos la sabiduría en la respuesta de Alcohólicos Anónimos a la
inevitable pregunta del recién llegado: ¿Cual es la parte espiritual del programa?
A.A. responde: "Siga viniendo, mantenga la mente abierta, que todo le irá
llegando". Sin embargo, es mi opinión, basada en la observación de miles de
adictos que esa invisible pero real primera experiencia es espiritual. Aun antes de
hacerse consciente de la necesidad de dejar la droga se pasa por lo que yo llamo
"un instinto de amor". Creo que esta experiencia inicial y general está orientada
hacia la vida, o hacia Dios, para aquellos que creen en Él.
Este paso inicial hacia la recuperación lo denomino "instinto"; porque esta
primera experiencia de recuperación, definitivamente no es un acto consciente o
mentalmente controlable. Creo, mas bien, que es un impulso, un movimiento
apasionado del espíritu hacia la vida.
Fernando, un alcohólico en recuperación, contaba lo siguiente: "Una
mañana desperté en un estado deplorable. No quería seguir viviendo.
Después de arrastrarme hasta el baño, me miré en el espejo con profundo
odio y desprecio. Al mismo tiempo grité ¡Dios, si es que existes, ayúdame!
En retrospectiva, creo que en ese momento comenzó a derretirse la
cubierta y una grieta se abrió en la masa sólida de mi dolor, lo que
eventualmente me llevó a buscar ayuda e iniciar mi recuperación".
Este instinto por la vida es un rasgo característico del adicto desde el
comienzo hasta el final. Otro indicio del amor por la vida puede encontrarse en
42 Father Joseph Martin
la familia del adicto. La familia dirá que cuando el adicto está sobrio es uno de
sus miembros más cálidos. Dirán que es una persona buena "la persona mas
querida que se pueda conocer" o dirán que es la persona más comprensiva
cuando hay dificultades.
De mi propia experiencia puedo decir que el solo hecho de saber que una
persona es adicta me produce ganas irresistibles de abrazarla con ternura. Tengo
la certeza de que los adictos son personas merecedoras de mucho afecto y
posiblemente sea esto una característica de la adicción. Todavía no he conocido
al primer adicto que no me inspire esta ternura. Los adictos son personas buenas
con ganas de vivir y un fuerte instinto de amor.
En uno de los centros de rehabilitación en donde trabajé, un paciente me
comentó que todos sus compañeros eran amables y serviciales, que como le
hubiera gustado conocerlos antes. Siguió diciendo que hasta ese momento, sin
duda alguna, su recuperación más que a cualquier actividad terapéutica, se debía
a la interacción con otros adictos en el centro. Cada uno estaba sacando lo mejor
en el otro. Este interés mutuo que caracteriza a los adictos comenzó a
exteriorizarse y estaba trabajando efectivamente hacia la rehabilitación de cada
uno de ellos, una vez que ya estaban abstemios. Le hice ver al paciente que no
tenía porque lamentar el no haber conocido a estas personas cuando estaba
activo. Con toda seguridad en ese momento no le habrían parecido tan
agradables.
En resumen, uno de los rasgos característicos del adicto es un amor
irracional por la vida junto con una creciente desesperación por esa misma
vida.
Además, el amor es indispensable para la recuperación. Cuando al
paciente de cáncer su médico le dice que queda un tiempo limitado para vivir es
frecuente oírle añadir: "Todo depende de usted…" Lo que el doctor quiere decir
es que depende del deseo de la persona, este deseo puede darle un tiempo
adicional. De hecho, y con frecuencia lo vemos, aun en casos de personas con
limitaciones físicas, que el deseo por vivir, si es lo suficientemente fuerte, puede
ayudarlo a sobreponerse a muchos obstáculos y darle años adicionales de vida.
Muchas personas han desafiado los pronósticos médicos y comienzan a
mejorarse con el solo empuje espiritual que los impulsa a lograr una vida
más sana. Esta idea la simboliza el niño que se hace una pequeña herida y le
pide a su madre que le dé un beso para que se le quite el dolor. Si, el amor es
creador de vida y un excelente agente de sanación.
Creo que es este "instinto" de amor lo que hace que un adicto en un
momento dado de su adicción grite: ¡Ayúdenme, quiero vivir! O algo aun más
claro: ¡No me ayuden, que no quiero vivir!. Este último grito es todavía más
desesperado; y aunque es negativo, es mucho más elocuente reflejando una
profunda necesidad de ayuda para poder vivir. Es en el momento de
desesperación más intensa, desde los confines de la esencia misma del ser, que
esta primitiva comunión con cualquier cosa sana, positiva, relacionada con la
vida misma, tiene lugar.
43 Father Joseph Martin
La mayor parte del tiempo, el adicto mismo no está plenamente consciente
de lo que le está sucediendo en realidad. El grito arriba mencionado con
frecuencia tiene lugar en un cuarto vacío, o frente a un espejo mudo. Otras veces,
es de igual intensidad pero contenido en su interior. Pero no importa, es el primer
contacto con la verdad.
Yo asemejo esta experiencia a una especie de intercambio espiritual con
quien quiera que este allí para escuchar. Se le grita al mundo, a la vida misma,
pero si en ese momento mismo ya nadie queda para oírlo, ya no hay mundo, ya
no hay vida para el adicto. ¿Cómo puede existir para el adicto algo en el exterior,
si está viviendo el dolor de la nada en su interior?. Aun si hubiese algo en el
exterior al cual aferrarse, el adicto ya no posee nada en su interior para hacer la
conexión.
Pienso que esta experiencia podría denominarse como una pura lujuria
espiritual, comparable a la lujuria física, que opera por sí misma, por encima y
más allá de la voluntad de la persona en cuestión. Esta lujuria ocurre de manera
inconsciente y por cierto sin su consentimiento. Este grito impulsivo que
proviene de los más profundo de su ser, está dirigido interiormente a la
fuerza de la vida misma, o si se quiere a Dios. Mas aun, tiene lugar en un
momento de comunión consigo mismo, en el momento de mayor contacto con su
dolor y con la parte de ese dolor que es más intensa.
Esta primera débil conexión del adicto con la verdad de su vida, aunque
terrible y dolorosa, es un humilde comienzo del amor en él. Repito, es solo una
conexión débil con una realidad desgarradora. Sin embargo, es suficiente para
poner a funcionar los mecanismos del amor y llevar al adicto a tomar los pasos
tendientes a su recuperación. Es el comienzo y la base para iniciar el proceso de
rehabilitación. Si se nutre apropiadamente dará como fruto un hermoso ser
humano lleno de promesas y de posibilidades.
44 Father Joseph Martin
(7)
EL INSTINTO DE LA ESPERANZA
La vida se mantiene a través de vínculos no interrumpidos. Por ejemplo,
cuando nace el bebé necesita establecer conexiones con otros seres vivientes. Es
tomado con amor en los brazos de sus padres. Es en los brazos de otros seres
vivos que la vida misma del infante se nutre y se mantiene. De la misma manera
a través del proceso de recuperación comenzando por el paso inicial, los primeros
vínculos de afecto se establecen y se fortalecen a medida que se van
estableciendo mas conexiones. El siguiente paso en el proceso de recuperación
está orientado hacia los demás. El vínculo espiritual descrito en el capítulo
anterior se produce en el interior de la persona con la vida misma. Para
sobrevivir la vida interior necesita unirse con la vida exterior. Este paso siguiente
es una manifestación en el mundo visible de aquello que ocurre en el mundo real,
pero de forma incontrolable e invisible - allí -, en ese lugar donde mora el
misterio del ser humano individual.
En otras palabras, el grito: ¡Ayúdenme! para ser efectivo debe también
estar unido a vida en el exterior del adicto mismo. ¿Y donde en el exterior
encontramos una realidad que posea mas vida? La respuesta es sencilla, al igual
que el recién nacido, en otro ser humano. ¿Quién puede ser esta otra persona?
Puede ser cualquiera dependiendo de las circunstancias: un amigo, un miembro
de la familia (aunque no es muy frecuente), un compañero de trabajo, cantinero,
consejero, psiquiatra o aun un completo desconocido. Las circunstancias en que
se da esta unión son tan diversas como diversos son los adictos. A veces la
comunicación se hace por teléfono, una simple admisión por parte del adicto que
aun no se ha derrotado; o una primera explosión de ira, un momento de llanto…
un momento de verdad.
En algunos casos, la forma en que se produce esta segunda conexión es
lenta y entrecortada. A veces, toma un mes, un año, o varios años para que el
vínculo complete el círculo y produzca sus frutos. Si el adicto no se descorazona,
si continúa compartiendo su propia verdad; principalmente su necesidad y su
45 Father Joseph Martin
deseo de ayuda; este grito eventualmente llegará a oídos de quien le dará una
respuesta a su búsqueda.
Un alcohólico contaba: "Mas o menos a las diez de la mañana un día, en
un momento de desesperación total, cogí el teléfono y llamé a dos viejos amigos.
Uno vivía en el Canadá y el otro en un estado vecino. En ambas llamadas, la
conversación fue corta porque yo no podía casi hablar. Quería conversar
largamente pero no tenía la capacidad para hacerlo. Le dije a ambos que estaba
mal y que necesitaba ayuda. Una hora después recibí una llamada de uno de
ellos, quien me dijo que ambos vendrían a pasar una semana conmigo. Vinieron
y yo traté de ser lo mas honesto posible con ellos, porque mi deseo de sentirme
mejor era desesperado. Claro está que no hice alusión alguna al alcohol o a las
otras drogas, sencillamente, porque creí que no tenían nada que ver con mis
problemas ¡Imagínense!.
Es que en ese momento de mi vida el alcohol y las otras drogas eran lo
único que me hacía sentir mejor. ¿Cómo iba a ser posible que FUERAN el
problema?
Al final de la semana, ninguno de mis amigos pudo encontrar la solución y
me sugirieron consultar con un psiquiatra. Aunque no muy convencido al
comienzo, finalmente accedí y busqué uno en las páginas amarillas del directorio
(guía de teléfonos) local. Después de consultar con este psiquiatra por siete
meses, me aconsejó asistir a reuniones de Alcohólicos Anónimos. Esta
sugerencia surgió de haber llegado borracho a una sesión. Puse toda clase de
objeciones diciendo que posiblemente tenía un problema con el alcohol pero que
jamás era un alcohólico. Me respondió que fuera a las reuniones a fin de que las
conociera y de que pudiera asegurarme por mí mismo de que en realidad no era
un alcohólico. No teniendo nada que objetar a su argumento accedí ir a una
reunión.
Por supuesto que yo no hablé con nadie y mucho menos permití que
alguien se me acercara. Esto lo repetí durante tres meses y comencé a sentirme
muy aislado; además de convencerme de que A.A. era un fracaso. Sentí también
que muchos de sus miembros se la pasaban hablando de extenderle la mano a los
recién llegados con amor fraternal. Sin embargo, a lo que a mí se refería, nunca
sentí la práctica de esos nobles propósitos. Esto me enfureció. Una noche
mientras estaba en la reunión decidí que no volvería jamás a A.A. Mientras
estaba absorto en mis propios pensamientos, el hombre sentado a mi derecha me
empujó suavemente. Volví la mirada y vi que todos me estaban mirando. La
mujer que moderaba la reunión me dijo que era mi turno para hablar, si quería.
Tomado por sorpresa, hice aquello que si hubiera tenido tiempo de pensarlo no lo
habría hecho jamás. Abrí mi boca y hablé. Expresé mi rabia y desilusión con
respecto a ellos y agregué que no volvería a las reuniones. Al final de esta
arenga, la mujer simplemente me dijo: "Debido a que hablaste hoy, tu vida
cambiará". ¡Claro que cambió!. Después de la reunión la gente se acercó y me
dieron sus números de teléfono. Hasta fuimos a una cafetería donde nos
quedamos hasta las dos de la mañana: les conté todo lo que no había podido
decirle a otro ser humano en cuarenta y cuatro años de vida.
"MI VIDA YA ESTABA CAMBIANDO".
46 Father Joseph Martin
Esta historia nos muestra el largo y a veces tortuoso camino que toman las
conexiones indispensables en este proceso. Si tomamos cada una fuera de
contexto y por separado, la mayor parte de las conexiones que este alcohólico
tuvo que establecer, serían mal interpretadas o no relacionadas claramente con su
problema; pero con el tiempo le despejarían el camino.
El grito espiritual en busca de ayuda se producirá en un momento de su
vida que nadie puede predecir pero que para el adicto es perfecto. Concretamente
y casi en forma inmediata esto lo llevará a querer dejar viejos hábitos y a abrirse
a la posibilidad de adoptar unos nuevos. Dejar viejos hábitos o actitudes significa
en primer término y es lo más importante, dejar la droga. Segundo, significa
despojarse de todos los "pero". Cuando el adicto dice "Quiero dejar de
consumir pero…..", hay que estar alerta. En ese momento es necesario advertirle
y decirle que también tiene que dejar todo lo que le siga a la palabra "pero".
Esto puede significar muchas cosas. Podría tratarse hasta del concepto de Dios
para un adicto en particular, cuando este concepto le impide dejar la droga por el
temor y la culpa que siente ante un Dios que él cree está esperando darle su
merecido por los pecados que ha cometido en su vida. Puede también significar
un código moral individual o la forma en que la persona trata de vivirlo, si es que
es un obstáculo para que la persona deje la droga incondicionalmente.
Algunos de ustedes se preguntarán: ¿Cómo es posible que el concepto de
Dios, o un código moral que son cosas indispensablemente buenas puedan ser
obstáculos para la recuperación de un individuo?.
No olvidemos que esta enfermedad es tan insidiosa que sin duda puede
utilizar la mejor de las cosas como excusa para mantener al adicto prisionero en
su adicción. Puede utilizar a la madre, al hijo, al dinero, a Dios o a un código
moral para llevar al adicto de vuelta a la droga de elección. Por el momento,
todas esas cosas buenas en la vida, por buenas y deseables que sean, tiene que
dejarlas de lado a fin de lograr un bien mayor: la salvación de su propia vida.
Primero: vivir, después: creer en Dios si es su caso; después: Servirle y ser
moral. Pero, primero VIVIR.
Un amigo mío adicto al alcohol y a otras drogas me contó la siguiente
experiencia que tuvo lugar durante su recuperación: "Llevaba como tres meses
abstemio. Todavía no tenía trabajo pero mis amigos en recuperación se
preocupaban de que me mantuviera ocupado. Si no estaba con el grupo, me
reunía con mis compañeros a tomar café y a hablar de recuperación. Sin
embargo, llegó un día en que me encontré sin nada que hacer. Decidí ir a un
sector de la ciudad, no muy bueno, y me metí en un cine a ver una película
pornográfica. Al regresar a casa, sentí mucha ansiedad y una sensación de
fracaso. Hasta ese momento en mi recuperación yo me había comportado en
forma ejemplar. ¿Qué podía hacer?. Hasta ese día me había mantenido tan
ocupado que no había podido hacer nada de lo que yo personalmente
consideraba moralmente incorrecto. Como resultado estaba decepcionado
conmigo mismo y me sentía fracasado. Gracias a Dios tuve la fortaleza de
llamar a un amigo en recuperación, y contarle lo sucedido. Después de
escuchar los detalles de lo ocurrido, me preguntó si había consumido, le
respondí que no. "Todo está bien" me dijo.
No podía creer lo que estaba escuchando pero acepté sus palabras. Al
recordar esto hoy, veo que la preocupación por lo moral que estaba sintiendo
47 Father Joseph Martin
habría podido volverse tan fuerte y dolorosa que fácilmente hubiera podido
buscar alivio volviendo a consumir. Quiero aclarar que lo que hice,
efectivamente, violaba un principio del código moral que yo, en particular, trato
de seguir. No obstante, fui distorcionando las cosas hasta el punto de casi
recaer”.
Otros "peros" que posiblemente el adicto tenga que dejar son la familia,
relaciones, trabajo, profesión, a sí mismo, planes de vacaciones, amigos, etc.
Todo aquello y cualquier cosa que debilite su motivación por deshacerse de sus
viejos hábitos: la vida centrada en el consumo, y que no le permita adoptar una
nueva forma de vida honesta y real.
Esta segunda fase, en los comienzos de la recuperación exige que el adicto
se derrote. Esta derrota no es solo ante las viejas formas de vivir sino también
ante las nuevas. Derrotarse a lo nuevo significa derrotarse ante otros seres
humanos. Por primera vez en su vida va a compartir , no con una droga, pero con
otro u otros seres humanos, con alguien con vida y a quien o a quienes ha estado
esperando toda su vida. Buscará a alguien que conoce de su enfermedad y le
aconseje los pasos que debe seguir en la recuperación. Con esta persona, el
adicto eventualmente compartirá sus secretos. Este proceso es VITAL y
beneficia su recuperación porque por primera vez establece una unión real. Poca
importancia tiene la naturaleza de lo que se comparte o revela como tal. Lo que
recupera es la acción de compartir. El milagro de la recuperación se produce
por el vínculo establecido, aunque la retroalimentación (feedback) que reciba no
sea relevante o de gran profundidad. La vida se va restaurando a través del
vínculo que se ha formado.
Bárbara, una alcohólica en recuperación me decía: Por seis meses, asistí a
reuniones de Alcohólicos Anónimos. Durante todo este tiempo, me era difícil
identificarme como alcohólica. Continuaba bebiendo. Sin embargo, cada vez
que regresaba a casa de una reunión me sentía conmovida. Me parecía increíble
la forma en que las personas compartían lo que estaban sintiendo, frente a otras
personas, frente a extraños. Toda mi vida había buscado un lugar en el mundo,
donde pudiera hablar de mi misma en forma completamente honesta, sin temor a
represalias, o a ser juzgada. Hasta me había unido a una organización
patrocinada por una Iglesia con la esperanza de poder encontrar precisamente
esto. Pero, aún dentro de ese grupo vine a encontrar que no era posible sin los
resultados negativos.
A pesar de todo, ¡como anhelaba tener lo que esas personas parecían tener!
Creo que fue ese anhelo lo que me impulsó a seguir asistiendo a las reuniones.
¡Gracias a Dios! Finalmente fui capaz de buscar a alguien y empezar a
comunicarme. Con el tiempo esta persona se volvió mi madrina (un amigo o
amiga que guía a otra persona en los programas de Doce Pasos), empecé a
compartir y a recuperarme. Ese mismo día dejé de beber.
Esto no significa que comparta con todos en el grupo todas las experiencias
de su vida; eso lo deja para con otro ser humano. No obstante, el adicto también
es un ser social. Tiene necesidad de contacto a nivel social con un número de
personas diferentes. De esta manera, va encontrando y definiendo la realidad de
su propio ser. La interacción social que encuentra en las reuniones y eventos de
A.A. y N.A. es de un valor incalculable.
48 Father Joseph Martin
Finalmente, se derrota ante una nueva realidad. Se derrota ante un Dios de
amor, dejando atrás el Dios castigador que lo perseguía, que lo llenaba de
vergüenza y que constantemente le ponía un obstáculo tras otro en su vida. es
quien lo ama tal cual es: es su pecado y su adicción. Es el Dios que
pacientemente lo ha esperado a que abra sus brazos para decirle SI, y deje de
tratar de buscarlo. Es un Dios con el que finalmente el adicto, aunque admita no
conocerlo muy bien, establece una unión.
Aún el agnóstico o el ateo establecen un vínculo con algo superior a ellos
mismos, y con el tiempo pueden aceptar este concepto de Dios, si es que así lo
desean. Finalmente es un Dios, que aún en las peores circunstancias ama al
adicto, antes de que el adicto se lo pida y aún antes de que el adicto se pregunte a
sí mismo si El lo ama.
Esta segunda conexión en el proceso de recuperación es una de confianza.
El adicto, al establecerla, ya se siente recompensado con una vida más plena; otro
ser humano, un grupo de personas y una realidad espiritual. Su mundo ya no está
poblado por personas falsas, por ilusiones, y alucinaciones, sino con personas
afectuosas, verdad y realidad.
Como es de fácil - piensa el adicto, y su dolor comienza a disolverse. Le
es casi imposible creerlo sino fuera porque lo está experimentando, le está
sucediendo aquello que en un principio no podía creer o comprender. Esta
segunda etapa en el proceso de recuperación es una experiencia espiritual.
No yace en la mente, en la fe, ni en los sentimientos, está en el HACER, que
es donde encontramos la vida.
(8)
EL INSTINTO DE LA FE
El que primero tomemos conciencia del exterior de las cosas antes que
de su interior es un hecho tan antiguo como la vida misma
49 Father Joseph Martin
El recién nacido, es otra vez un buen ejemplo, de este fenómeno. A medida
que el proceso de crecimiento se va llevando a cabo, el niño poco a poco se
vuelve hacia su interior para contemplarse a sí mismo. Primero descubre su
cuerpo, su ser exterior. A continuación, se conecta con sus sentimientos, sus
imaginaciones y sus pensamientos. Por último, y solo si es lo suficientemente
afortunado para llegar a una madurez deseable, descubre su alma - la parte de sí
que es espiritual.
De nuevo, la enfermedad de la adicción es por naturaleza una
enfermedad espiritual. Es una enfermedad de vida. Y es por esto que su efecto
desvastador, se localiza principalmente en donde nosotros encontramos la vida.
Para cambiar su dirección, es decir para recuperarse, es indispensable revivir la
experiencia que se tuvo lugar desde el nacimiento en adelante. Al comienzo, el
proceso era inconsciente pero con el tiempo apareció en la conciencia. En
recuperación este mismo proceso tiene lugar. El instinto de amor es un proceso
inconsciente que el individuo no controla. Ocurre de forma espontánea,
independiente de la voluntad, o la intención del adicto. La conciencia se
despierta y el adicto desesperado, pide ayuda. La respuesta, aunque a veces sea
indirecta, es inevitablemente fuerte y clara. Es una promesa de ayuda y una
garantía de esperanza, aún para él que se veía más allá de toda esperanza.
Con lo anterior, nos trasladamos a la tercera etapa o fase en el inicio de la
recuperación. En esta se le dice al adicto la verdad sobre sí mismo. Por primera
vez en su vida se le dice que es impotente ante el alcohol y otras drogas.
En los comienzos del proceso de recuperación el adicto empieza
estableciendo vínculos con otros seres humanos y con un Poder Superior (como
quiera concebirlo). Ahora está listo para establecer un profundo contacto consigo
mismo.
Esta conexión está más allá de todas las que el adicto ha conocido. Es un
conocimiento que sobrepasa todos los conocimientos anteriores que tenía sobre sí
mismo. Va más allá de saber su nombre, su forma de ser, sus gustos, sus
aversiones, su forma de pensar, y su forma de sentir. El adicto ahora recibe como
beneficio por los vínculos que ha establecido con la vida y con sus semejantes, el
conocimiento de su impotencia. Es una verdad que penetra a lo más profundo de
todo lo que el ser humano podía saber sobre sí mismo.
Recibe la información y el ímpetu para admitir, para aceptar que es
impotente ante el alcohol y las otras drogas, física, mental y espiritualmente.
Físicamente, porque su cuerpo no puede recibir drogas; se han convertido en un
veneno para su sistema tal como está constituido; mentalmente porque su mente
ya no la puede manejar y le distorsiona sus sentimientos; el adicto se vuelve
disfuncional o dicho en mejor forma: falsamente funcional, no solo cuando
ingiere la droga sino con solo contemplar la posibilidad de consumirla; y
finalmente, espiritualmente porque una vez que su cuerpo consume la droga se
trastorna espiritualmente, en lo que lo hace vivir, en lo define su propia vida y su
propio ser.
50 Father Joseph Martin
Sin embargo, hay más. Como una consecuencia directa del establecimiento
de sus primeras conexiones, el adicto recibe la información de una realidad
todavía más profunda con respecto a su naturaleza. Se le dice que no solo es
impotente al alcohol y las drogas; también es impotente ante Dios, la vida, los
demás y las cosas. Finalmente que es impotente, aún, ante sí mismo. Al conocer
esta verdad se libera, se le motiva con amor, y comprensión, a que la admita y la
acepte; a conectarse con ella así como se puso en contacto con su dolor.
¿Por qué el concepto de impotencia es tan esencial en la recuperación
espiritual de la adicción?
Muy sencillo: porque la impotencia es esencial en la recuperación física.
No podemos conocer todas las realidades espirituales que están más allá de
nuestro alcance. Nuestro único acceso a lo espiritual es a través de lo físico, que
es el único nivel de realidad que podemos conocer observando y tocando.
Recuerden que la enfermedad no es la droga. Por el contrario, la droga es
el síntoma, la señal visible y exterior del verdadero problema que se encuentra en
el interior del individuo. Debido a que el adicto se enferma físicamente por el
consumo de la droga, se entera de que también está enfermo por dentro de algo
más profundo. En ee caso de la droga, el adicto comienza a reconocer que era
una herramienta que le permitía ejercer poder y control. Si el adicto se levantaba
por la mañana y le atemorizaba el día que tenía por delante, todo lo que tenía que
hacer era tomarse una pastilla o un trago, y el problema, por lo menos por el
momento, “se arreglaba”. Eventualmente, el adicto empieza a reconocer que
mientras siga intentando “arreglar” su vida, es decir, tratar de ejercer control
sobre ella, rápidamente va a comenzar a perderla.
Esta experiencia física con la droga es un espejo de lo que está ocurriendo
en su espíritu, en lo más profundo de su alma. Mientras el adicto intente mejorar
su vida mediante su propio poder, tratando de controlar los eventos y personas,
incluyéndose a sí mismo y forzándose a ser perfecto, encontrará que se alejará de
ella, además de la comodidad y felicidad que tanto anhela.
Por otra parte, una vez que se permita tener la experiencia de su impotencia
ante las drogas, sentirá una nueva libertad, una nueva habilidad para enfrentar el
día sin necesidad de consumir; algo que jamás pensó que fuera posible. Esa
capacidad física de estar sin droga y de poco a poco sentirse aún mejor, refleja lo
que puede ocurrir con su vida. Si aplica esta misma verdad a todo lo demás,
eventos, personas, y a sí mismo ,adquirirá la libertad espiritual en su interior y la
vida, una vez más, como cuando era bebé comenzará a funcionar por sí misma
como debe ser. Pero tiene que dejar de estorbar su propio camino, quitarse de en
medio y dejarla funcionar. A un miembro de Alcohólicos Anónimos, una vez le
oí decir: “No tengo control sobre la vida, pero si tengo que presentarme ante
ella”.
No obstante, la impotencia no significa ser un desvalido o un
imposibilitado. Ese “tengo que presentarme ante ella”, quiere decir que debo
estar ahí presente. Significa vivir al máximo utilizando todas mis facultades y
talentos y dejar que la vida determine los resultados. Un bebé es completamente
impotente y sin embargo, ¡como crece! Crece precisamente porque no trata de
entrometerse con la vida. Por el contrario permite que la vida como quiera que se
presente, tome su curso.
51 Father Joseph Martin
El poder, solo por el hecho de desconfiar de la vida que es la que es fuente
de poder, lleva a menos vida y por último a la muerte. La adicción es un ejemplo
excelente de este principio. Es este momento, durante el proceso de recuperación
se completa el ciclo. De la adicción a la recuperación: de la muerte a la vida.
Esta fase también es de suma importancia. Es la puerta que le abre al
adicto la posibilidad de lograr una recuperación total con el tiempo. Únicamente
cuando la persona toma conciencia de su total impotencia, en medio de todo lo
que ha sido creado, es que es capaz de ver su verdadero destino: ser el rey de la
creación.
Permítanme explicar lo que quiero decir: ¿Alguna vez se han cuestionado
sobre el papel del hombre en un mundo tan atemorizante y tan lleno de peligros
tanto para el cuerpo como para el espíritu? La especie humana es ciertamente de
todas las especies la más vulnerable. Los humanos son más vulnerables que la
insignificante hormiga que puede esconderse en sus bien construidos canales bajo
la superficie de la tierra. Más vulnerable que cualquier otra criatura con vida. El
león es más fuerte; el lince puede ver en la oscuridad, y el conejo corre más
veloz.
No solo son todas las demás criaturas superiores al hombre en un aspecto u
otro; pero las fuerzas naturales por lo general benignas y amables pueden sin
previo aviso convertirse en fuerzas asesinas y están más allá de los vanos intentos
del hombre por detenerlas o controlarlas.
Sin embargo, no es el viento, ni el fuego, ni la tierra misma, ni el león, ni el
lince, ni el conejo, los que han sido destinados a ser artífices de la creación. Es el
hombre – la más frágil de todas las criaturas.
Existe una lección en esto. Es la lección de que nuestros amados adictos
en este mundo tienen una oportunidad dorada, si se embarcan por el camino de la
recuperación de su mortal enfermedad. La lección es que todas las personas
quienes califican como seres humanos son por naturaleza impotentes. La
impotencia es la característica misma de la especie humana. La idea no es que la
humanidad sea incapaz o desamparada; por el contrario, la impotencia un
requisito necesario para poder gozar del destino singular reservado a la especie
humana.
El ser humano ,en forma muy especial y única está destinado al amor. A
fin de cumplir esta función debe estar equipado con las herramientas necesarias.
La más importante herramienta del amor, la encontramos en el singular arte de
ser importantes y no en el arte de ejercer el control.
Así es la vida. Funciona sin poder. Es por este motivo que jamás se hace
imposible. Todo lo demás en la vida puede molestarnos y en un determinado
momento tener el control sobre nosotros; personas, eventos, el clima, la
computadora, o el carro que manejamos pueden en un momento dado, determinar
los eventos del día dependiendo de si funcionan o no.
Como resultado puede decirse que el verdadero poder en la vida es la
impotencia, la libertad de amar, de ser uno mismo, sin que nada ni nadie
interfiera. Pero. . . ¿no es cierto que a veces todo interfiere?
52 Father Joseph Martin
Dinero, relaciones, sexo, y a veces hasta la propia religión pueden en un
momento de la vida impedir vivir plenamente y sin temor.
Incidentalmente, es por este motivo que nuestras oraciones, pidiéndole a
Dios que ejerza su poder y “arregle” nuestras vidas, pocas veces son escuchadas.
Los alcohólicos y adictos que he conocido, eventualmente dejan de rezar por este
motivo precisamente. Nunca les “arreglan sus vidas”. Por el contrario se les
empeora. Así que el adicto piensa que Dios lo ha abandonado.
No obstante, todas las grandes religiones nos enseñan que las oraciones de
la humanidad son respondidas: “Pide y se te dará”. Yo también creo que nuestras
oraciones son escuchadas. La única oración que no encuentra respuesta es
aquella que pide control y ejercer poder. Si dicha oración fuese respondida,
alteraría y destruiría la esencia misma del ser humano: el amor y la impotencia.
En resumen, la relación que la vida y Dios tienen con nosotros es la de
amor e interés. Este es el don que nos hace especiales y como resultado aún más
frágiles e impotentes. Una de las muchas falsedades y herramientas de
destrucción de la adicción es que nos despoja de nuestra capacidad para estar en
contacto con la esencia misma de nuestra naturaleza, de lo que somos. Es por
esto que cuando la enfermedad finalmente se hace aparente y visible somos
testigos de la transformación de la persona que creíamos conocer. La conexión
física con la droga, cambia a la persona. Este cambio durante la progresión de la
enfermedad es casi total. Por supuesto que la personalidad cambia... pero a la
larga también la cara, las características físicas, sufren una transformación
paulatina que hasta físicamente los adictos se vuelven irreconocibles a las
personas que antes los conocían.
La función, la razón de existir del ser humano es el amor. Ciertamente, no
es para lavarse los dientes, trabajar, criar hijos, lavar ropa o ir al cine.
Seguramente, todos hacemos estas cosas pero no son la esencia misma de nuestra
existencia; por si mismas y en el tiempo difícilmente pueden hacernos o
mantenernos felices. Por el contrario, la única justificación para todas las demás
realidades y actividades es el amor. El amor es lo que hace que las cosas valgan
la pena y le de significado a la existencia; y a las actividades que por si mismas
carecen de significado.
Al escuchar esta revelación por primera vez el adicto que está iniciando su
recuperación no la comprende. Recuerda que siempre se sintió impotente; de
hecho, la impotencia era uno de los principales problemas en su vida.
Recordemos que la adicción es la experiencia del miedo y la lenta realización de
este, que nos va confirmando que no vamos a poder con la vida; que vamos a
fracasar.
Ahora, el adicto escucha que en realidad es impotente, que ha fracasado.
Se le dice que enfrente el fracaso, la derrota y que se rinda; se le urge a que lo
acepte, que lo declare y que lo convierta en la base misma de su recuperación; el
cimiento sobre el cual se construye una vida funcional, una vida plena. Se le pide
al adicto que admita que es impotente ante el alcohol y las drogas... e impotente
ante la vida. Para rematar se le dice que esto es un “don”.
La verdad es que si es un don. El contacto con su verdadera realidad es la
clave, ese algo que el adicto ha estado buscando desde que tenía uso de razón. Es
lo que le permitirá abrirle la puerta a una vida que siempre funciona, funciona por
53 Father Joseph Martin
sí misma... por la sencilla razón de que la persona no se entromete, no trata de
hacerla funcionar, no trata de ejercer poder y control sobre ella. La vida se
estanca y deja de funcionar tan pronto como no se la deja en libertad de fluir de
acuerdo con sus propias leyes.
La humanidad que se dispone a dominar el mundo, ciertamente esta bien
equipada para lograrlo. Se nos ha otorgado el don de dones, se nos ha dado una
vida, una vida que nunca falla, una vida que siempre da resultados más y más
abundantes. Junto con este don y como parte esencial de él, la humanidad tiene
vulnerabilidad, lo que llamamos impotencia, que es la certeza y la garantía de que
si no interferimos con el proceso de nuestro don, este don será efectivo.
Sentir gratitud por ser adictos, por sufrir esa desastrosa enfermedad, es
expresar lo siguiente: “Soy un adicto en recuperación muy agradecido, porque
en el momento en que me equivoqué la vida misma me golpeó, me tiró al suelo, y
continuó golpeándome hasta que me convencí de que tenía que haber otra
manera”.
El camino de recuperación es la “otra” manera. Reconocer a través de un
dolor tan profundo y sustancial que se es impotente; admitir la derrota abriéndose
a las sugerencias, primero de aquellos más versados y experimentados, después a
través de la propia historia es en realidad un don. Además, es un don que el
adicto explorará por el resto de su vida.
Si este poder que explica la infalibilidad de la vida misma no se encuentra
dentro de las capacidades que detecta el ser humano, ni dentro de la esfera de
responsabilidades a las cuales debe responder, entonces debe residir en otro lugar.
A este punto, se le dice al adicto que comienza su recuperación que debe
someterse y permitir que un poder externo a él lo ubique en la realidad (la base
del sano juicio). Finalmente, se le sugiere que permita que ese poder, cualquiera
que sea, y donde él crea que reside, sea lo que guíe y gobierne su vida.
En realidad para el adicto esto es un alivio o por lo menos debería serlo.
Poner su vida en manos de un poder desconocido es atemorizante. Cuando se
mira de cerca la carga y el dolor que el adicto ha llevado toda su vida tratando de
hacer que esta funcione es lógico pensar que esta sugerencia sería acogida con un
sentimiento de alivio. Sin embargo, el alivio no se da de inmediato debido a que
el adicto ha cargado esta responsabilidad por tanto tiempo que todavía no es
consciente de su peso, ni de la destrucción que a la larga le ha causado.
Con el tiempo y siempre que el adicto esté dispuesto, la sabiduría de tal
decisión le será revelada. No solamente sentirá alivio sino que comenzará a sanar
y por fin podrá vivir.
54 Father Joseph Martin
(9)
LA PROGRESION ESPiRITUAL DE LA RECUPERACIÓN
Ahora que el adicto en recuperación es de nuevo un ser humano funcional;
ahora que ha logrado establecer un vínculo con la vida, tanto en el interior de sí
mismo, como con la vida que lo rodea en el exterior (su propia naturaleza y su
destino), el camino del crecimiento de su recuperación está libre, sin límites.
Esta característica de la recuperación debe de ser ilimitada y no debe venir
como una sorpresa si se considera la experiencia misma de la enfermedad. Con
frecuencia escuchamos a los adictos en recuperación hablar de “tocar fondo”.
Por lo general ese “fondo” se refiere a los momentos más dolorosos en la
adicción activa; de hecho, tan dolorosos que hicieron que la persona buscara
ayuda.
La historia de Susana, a quien conocí en un centro de tratamiento tal vez
ilustre mejor esta terrible experiencia:
“Cuando empecé a tocar fondo, las cosas comenzaron a perder valor,
consistencia. Aún la misma droga ya había perdido su valor, ya no funcionaba
igual. Solo parecía producirme más dolor. Si solo me hubiera sido posible saber
que la vida y el vivir no iban a empeorar, pero el miedo y la experiencia me
estaban mostrando que solo estaba empeorando. Parecía que no tenía salida,
ineludiblemente, el eterno empeorar. Por eso quería morir; quería estar muerta.
Pero, hasta la idea de la muerte misma iba perdiendo consuelo; solo venía a
aumentar mi desesperación”.
La verdad es que el dolor sufrido en la adicción es tal que uno toca
“fondo”, solo para ver que no existe fondo. Por el contrario, la enfermedad es
como un pozo sin fondo; cada día peor y peor, lo cual explica la indescriptible
desesperación.
En forma similar, la experiencia de reclamar la propia vida no tiene techo.
No tiene límite. La recuperación de esta enfermedad no es como la recuperación
de una dolencia física, como por ejemplo el sarampión, que desaparece cuando se
recupera el aspecto de la piel. Ni es solo la recuperación de una disfunción
mental que se logra cuando uno puede volver a distinguir entre sanidad e
insanidad. Se trata de la recuperación de una enfermedad espiritual en la cual
uno está en el proceso de reclamar su propia vida; y al igual que la vida, esta
recuperación no admite constricciones, limitaciones, o dimensiones a priori de
ninguna naturaleza. Es la esperanza real de que por fin llega lo que el adicto ha
escuchado desde siempre en el fondo de su alma por tenue que haya sido. Un
hecho que le hizo reconocer, más allá de su experiencia, que su don era ilimitado
y que su razón de ser era disfrutarlo a plenitud.
55 Father Joseph Martin
En un sentido muy real, la verdadera esperanza de la recuperación se
encuentra en la posibilidad de convertirse en el artífice de lo que su naturaleza
especial lo llama a ser. Por fin la persona en recuperación puede percibir la
realidad de este llamado. Es el llamado a ser recipiente de vida, primero y
después, el dador de vida. El ser humano a través de la experiencia de vivir su
humanidad que incluye la vida, tanto en sus peores momentos como en los
mejores se convierte en una palabra, en un ser divino, ¡Es el Dios de su mundo!
Hablar de la progresión de lo que yo denomino “sobriedad espiritual” no es
fácil. Como sucede con todo lo que es espiritual no existe un lenguaje adecuado.
Permítanme tratar de expresar el concepto con las únicas palabras que puedo
utilizar.
Cuando considero la sobriedad espiritual reflexiono sobre aquellas cosas
que componen la más completa felicidad que el hombre puede imaginar.
Consiste en aquellas realidades que responden a los anhelos que nunca nos
abandonan, que siempre están presentes, no importa que tan inalcanzables puedan
parecer la mayor parte del tiempo.
De mi experiencia personal, creo que la vida para que sea completa y
funcional, debe ser creativa, emocionante, llena de amor y humilde. Es por esto
que no debe causarnos sorpresa que estos mismos cuatro ingredientes se
consideren las arterias principales, sobre las cuales se fundamenta y nutre el
crecimiento en la recuperación. Este crecimiento no se produce
instantáneamente; es gradual y progresivo, como un viaje en el que se avanza
kilómetro por kilómetro hacia el destino deseado.
UN VIAJE CREATIVO
El adicto, en su camino de crecimiento en la recuperación, en forma
gradual pero segura, se abre a la posibilidad y al desea de ser creativo. La
creatividad, sin duda alguna, es algo que surge de la vida. Biológicamente está
demostrado en la capacidad de producir vida, de formarse, de moldearse y
también está demostrado en el crecimiento natural del mismo cuerpo.
Este hecho biológico es un símbolo físico de la capacidad y naturaleza aún
más real del espíritu humano. Querer extenderse en la forma de otro ser humano,
de otra vida, en la forma de más vida, es inherente a la naturaleza humana. Como
resultado, el adicto en recuperación encuentra que su vida se vuelve más creativa
en diversos aspectos. Primero, su vida se vuelve más personal. A diferencia del
pasado, sus acciones, pensamientos, y decisiones, se van basando menos en las
influencias externas y más en su verdad interna, lo que lo define como la persona
singular que es. Su comportamiento se convierte más y más en la expresión de la
realidad de su propio ser – de su misterio. Las acciones se van basando en lo que
ES, y no en lo que los demás, familia, amigos, sociedad quieren que sea.
Ruth, después de un año en recuperación se dio cuenta de que era una
persona que siempre estaba buscando la aceptación de los demás. ¡Le era
imposible decir que no! Un día en el trabajo, su jefe le pidió que fuera a revisar
una fotocopiadora que no estaba funcionando. En el pasado, Ruth se la habría
56 Father Joseph Martin
pasado todo el día tratando de arreglarla. Esta vez contestó: “Me encantaría
poderle ayudar pero desafortunadamente soy incapaz de entender máquinas,
preferiría que buscara a otra persona”. El jefe la miró y sonrió: “Me identifico
con usted, yo también soy incapaz de entender una máquina; voy a buscar a
alguien que sepa”. Ruth se sorprendió, a raíz de su asertividad y honestidad, se
sintió muchísimo mejor consigo misma. Desde ese momento, Ruth se ha
entusiasmado más por descubrir quien es.
Otro aspecto de esta característica de personalizar en la recuperación es
que durante la enfermedad lo espiritual, mental, emocional y físico se van
convirtiendo todo en lo mismo. Los adictos hablan de las mismas cosas, de la
misma manera; reaccionan de la misma forma ante las situaciones de la vida; los
patrones de su vida se van volviendo los mismos; y después de un tiempo, hasta
en apariencia se van volviendo iguales. Todos tienen la mirada del adicto,
dándole validez a la frecuente frase: “parece un adicto”. Mentalmente, el mismo
fenómeno ocurre; los adictos activos utilizan la misma jerga. Tratan de
manipular a otros con las mismas historias de “diversos problemas” con el
trabajo, colegio, familia, relaciones, y especialmente de dinero. Su concepción
de la vida, del mundo y de los demás, incluyendo sus familias, es por lo general
negativa y peyorativa. Se buscan entre sí para compartir esta forma de pensar y
generalmente con un vocabulario que les es particular. Finalmente, y desde un
punto de vista espiritual, todos son inseguros, temerosos, totalmente inmersos en
la falsedad e incapaces de amar.
Es por este motivo, que todas las historias personales, aunque
aparentemente sean diversas en el fondo todas dicen lo mismo. En las reuniones
de Alcohólicos Anónimos o Narcóticos Anónimos, quienes más encuentran
diferencia en las historias son precisamente las personas que no llevan mucho
tiempo en recuperación. Para el veterano, nada en el testimonio lo sorprende. En
realidad, después de un tiempo, las historias pueden volverse aburridas. Sin
embargo, son importantes para el recién llegado porque muestran que la
enfermedad no respeta credo, raza, sexo o condición; además de hacerle ver lo
insidioso de su enfermedad, que lo hacía sentir que su situación era única. Parte
de la recuperación es hacerle ver al adicto que en los momentos en que se sentía
más diferente eran precisamente aquellos en que más se parecía a todos los
demás adictos que lo rodean.
En recuperación esta igualdad poco a poco va desapareciendo; dando lugar
a una creciente diferencia tanto en los aspectos físicos, mentales y espirituales
que componen la vida del individuo. Lo que sucede es que el adicto en
recuperación se está poniendo más y más en contacto con la realidad de su ser,
descubriendo su singularidad y riqueza individual.
La igualdad está en la muerte, la diferencia está en la vida; a medida que la
enfermedad progresa se tiende a la igualdad y esta se mantiene. A medida que la
recuperación progresa emergen las diferencias. Vemos como en forma inevitable
a medida que el adicto se va recuperando se va convirtiendo en una persona que
las otras buscan más, sencillamente porque está permitiendo que su verdadero yo
se exprese. En consecuencia, se vuelve más auténtico y más interesante para las
otras personas. Este fenómeno es un cambio diametralmente opuesto de actitud.
En el pasado, el adicto trataba de esconder su verdadero yo por temor a que lo
juzgaran aburrido y poco interesante.
57 Father Joseph Martin
La experiencia creativa de la recuperación es por lo tanto personal. Es
también libre. Por fin, el espíritu de la persona está a cargo; y el espíritu humano
solo puede existir y funcionar en una atmósfera de plena libertad. Ya el adicto no
hace las cosas porque “debe ser”. El comportamiento ahora se basa en la libertad
de elegir, “Quiero hacer esto o aquello”. Como resultado, se va abriendo a los
riesgos. El adicto puede “ensayar” cosas para ver si se acomodan a la clase de
persona que es en realidad. ¿Qué sucede si comete un error? El miedo ya no
existe. En recuperación, el adicto ya tiene la posibilidad de cometer errores
sabiendo que no se va a estancar. En la enfermedad un error era fatal o casi fatal
cada una de las veces que ocurría. En recuperación, un error sencillamente es
una experiencia de aprendizaje que sirve para que el adicto avance por su propio
camino.
A este respecto, Joe, un amigo mío, con varios años de recuperación había
concebido la idea de iniciar un centro espiritual para personas en recuperación; se
había dado cuenta de la necesidad y el deseo de las personas por crecer
espiritualmente. Pensaba que de pronto un centro a donde pudieran asistir
libremente y pudieran estar en tranquilidad, tal vez podría satisfacer este deseo.
Un día decidió compartir una idea con su padrino. Al hacerlo, le expresó su
temor por no saber si en el fondo su idea era más producto de grandiosidad y le
preguntó directamente que pensaba él. Su padrino simplemente respondió:
“Ensaya y descubre”. Esto implica que si la idea es poco realista, una
equivocación, solo a través de la experiencia puede determinarse. Mientras tanto
nada se perdería y mucho se ganaría. En este contexto, aún las equivocaciones
cometidas en la recuperación son de mucha utilidad para el adicto.
Finalmente, la experiencia de la recuperación en progreso es artística. Ser
humano es ser un artista. Tener vida es dar vida. Estar vivo es ser creativo.
El papel de la enfermedad activa (por esto es tan destructiva y fatal) es
tratar de no perder la vida, controlándola, tratando de dirigirla, consumiendo una
sustancia química para anestesiar todas las pérdidas. Como resultado, la vida se
debilita, se limita y muere. En recuperación, la clave está en descubrir que la
vida sobrevive con el don del ser. La vida da vida y en esta forma se mantiene y
crece.
En esta experiencia creativa, el adicto se encuentra a sí mismo y a su
camino. Puede crear su propia vida. Lo que la naturaleza hizo por el cuando era
niño, ahora él lo hace por sí mismo en una forma consciente. La máxima obra de
arte, aún para el artista más famoso, es encontrar las piezas de su propia vida y
con ellas crear la trama singular de su propia esencia. Hay más de mí de lo que
puede verse. Les mostraré. Es la vieja historia de “Caperucita Roja”. El autor
de este cuento era un genio, un artista. Tomó menos para hacer más. Tomó lo
que tenía a la mano y creó algo que no existía antes.
¿Cuál es el proceso inherente a la creación de este cuento de niños? A este
respecto: ¿cuál es el proceso en el fondo de toda obra de arte? El artista en cada
caso toma algo real, algo que está a la mano y lo une en forma única y original
produciendo algo que no existía antes. El cuento de “Caperucita Roja”,
demuestra esto claramente; el autor toma piezas de la realidad: una niña, una capa
roja, una canasta, un bosque, un lobo y una abuelita. A través de su creatividad e
ingenio ha producido una forma en que estas piezas mudas expresen una verdad
58 Father Joseph Martin
que de otra forma sería imposible comunicarle a un niño. Estas piezas así
combinadas le dicen al niño que en el mundo existe el mal.
El adicto lentamente empieza a adquirir una confianza suficiente en la
vida, que le permite tomar los elementos imperfectos y aparentemente
defectuosos que tiene y con ellos comienza a construir su camino. ¡El producto
final es increíble! No hay límite a lo que puede resultar. Le abre infinidad de
posibilidades. Ya no se siente incapaz de hacer algo en su propia vida. Su
problema es que camino elegir. Son tantas las posibilidades que tiene ante sí que
se enfrenta al dilema de escoger. Cualquiera que sea su decisión puede tener la
seguridad de que en recuperación, la obra que el artista elija producir, será única,
irrepetible y de increíble belleza.
UN VIAJE EMOCIONANTE
La vida del adicto en recuperación, es ciertamente creativa; y puesto que es
creativa es también emocionante; este es el segundo ingrediente o característica
de alguien que está progresando en su recuperación. ¿Cómo más podría ser la
vida cuando se entra en contacto con la propia esencia y la naturaleza misma?
¡Qué éxtasis descubrir que uno ha sido llamado a crear su propio ser para
convertirse en creador de otros!
En realidad, la mayor parte de la vida del adicto activo está marcada por la
monotonía. La vida en recuperación es todo lo contrario. De hecho uno de los
enemigos de la recuperación es el aburrimiento. Una sensación de aburrimiento
que se mantiene por más de un par de semanas no puede ser ignorada si se quiere
mantener progreso. La monotonía que se coloca en la base de la trama de la vida
misma es una señal de peligro que debe ser investigada y resuelta.
Lo anterior lo digo no con el ánimo de que se tenga que estar obsesionado
con el peligro sino porque la vida en sí misma ES emocionante, y como tal es
incompatible con el aburrimiento. Este no puede coexistir con la vida.
Por el contrario, la vida es emocionante, es cambio y variedad constante.
Por esto es que la vida no se duplica. Hasta la fecha, la naturaleza no ha
producido ni siquiera dos hojas idénticas. En la reproducción humana, hasta los
gemelos que llamamos idénticos no lo son. La madre ve las diferencias y los
gemelos mismos están muy conscientes de ellas.
La vida está abierta a toda suerte de posibilidades. Tal vez, el adicto se
abra a nuevas experiencias que antes no le interesaban. De decir que odia la
música puede pasar a tomar clases de algún instrumento; de nunca ir a un cine
pasa a ser un fanático de este; de nunca gustarle la vida al aire libre puede
encontrar que disfruta saliendo al campo los fines de semana. La variedad de
actividades que el adicto en recuperación puede encontrar son infinitas.
Anteriormente, no era consciente de estas actividades placenteras porque estaba
desconectado de sí mismo. En recuperación tiene la oportunidad de ponerse en
contacto con su verdadero yo y descubrir cosas acerca de sí mismo y de su
mundo que la adicción le había negado.
59 Father Joseph Martin
Por lo menos el adicto en esta fase de recuperación mantiene una mente
abierta y al hacerlo no pierde ninguna de las señales que la vida diaria le va
mostrando acerca de otras verdades con respecto a sí mismo. A veces descubre
cosas completamente opuestas a lo que pensaba durante su adicción activa.
Todo prejuicio y rigidez, nociones preconcebidas que la enfermedad cultiva
y solidifica en la vida del adicto en forma lenta se van disolviendo con la
experiencia de la recuperación. Este fenómeno le permite abrirse a nuevas
experiencias, ya no le están cerradas las puertas para que todo su ser explore y
personalice todas las diversas posibilidades. De hecho, una señal de aburrimiento
en esta fase de recuperación, por lo general, es un llamado a descubrir nuevos
intereses, cambiar de trabajo, relaciones, o en otro campo del área ilimitada que
ofrece la vida.
En otras palabras,el elemento emocionante de su nueva vida no tiene
límites. La discriminación, exclusión, ya no tienen cabida en su vida. Como
resultado, la vida de la persona se vuelve mucho más rica, no solo en
posibilidades, sino también en el descubrimiento de múltiples talentos y
habilidades que finalmente son liberados al deshacerse de las ideas preconcebidas
y los prejuicios.
Por último, esta característica produce mayor felicidad personal porque le
abre el camino al amor, a un amor que es libre, sin ataduras y que no es
excluyente. Es un amor más universal y más verdadero. Porque el amor solo por
una cosa y no por otras es todavía incompleto. Lo esencial es que el amor
realmente es la clave para la felicidad, la razón por la cual existimos.
Otra de las razones por las cuales la vida del adicto en recuperación es
emocionante es que se va deshaciendo del miedo. Esta vida sin miedo se basa en
las garantías de la recuperación misma. El acto inicial de honestidad que se
requiere del recién llegado se fundamenta en la certeza de que la vida nunca falla.
La seguridad del adicto es que mientras actúe con la intención de mejorar su vida,
de nutrirla, nunca se verá defraudado. Esta certeza le afirma que como persona
es invaluable y que es recipiente de un don intransferible cuya esencia es el éxito
y no el fracaso; siempre y cuando continúe la búsqueda de sí mismo con
honestidad y dentro de la realidad.
En una reunión de A.A., a la que tuve el privilegio de estar presente,
escuche a una persona decir lo siguiente: “Hoy he tenido un día horrible.
Empezó con una pelea con mi jefe. Me acusó de ser la persona que se estaba
llevando los materiales de la oficina. Debo decir que esta relación con mi jefe,
venía deteriorándose hacía meses y no se como vaya a terminar todo. Para
hacerla peor , al salir del trabajo me robaron, por fortuna físicamente no me
hicieron daño, pero se llevaron todo mi dinero y las tarjetas de crédito”. Alguien
en la reunión alzó la mano y le comentó: “Ciertamente, has tenido tu carga de
problemas y desilusiones por este día. Pero a pesar de todos esos fracasos puedes
irte a tu casa esta noche y decirte a ti misma antes de dormir, que a pesar de todo,
tú no eres un fracaso. No te has puesto a beber, tienes una vida, paciencia... que
la vida nunca falla”.
Si, en la experiencia de la recuperación se va uno liberando del miedo, aún
del miedo al fracaso. Un elemento adicional de la emoción viene de la misma
experiencia de aprendizaje que surge del descubrimiento y contacto con las
propias emociones. En el pasado, el adicto utilizaba drogas para adormecer sus
60 Father Joseph Martin
sentimientos, para evitar el miedo que le daba sentir tal o cual emoción. En
recuperación, el descubrir y estar consciente de la aparición de diversos
sentimientos es un gran deleite.
Los sentimientos, antes que todo, nos prueban que estamos vivos.
Después, y más importante, es ir descubriendo el significado de toda una fama de
emociones que van apareciendo frente a los diferentes eventos y personas en
nuestras vidas. Cada surgir de un sentimiento en nuestra vida es un indicio de
“mi don y de quién soy”. Lo interesante es poder leer estos indicadores y ser más
y más capaces de integrar ese conocimiento. Este proceso de integración le da al
artista la posibilidad de elegir opciones y de esta manera dar lugar a un estilo de
vida que estaba esperando hacer su aparición.
Cuando estaba activo, el adicto siempre se sintió atacado y amenazado por
sus emociones. En recuperación, el surgimiento de emociones, tanto buenas
como malas, viene impregnado de toda suerte de posibilidades. Los sentimientos
son la clave para conocerse a sí mismo y a su camino en la vida.
Finalmente, esta es la etapa en la recuperación donde la emoción se
traslada a todos los demás campos de la actividad humana disponibles al adicto.
Este es el momento en que avanza en el descubrimiento de su lugar en los
campos de la vocación, profesión, religión y relaciones. Toda una nueva gama
de metas y experiencias esperan a la persona.
Yo personalmente creo que todas las personas con esta enfermedad son
llamadas a través de la recuperación a desempeñar un papel muy definido en el
mundo. Con esto no quiero significar que todos se van a volver famosos o algo
por el estilo. Pero sí creo que cada adicto se recupera para un propósito especial.
Una de las más grandes emociones de la vida en recuperación es finalmente
encontrar ese propósito... crearlo. ¡El llamado del artista! El don maravilloso es
permitir que nosotros mismos lo descubramos en vez de que se nos entregue ya
definido.
Encontrar nuestro lugar en la vida, lo demuestra la historia de un Pastor
Metodista en recuperación:
“A comienzos de mi recuperación estaba en un estado de deterioro tal, que
era incapaz de volver al ministerio. Por sugerencia de algunos amigos en A.A.,
me dispuse a buscar un trabajo “intermedio”, es decir un trabajo relativamente
fácil y de poco estrés mientras me fortalecía en mi recuperación. Fui a una
oficina de empleos y conseguí un trabajo como mecanógrafo. A medida que
pasaba el tiempo, empecé a pensar en términos de volver al ministerio. Sin
embargo, debido al crecimiento que estaba experimentando en mi recuperación
me era más fácil ser honesto conmigo mismo. Sabía que no tenía interés en
volver al trabajo de parroquia pero a pesar de esto quería continuar siendo
pastor. No tenía ni idea de como superar esta contradicción.
Durante casi dos años permanecí en la oscuridad, la vida no me daba
señales, ni me iluminaba con respecto a lo que debía hacer. Continué creyendo y
confiando en que mi Poder Superior, algún día me mostraría el camino. En el
momento mismo en que comencé a compartir con mis amigos que esta fe se
estaba desvaneciendo y que yo me estaba comenzando a desesperar por no
encontrar mi camino, recibí la llamada de un amigo mío que trabajaba en el
61 Father Joseph Martin
campo de la farmacodependencia. Me invitó a una conferencia que estaba
organizando sobre la cocaína y sus efectos en los lugares de trabajo. Créanme,
con la creciente depresión que me producía mi situación no tenía ni las más
mínimas ganas de asistir a una estúpida conferencia; pero tratándose de un
amigo querido que me estaba expresando su interés por mí, decidí ir.
¡Gracias a Dios que lo hice! El conferencista resultó ser un sacerdote
católico. Su conferencia fue excelente. Al final me le acerqué y le agradecí; y
casi sin pensarlo, automáticamente le pregunté a que parroquia estaba afiliado.
Me respondió que no tenía parroquia, que trabajaba tiempo completo con
alcohólicos y adictos. ¡No podía creer lo que estaba escuchando! Un sacerdote
que no se ocupa del ministerio tradicional. En forma muy superficial le comenté
que yo tenía problemas en mi recuperación, que como pastor no encontraba
como ubicarme en mi vida. Me contestó invitándome a almorzar.
El martes siguiente fuimos a almorzar. Para resumir el cuento, ese
almuerzo, fue el momento clave que la vida me estaba reservando. El conocer a
este hombre me mostró el camino. Me señaló que mi trabajo podía ser con
adictos -y como pastor-. Este trabajo lo he ejercido hasta el día de hoy y ha sido
un ministerio mucho más que gratificante para mí”.
UN CAMINO DE AMOR
El viaje de progreso en la recuperación nos trae la experiencia de
finalmente lograr funcionar como las criaturas que desde un principio se suponía
que fuéramos: CON AMOR.
Primero que todo, el adicto en recuperación conoce el amor en la forma de
amor por sí mismo. En realidad los mandamientos más importantes en toda
religión son amar a Dios y amar al prójimo. El amor a sí mismo no se menciona
por una muy buena razón. Lo explica la esencia misma del amor. Para poder
hablar de amor a alguien, supone necesariamente el amarse a sí mismo. Uno solo
puede dar lo que uno tiene. Para poder amar a Dios o al prójimo es indispensable
que primero exista amor por uno mismo.
Por tanto, en la experiencia nueva de la vida en recuperación el adicto
aprende a amarse a sí mismo. Es una experiencia nueva, porque nueve de cada
diez adictos en el curso de su infancia y de su educación acogieron la idea de que
hacer algo por el propio bienestar era egoísmo. Aquí el adicto aprende a
diferenciar ente el amor a sí mismo y el egoísmo.
Por supuesto que el egoísmo es equivocado. Le roba al ser humano la
capacidad de ser feliz porque es destructivo. Hace que uno no sea una persona
atrayente y por lo tanto conduce a la soledad y al aislamiento. El amor propio,
62 Father Joseph Martin
por otro lado, es hacer algo por uno mismo y no es destructivo. Como resultado
tal vez por la primera vez en su vida el adicto goza del derecho y del deber de
ponerse a sí mismo en primer lugar. Puede hacerlo porque en todas las esferas de
la vida, si una persona hace algo que no es bueno para sí mismo, es imposible
que pueda hacer algo bueno para alguien más.
El haber recuperado su derecho al amor propio es una razón que motiva a
vivir. Pero en el campo del amor es mucho lo que le espera al adicto. Ya es
capaz de establecer relaciones que tienen alguna esperanza de sanidad y
desarrollo. Ahora, el adicto sí aporta algo a la relación: se aporta a sí mismo, un
don que continua expandiéndose con cada etapa de crecimiento que el adicto va
experimentando.
Ya no existe esa nube turbia que borraba la diferencia entre amor y sexo.
El adicto en recuperación tiene una mayor comprensión del papel que tiene el
sexo en su vida, y la distinción entre donde acaba el sexo y comienza la relación.
Viene a darse cuenta de que una relación es un vínculo espiritual con otro ser
humano.
Ahora, siendo más espiritual que nunca puede responder a las relaciones.
Como resultado, las busca y si no funcionan, de todas maneras se ha enriquecido
a través de un mayor conocimiento de sí mismo, de su semejantes, y del mundo
que le rodea.
Por último, la experiencia de vida en la recuperación es un camino de amor
porque lleva al servicio con otros. Hay algo esencialmente altruista en el carácter
y temperamento del adicto. De hecho, con frecuencia uno de los síntomas de la
enfermedad es la propensión del adicto activo a asumir responsabilidad por la
vida de otros a expensas de su propia vida. Además, esta característica también
significa la manipulación y la destrucción de otros. En recuperación, el adicto ya
puede convertirse en una fuerza positiva en la vida de los demás sin hacerse daño
a sí mismo. Por este motivo, son muchos los adictos que encuentran trabajo en
áreas que de alguna manera entrañan servicio a los demás. Muchos dan su
tiempo libre a una u otra organización que tiene como fin tratar de aliviar en algo
el dolor humano. Verán, es que el adicto es un experto en el dolor humano; él ha
sufrido ese único dolor que no tiene nombre porque está más allá del lenguaje
humano. Es por esto que este aspecto de la recuperación es una oportunidad para
él para aliviar el dolor de otros. Puede ser cualquier forma de asistencia para
aminorar un dolor físico o espiritual de aquellos menos afortunados.
Cualquiera que sea la forma de prestar ayuda es claro que el adicto en
recuperación tiene un papel en la vida. La vida quiere comunicarse a sí misma.
Entre más sana y más vida haya en su recuperación, más quiere el adicto
contribuir con lo que pueda a aquellos seres humanos que aún sufren dolor.
Una adicta, con tres años en recuperación fue motivada por sus
compañeros de Narcóticos Anónimos, para que comenzara a ayudar a las
personas recién llegadas que aparecían casi a diario en las reuniones. Un día
comentó que fue solo cuando comenzó a conversar con los nuevos miembros del
grupo, y a dedicarles un poco de tiempo compartiendo su propia experiencia, que
empezó también a sentirse con más vida. “Fue como si mi deseo de tener
sobriedad y de vivir limpiamente se hiciera mucho más fuerte y atrayente. Estaba
sintiendo lo que me habían dicho todo el tiempo: se mantiene cuando se da a
63 Father Joseph Martin
otros. Ya me encuentro más dispuesta a ver mí vida no solo en términos de un
empleo o una profesión, sino también en mi papel de estar allí para otros, en la
medida en que ellos lo deseen y a darles a mi modesta manera, lo que tengo que
ofrecer”.
UN CAMINO A LA HUMILDAD
Si la experiencia de recuperación de una adicción hace que la vida sea
creativa, emocionante y plena de amor; también le añade una dimensión de
humildad. Solo un hombre alto puede agacharse más que el hombre bajo. Es
extraño y paradójico pero siempre que uno encuentra grandeza, encuentra
también humildad. La criatura destinada a dominar el mundo es la más
vulnerable y la más débil de todas las demás criaturas. Así tenemos la vida, la
recuperación de la vida. En la medida en que la vida real surge, aparece y se hace
más honesta, viene acompañada de una experiencia o en otras palabras de otra
realidad la llamamos: humildad o modestia.
La humildad es la parte del camino que le dice al adicto en recuperación
como debe caminar ante la vida. Es el mapa del recorrido, las señales del
camino, las instrucciones, es, en otras palabras, la condición sin la cual no
podemos tener progreso en la vida ; solo puede encontrarse en la realidad.
Es de esta manera, como el adicto encuentra humildad en la oración o en la
meditación. En ese lugar donde puede ser más honesto sin avergonzarse ni temer
represalias. En esos momentos en que nadie tiene porque esconder la verdad.
Cuando en un momento dado no podemos ser honestos con alguien, por falta de
valor, en la oración o la meditación, debemos mantener viva la verdad que es en
sí misma la dadora de vida. Es la meditación o la oración el lugar donde todo es
realidad y donde la fantasía no tiene cabida. Estos momentos son de profunda
humildad porque son en esencia la aceptación de lo que es real, bueno o malo; y
también son de gratitud por esa realidad. La aceptación es comenzar a tener
gratitud. Es la primera semilla de amor.
El camino de la recuperación es humilde porque es eterno. Por eterno
quiero significar que nunca es perdido y que requiere tiempo. De hecho, requiere
de tanto tiempo que es ilimitado. El crecimiento en la vida como lo dijimos antes
no tiene fin, no tiene techo, continúa y continúa, es eterno e infinito. Es un don
presente para siempre.
Por último, el camino de la recuperación es humilde porque se refiere al
momento presente, a la riqueza del “aquí y el ahora”. Se preguntarán: ¿Qué tiene
que ver el “ahora” con el ser humilde en la vida de un ser humano? La mayor
parte de nuestros días están llenos de cosas que nos parecen insignificantes:
eventos, circunstancias y personas. En la adicción activa, la persona trataba de
escapar de esos momentos, del “ahora”, que le parecían insoportables y
aparentemente vacíos de cualquier posibilidad de expansión de la vida; y lo hacía
consumiendo la droga de su preferencia. En recuperación el adicto aprende que
es en esos momentos del “ahora”, que de por sí mismos son aburridos y
monótonos, donde va a encontrar la fuente y los recursos para las cosas
superiores que busca en la vida.
64 Father Joseph Martin
En asuntos espirituales, lo “más” siempre viene de lo “menos”. Es mejor
estar en el aburrido “ahora” que es real y tiene vida, que en un “futuro brillante”,
que es pura fantasía y por el momento completamente irreal.
Miles de ejemplos de personas en recuperación dan testimonio del hecho
de que estando sobrios, es decir presente en el “ahora”, en la realidad del
momento actual en sus vidas, lograron conocer a la persona, o tener la
experiencia, que iba ayudarles y guiarles en el camino a su destino de vida. Esa
vida que es el milagro que por fin tiene un significado.
(10)
EL MISTERIO DE LOS MISTERIOS
Parecía que hemos llegado al final del camino de la recuperación. En
cierto sentido así es.
Pero en un sentido real no lo es ya que la recuperación no tiene límite. La
recuperación física y mental están algo restringidas. La recuperación de la salud
física y de la sanidad mental llega hasta cierto punto. Sin embargo, la
recuperación espiritual no tiene techo, ni límites y está abierta a una infinidad de
posibilidades más allá de nuestra imaginación.
Si, en un cierto sentido, el camino de recuperación ha finalizado. El adicto
ha recobrado su bienestar físico y mental. También ha recobrado su don... el
estar en contacto con la vida. Este es el significado de las palabras “nacer
espiritualmente”.
65 Father Joseph Martin
Habiendo regresado a la vida se encuentra dispuesto a lanzarse dentro del
movimiento o proceso de la misma. Ciertamente ha logrado su objetivo: su
verdadero lugar en la vida. Pero la naturaleza misma de ese lugar lo lleva a
funcionar de la manera en que siempre estuvo diseñado para funcionar.
Comienza a amar. El don de haber recobrado su vida, un misterio en sí, lo lanza
a un lugar de amor, al camino sin fin, al misterio de los misterios.
Cuando yo era niño, mi madre con frecuencia descansaba de sus
quehaceres domésticos, tocando el piano. Una tarde en particular, yo me paré
junto a ella en el piano. Estaba cantando una vieja canción: “Oh, dulce misterio
de la vida, por fin te encuentro”, me quedé mirándola y prosiguió; “Si, es amor y
solo amor lo que el mundo busca...” Inmediatamente me sentí seguro ya que
había descubierto el secreto de la vida. “Claro” me dije a mí mismo, “si quieres
que la vida te funcione, tienes que amar”.
Poco sabía en ese momento que del ministerio que es la vida en sí, me
había adentrado hasta su mismo fondo... en lo que yo denomino el misterio de los
misterios.
El adicto, en su búsqueda de recuperación de la adicción sufre un
fenómeno análogo. Después de recorrer el camino difícil y a veces frustrante de
la recuperación se encuentra no solo con una respuesta, sino también con un
misterio aún más grande. Se encuentra con la tarea de salir a su mundo y ser esa
persona llena de amor que desde un principio estaba destinada a ser.
Por esta razón, debo decir algo con respecto al amor, del lugar a donde
lleva al adicto, del lugar en donde debe estar, cuando le responde “sí” a la vida, a
la experiencia y a la madurez.
Una vez que se encuentra en ese lugar de amor el ser humano ya no tiene
otra alternativa. Se encuentra a sí mismo impotente en el mundo. Es necesario
que sea completamente impotente, que deje totalmente sus intentos de control, si
es que quiere atravesar el umbral del amor y penetrarlo más profundamente en
sus recodos.
Una de las equivocaciones fatales que con frecuencia cometemos en la
vida, es tratar de definir lo que es el amor, estudiarlo, analizarlo, controlarlo, con
el fin de poder estar seguros de él. Shakespeare, en sus obras de teatro nos da
una excelente demostración de esta realidad. Son formas artísticas de la tragedia
que resulta cuando tratamos de controlar el amor.
Romeo y Julieta, es en realidad todo un intento por parte de los
protagonistas por establecer la medida del amor de cada uno por el otro; y tratar
de expresarlo en los términos exactos para que el otro pudiera estar seguro de ese
amor.
Sin duda alguna, Romeo y Julieta, es una obra que tiene el ingrediente
básico para ser una tragedia verdadera. Después de todo, los protagonistas
mueren al final. Sin embargo, esta obra en sí no es una tragedia. Carece del
impulso y del alcance de la vida misma. Una obra que le permite al espectador
observar el misterio de la vida tanto interior como exteriormente. En Romeo y
Julieta, la visión carece de vida y está llena de remordimientos. En su afán por
66 Father Joseph Martin
buscar el amor, el héroe y la heroína precisamente lo pierden. La pérdida se
produce por alguna coincidencia, una desafortunada serie de eventos, una mala
interpretación de la realidad que está teniendo lugar. En otras palabras, la pérdida
de cada uno con la muerte es producto de un error de juicio, el control mismo,
que se suponía iba a asegurarles y garantizarles la supervivencia de su amor.
Comparemos Romeo y Julieta con Antonio y Cleopatra. Esta última
también se refiere a dos personas enamoradas. No obstante, son mayores y más
maduros; por lo tanto, también lo es su amor que nunca es puesto en duda. Lo
aceptan y lo viven.
En la adicción, esos constantes intentos por hacer “saber” al otro que es
amado, volviendo a las obras de teatro, vemos que ya son irrelevantes, obsoletos.
Como resultado, esta obra que también termina con la muerte de los
protagonistas pero no es una muerte por error o por circunstancias fortuitas.
No es una muerte por algo inferior a ellos mismo. Es una muerte para
pasar a una vida más amplia. Al final de la obra, su mundo es demasiado
pequeño. Shakespeare dice que los bolsillos de Marco Antonio se convierten en
islas; cuando toma un paso es de continente a continente. Cleopatra, al poner a la
serpiente en su seno, exclama: ¡Tengo deseos inmortales en mí!
No, la muerte de Antonio y Cleopatra no es el resultado de una
equivocación o de un evento menor. Más bien, es el requisito de su amor, que
jamás es cuestionado, que crece más allá de los límites del planeta y que necesita
de otros mundos para continuar creciendo más.
El amor, por su misma esencia desafía el conocimiento y no permite el
control. Para el adicto y para todos los demás en esta etapa de crecimiento, el
temor a no ser amados es terrible. Por esto es que buscamos toda suerte de
pruebas por parte de los que amamos. Pero... el amor es el misterio de los
misterios, se da solo en el misterio y no crece en la seguridad, ni en el terreno
bajo control. Querer colocarlo ahí es arriesgarse a perderlo, a perder aquello
mismo que es el fin. El amor nunca muere por expansión, muere por
constricción.
Muchos objetan diciendo: ¿Pero qué puedo hacer, si no estoy SEGURO de
que me amen, como puedo manejar ese temor, ese vacío? La respuesta es simple
y a la vez paradójica: sienta el temor, sienta el vacío, y protéjalos. La unión
misma con ese temor y ese vacío junto con la honesta y dolorosa aceptación de
ellos le da libertad al amor para moverse. Ya queda libre para entrar y llenar el
vacío.
Es un milagro. Similar al milagro mismo de la vida. ¿No es la vida algo
más que surge de algo menos? La creación en la tradición judeocristiana fue
hacer algo de la nada. Darwin lo veía distinto pero el proceso selectivo inherente
a su teoría también resulta en algo superior que viene de algo inferior. La historia
del útero estéril dando vida a un nuevo ser. La semilla insignificante que produce
el árbol gigante y frondoso.
Así mismo sucede con el amor. Decirle “sí” al vacío, es darle comienzo a
un proceso mediante el cual puedo conocer una verdad mayor. En este caso, el
amor, el don de todos los dones.
67 Father Joseph Martin
El amor es un reflejo de la esencia de la naturaleza humana. Por
consiguiente, la real medida del ser humano se toma de su capacidad para amar, y
literalmente de casi nada más, ni de sus riquezas, ni de su prestigio, ni de sus
logros. En otras palabras, el amor es el único acto plenamente humano. Como
resultado, es solo cuando ama que el hombre logra la máxima altura de su esencia
moral. Es con el amor que sus acciones pueden reflejar mejor el misterio de lo
que es no solo como ser humano, sino como el ser humano único e irrepetible que
es. Cuando amo es cuando estoy siendo realmente más “yo”.
Si soy amor, necesariamente soy un don. Es por este motivo que somos
más auténticos cuando sentimos amor porque solo así podemos ofrecer el regalo
perfecto; lo mejor que tengo para dar, es dar a mí mismo, es el dar más humilde y
menos pretencioso, pero es el más perfecto. Es ofrecer y regalar de mi interior.
Que descubrimiento más maravilloso. No solo descubro que valgo algo,
pero descubro que soy lo más valioso que existe. Primero que todo, aunque
existan otros que sean superiores y sin duda que existen, ¿qué valor tendrían si Yo
no estuviese ahí para admirarlos?
Además, es el amor lo que viene a llenar mí vacío, mi interior
insignificancia, el don perfecto, que es también la base misma de mi propia
existencia. Es el oxígeno de mis pulmones espirituales. Simplemente el motivo
por el cual nosotros los seres humanos vivimos. El amor da vida y la mantiene a
través del espacio y del tiempo. De hecho, sin amor se muere, es ahí donde yace
la esperanza de todos aquellos dotados con una vida humana. Ahora, podemos
comprender el dolor del adicto que a medida que progresa su enfermedad va
sufriendo la experiencia de no sentirse amado por nadie, y muchísimo menos por
sí mismo. Para la persona encarcelada en la adicción, aún el amor de las
personas que están cerca a él le ofrece poco consuelo; porque piensa que si esas
personas realmente lo conocieran, lo condenarían, y le darían la espalda.
Uno se pregunta por qué sucede esto. La respuesta es muy sencilla.
Cuando yo me permito a mí mismo desvincularme de la realidad de la vida, soy
incapaz de amar. Dejo de estar ahí, dejó de estar presente en la realidad de mí
mismo. Me desconecto de mí y en consecuencia no puedo disfrutar el don que
me ha sido otorgado; la vida misma. El amor en estas circunstancias se convierte
en un imposible, porque yo no soy “yo”.
No es difícil comprender la destrucción que conlleva la adicción. La
enfermedad destruye la capacidad humana de amar y desafortunadamente va más
allá; llega a convencer al adicto de que nadie puede amarlo y que él es incapaz de
amar. Esta es la causa real y la naturaleza de ese dolor que es indescriptible y que
es el infierno de todos los adictos.
Estar destinados para amar y ser incapaces de hacerlo es en verdad el dolor
del infierno mismo. No creo que exista un dolor semejante en la experiencia
humana ;es peor que morir porque es estar muerto en vida. Hay mucho de cierto
en la frecuente descripción que hacen de sí mismos los adictos; los muertos en
vida. No deben por tanto parecernos extraño que en un momento dado de su
enfermedad el adicto quiera morir. Es mejor la muerte que una vida así.
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En verdad morir con amor no es morir. Eso en parte es el mensaje de la
obra de Antonio y Cleopatra. Al morir con amor, los protagonistas abrazan la
muerte como pasaje a una vida mejor y más amplia. Por supuesto que “morir con
amor no es morir” es una paradoja. Solo se puede comenzar a percibir su
completo significado cuando uno contempla al ser humano como un don -como
una creación de amor-. Si el ser humano es un don, entonces encontrará que su
mayor expresión está en el dar total; es decir, en su completa derrota. Es ahí
donde se encentra la verdad inherente a la muerte. ¿Si nos rehusamos morir,
como podemos lograr nuestro máximo potencial? Es solo por el hecho de morir
que tenemos la oportunidad no solo de permanecer lo que somos, sino de
volvernos más y más lo que realmente somos... precisamente en la entrega total.
Finalmente, este don de amor logra milagros. Cuando tengo amor tengo la
herramienta más efectiva para reparar el daño. Vivir con amor es poder
liberarnos hasta de nuestras experiencias pasadas. Esto lo digo, porque tan
pronto recupero la realidad de lo que soy, del hecho de que yo soy amor, ese
mismo amor comienza a trabajar y a sanar el dolor y el daño causado. Por este
motivo, el adicto al iniciar su recuperación no necesita preocuparse en ese
momento por reparar inmediatamente los daños que con su adicción seguramente
ocasionó a muchos a su alrededor. Claro que quiere satisfacer los llamados de su
mente y de sus emociones por iniciar rápidamente el trabajo de reparación. No
hay necesidad. El amor comienza de nuevo a funcionar en su vida y hasta trabaja
a distancia. De la misma manera su familia sufría inmensamente cuando estaba
activo, aún lejos físicamente de su hogar; de la misma forma ahora, que está en
recuperación, el amor que le da vida a través del tiempo y del espacio, comienza
a darles vida también a ellos – los codependientes. Más tarde, cuando el adicto
sea una persona más completa en la vida es aconsejable que se acerque en una
forma más física y sentida a reparar los daños en esos seres que él quería amar,
aunque su forma de expresarlo, cuando estaba activo, ciertamente no era la más
indicada.
En este contexto, debemos reconocer que el primer acto de amor para la
víctima de la adicción es admitir su impotencia ante el alcohol y las drogas para
SALVAR su vida. Más adelante, el mismo vendrá a reconocer que extendiendo
su impotencia ante muchas otras cosas PRESERVA su vida.
Lo anterior es cierto para todas las personas. La clave del misterio de la
vida indudablemente se encuentra en el amor. Porque solamente cuando
permiten libertad al proceso del amor y se derrotan, o sea le dan su todo, es que
son llevados al reino de su verdadero destino; ser los herederos de ese reino.
Solamente mediante ese acto de amor incondicional es que pueden llegar a lo
divino; a ser receptores de la promesa, de ser los verdaderos hijos de Dios, o de
ser la esencia misma de la energía del universo.
Absolutamente nada queda a salvo una vez que esta enfermedad se
establece en el espíritu. Es la falta de ese contacto interior que con el tiempo se
convierten en una desvinculación con todo lo que el adicto toca y contamina.
He hablado poco en este libro de los que ahora llamamos codependientes,
- la familia y los amigos cercanos del adicto. Sin embargo, estas maravillosas
personas están presentes SIEMPRE. Debido a que esta enfermedad es espiritual
la forma de transmisión es también espiritual. Se contagia por amor.
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El cónyuge, amante, pareja, hijo, padre, familiar y amigo no necesitan
contacto físico con la enfermedad o con el adicto enfermo. Para volverse
codependiente todo lo que se necesita es amar a un adicto activo.
De hecho, en mi experiencia he visto que el dolor del codependiente es
igual al del adicto porque es espiritual; y tal vez más terrible porque no encuentra
nada para aliviarlo. El adicto puede recurrir a la droga y por un momento
encuentra respiro.
Los codependientes de este mundo sin duda han pagado sus “deudas”. Por
esto y con mayor razón que el adicto mismo tienen derecho a recuperarse. Se
están haciendo muchos esfuerzos por ofrecer tratamientos a las familias.
Tenemos la esperanza de que se hagan importantes avances.
Para finalizar, quiero hacer un llamado en nombre de los económicamente
deprivados y de las minorías, en particular de las personas de habla hispana. Si
nuestra sociedad ha de volverse más humana y solidaria debemos encontrar
formas de ofrecer tratamiento cálido y efectivo a aquellos que no pueden pagarlo
o solo pueden recibirlo en su lengua nativa.
Una cosa es cierta, una atención tierna y comprensiva de esta enfermedad
contribuye a la preservación de la vida del adicto. Al mismo tiempo, convertirá a
este mundo frecuentemente enfermo y hostil en un mundo saludable y brillante
como el oro.
Father Joseph Martin
¡ BENDITOS SEAN LOS ADICTOS !